Los productos de inteligencia artificial urgen de protección de propiedad intelectual

El riesgo es perder las innovaciones y soluciones generadas, así como enfrentar líos legales

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La firma Edna, creadora del chatbot y de una plataforma para que las mismas empresas configuren su propia solución en este campo, realizó el trámite de protección intelectual de sus productos en Costa Rica y Estados Unidos.

“Registramos el motor de inteligencia artificial, códigos y algoritmos”, indicó Kenneth Calderón, CEO de Edna Artificial Intelligence Solutions. “Es un proceso importante. Aunque todo es muy cambiante, hay que hacerlo”.

Carecer de la protección de la propiedad intelectual es correr el riesgo de que un tercero copie los desarrollos, los registre e incluso desplace del mercado a la compañía creadora.

En el caso de Edna el registro de su propiedad intelectual era una tarea que no estaba en su mapa de ruta cuando surgió como startup. Al principio el esfuerzo se concentraban en el desarrollo y comercialización de la solución.

Edna primero registró esos componentes del chatbot y luego los de la plataforma. La protección le permite, además, tener claridad en la relación con los clientes.

En los contratos se establece a quién pertenecen las soluciones (a Edna) y a quién pertenecen los datos (las empresas) que se gestionan a través de ella.

El haber buscado la protección en estos países tiene que ver con los mercados de interés para la empresa.

En la actualidad la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI) está analizando las pautas para la protección de los productos generados por las nuevas tecnologías, tales como inteligencia artificial, aprendizaje automático, redes neuronales y robots.

Si bien los avances son acelerados y todavía no hay ninguna directriz sobre el tema, especialistas recomiendan a las desarrolladoras y otras compañías que usan nuevas tecnologías recurrir a las normas existentes de protección de la propiedad intelectual.

“La legislación siempre llega tarde, pues no puede anticiparse, especialmente con los avances exponenciales de la inteligencia artificial”, advirtió Monserrat Guitart, directora regional de propiedad intelectual y tecnología de Dentons Muñoz CR.

La firma IDC estima que en el 2019 la inversión global en plataformas de inteligencia artificial superaría los $31.000 millones. Otro informe del Foro Económico Mundial y de la firma Deloitte calculó que para el 2021 se invertirán hasta $58.000 millones a nivel global en esta tecnología, de los cuales $10.000 millones serán en el sector financiero.

Gilles Maury, especialista de Deloitte, advirtió –en el evento Spark 2019 de la firma Equifax– que uno de los mitos que las empresas deben evitar es pensar que el uso de la inteligencia artificial sólo ocurre en otras economías o industrias de punta.

Agregó que se trata de un proceso continuo de transformación y adopción de tecnologías que son cada vez más sofisticadas. “No es llegar de un punto A a un punto B”, dijo Maury. “Es un cambio constante, una apuesta constante a la innovación”.

¿De quién es?

Ejemplos de lo que podría darse empiezan a abundar.

El banco holandés ING, la firma Microsoft, la Universidad Técnica de Delft y los museos Mauritshuis y Rembrandthuis patrocinaron un proyecto llamado The Next Rembrandt.

La iniciativa de 18 meses utilizó tecnologías de big data, analítica, inteligencia artificial e impresoras 3D para –partiendo de las características y estilo del pintor flamenco del siglo XVII– crear un retrato original, inédito y “perfecto”.

El producto final tiene una resolución de más de 149 millones de píxeles y emula el aspecto de una pintura al óleo.

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¿De quién es la obra? ¿A quién pertenece? ¿Al dueño del sistema o al sistema que hizo la obra?

El problema es la insuficiencia de la legislación actual, especialmente de cara a la evolución que se anticipa.

En la actualidad las empresas pueden proteger su innovación mediante patentes, marcas o derechos de autor.

La legislación establece que la autoría se atribuye a las personas. Así, las obras generadas por computadora corresponden a quienes están detrás y en las empresas a quién contrató a los colaboradores. Lo mismo ocurre cuando se encarga un producto a un tercero externo.

El panorama empieza a ser menos claro con los sistemas que están en la nube, cuya propiedad es de la firma que brinda el servicio, y que tienen la capacidad para combinar diferentes insumos virtuales de diferentes fuentes para hacer sus propias creaciones en forma autónoma.

Normalmente las plataformas y sistemas de inteligencia artificial, analítica, visualización y de automatización robótica de procesos (RPA, por sus siglas en inglés) se alojan en la nube.

Tampoco es claro cuando un sistema robotizado genera creaciones, nuevos diseños e innovaciones, situación que está probando la firma Boston Dynamics.

La misma OMPI advirtió sobre esta tendencia. “No es ciencia ficción”, dijo Cristina Mora, asociadas del bufete eProint.

Actualmente no hay una norma comprensiva que regule aspectos como ética, transparencia, beneficios sociales, responsabilidad, no discriminación, seguridad, privacidad y propiedad intelectual.

Ante esta situación se recomienda que las organizaciones que cuentan con tecnologías basadas en inteligencia artificial definan políticas internas claras de protección de las innovaciones.

Para esta tarea se podría seguir la normativa actual e incluso apoyarse en contratos con proveedores de sistemas, firmas externas y colaboradores donde se establezcan las condiciones de propiedad intelectual.

También se debe contemplar este tipo de protecciones en los contratos de servicios en línea, que establecen las condiciones de uso.

El reto de la protección de la propiedad intelectual no es mayor para las firmas locales.

A nivel de marcas hay mayor cuidado (el país es 20 en el ranking del 2018 de la OMPI), pero en creatividad digital y registro de diseños industriales, patentes y creación de conocimiento Costa Rica se ubica entre las posiciones 64 y 120.

Las especialistas recomiendan hacer el respectivo registro en los mercados de interés, pues debe probarse el uso local para que sea efectiva y para no hacer gastos innecesarios.

“El riesgo de no hacer nada es perder la propiedad intelectual”, recordó Karla Corrales, también asociada de eProint. “Es una salida preventiva”.

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