Costa Rica, a pesar de sus 51.000 kilómetros cuadrados y una población cercana a los 5 millones, aun es un país poco poblado. La densidad poblacional es de casi 98 personas por kilómetro cuadrado.
El 66% de la población es urbana y solo el 34% es de la zona rural. Además, estos porcentajes se inclinan más hacia lo urbano cuando nos referimos a personas jóvenes. Pero más preocupante es que, en el año 2008, la población joven rural representaba el 49,5% de los jóvenes del país. En el 2013, esta misma población representaba solo el 30%. La búsqueda de oportunidades ha sido sin duda el detonante de la migración del campo a la ciudad.
Sin embargo, esta migración también genera una serie de problemas que es necesario afrontar. ¿Cuáles son? Presas, contaminación, estress, saturación. La infraestructura y los servicios se hacen insuficientes para los requerimientos de una sociedad cada vez más urbanizada. Las ciudades crecen mal: desordenadas, con carencias en servicios, con saturación.
El Banco Mundial señala que “Como el 60 % de los lugares que se urbanizarán para 2030 aún se están por construir…”. Por ello es que una opción es hacer que la urbanización se realice de manera correcta (en los lugares equivocados), la otra es alentar el desarrollo de las “zonas correctas (como la zona rural)”. Sobre todo porque en Costa Rica, el quintil más pobre de la zona rural se lleva el 3,8% del ingreso total, mientras que el quintil más rico recibe el 53,8% del ingreso total (no muy diferente a lo que ocurre en el resto de la región).
Mejorar la distribución del ingreso pasa por generar más oportunidades en la zona rural. Esa es la mejor forma de evitar la migración y puede convertirse en un mecanismo significativo para revertir la migración, mejorar la empleabilidad, la calidad del empleo, la distribución del ingreso, y con ello, descentralizar las oportunidades. El mismo Banco Mundial señala que solo el 1,5% de las tierras del mundo albergan la mitad de su producción. Esa es sin duda una gran oportunidad para las pequeñas empresas que ya no encuentran en el entorno urbano las oportunidades que existían cuando la saturación no era la norma.
En las economías centroamericanas, el ámbito rural aun juega un rol muy importante. La población rural es cercana al 37% de la población total, mientras que la juventud rural puede ser superior a los 4 millones de habitantes.
Por ello, el trasladar las oportunidades hacia el campo, fortalecerá el crecimiento de un tejido empresarial sólido, mejorará la distribución del ingreso, vigorizará el mercado laboral (así como su calidad), y promoverá un desarrollo territorial más equitativo y diversificado.
Pero ello requiere de un conjunto de acciones donde el Estado (a nivel nacional y local), y el sector privado tienen un rol fundamental. En primer lugar, una vocación por la descentralización; y eso significa descentralizar los recursos económicos y humanos. Se requiere más inversión pública en los territorios; mejorar la planificación de las ciudades intermedias y menores, infraestructura (carreteras, puertos, ferrocarriles, etc.). Al mismo tiempo, se necesitan funcionarios municipales capacitados, prepararlos a ellos y a los ciudadanos para casos de desastres (formación, recursos, planificación), etc. Solo ello se convertirá en incentivo para atraer más inversión privada a los territorios, y hacer crecer las oportunidades. Recuerden que en los pequeños poblados, si se crea una carretera, luego viene la educación, la salud y los negocios.
Ello supone crear más ciudades intermedias. Así se descentraliza la toma de decisión y el desarrollo.