Silvia Fallas ya usaba Paint a los cuatro años y en la escuela es recordada por sus docentes porque presentaba las tareas en Power Point.
El próximo 18 de agosto ella inaugurará su galería digital de arte Óptica.ef, para comercializar en línea obras de diferentes artistas y técnicas, información de eventos culturales en Costa Rica, promocionar artistas y un espacio con realidad virtual y aumentada para que el público pueda apreciar pinturas, esculturas o grabados, entre otros.
“La idea es movilizar el mercado del arte en Costa Rica”, dice Silvia, que no oculta que cuando empezó a emprender también se cuestionó sería más sencillo trabajar en una empresa. Mas, su camino siempre combinó el emprendedurismo, la tecnología y el arte.
Ella y su familia son de Orosi. Desde siempre fue normal ver a su familia enfocada en los proyectos emprendedores y de tecnología. Su madre es Rosa Elena Garita, fundadora de Rossmon, y su padre es Ronald Fallas, también fundador de Rempro. Silvia aportó en su propio destino el gusto que desarrolló desde pequeña por el arte.
A los diez años se inscribió en un curso de pintura que daba los sábados Martín Calderón, un pintor de la zona. A diferencia de muchas personas, no lo abandonó.
Durante los siguientes ocho años aprendió acrílico y a pintar paisajes, principalmente. Los resultados se fueron produciendo.
Estando en el Colegio Jorge Volio, de Cartago, ganó la feria de arte y un premio por creatividad con un grupo de compañeros en un concurso de murales sobre el agua. Además, realizó exposiciones en el Colegio Universitario de Cartago y en la sede de la Universidad Libre de Costa Rica (Ulicori).
Su siguiente paso en la preparación artística fue cuando ingresó a la Universidad Nacional (UNA), para lo cual incluso tuvo que ir a vivir a Heredia, primero, y luego —con una tía— en San José.
Empezó a estudiar arte y comunicación a los diecisiete años, pues entró directamente a la carrera. Pero ella no dejaba de mirar hacia lo tecnológico y a lo empresarial.
La segunda opción de carrera que Silvia había evaluado era administración de tecnologías. Desde pequeña siempre había estado a la par de una computadora. A los tres años aprendió a pintar en Paint, el programa básico de Microsoft para dibujar y pintar. Por supuesto, no fue lo único.
—Yo recuerdo cuando usted me entregaba las tareas en Power Point— le dijo hace poco una maestra de la escuela a la que se encontró.
En la UNA le gustaron los cursos de historia del arte y gestión cultural. Además, debió elegir el énfasis técnico, donde eligió pintura sobre alternativas como cerámica, textil y otras, y tuvo que tomar otra decisión de carrera: entre las materias optativas escogió emprendedurismo. Ahí nació la idea de la galería, hace seis años.
Como parte de las tareas, Silvia hizo una investigación, revisó la encuesta de cultura del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) e identificó que hay muchos productores artísticos, de cine, de música y de artes visuales. El problema es que hay pocos lugares donde exponer y vender. Silvia vio otra situación.
Según los resultados, a una buena porción de la población no le gustaba o no le interesa ir y participar en eventos culturales. No lo creyó del todo. La gente ve películas, va al cine y consume Netflix, escucha música.
“Entonces sí le gusta el arte, sí le interesa el arte”, se dijo. “Solamente es que no tiene los conocimientos ni la cercanía para entrar al mundo artístico”. Y está fue su hipótesis.
—Acérquese a su carrera y vea qué soluciones puede brindar— le dijeron en el curso de emprendedurismo. Silvia empezó el proyecto, incluyendo el modelo de negocios.
El primer nombre de la galería fue Mi visión del arte; luego lo cambió. El curso en la universidad se le quedó cortó.
Participó en concursos y programas de emprendedurismo y de fondos de capital semilla, a través de iniciativas como Yo Emprendedor, Parque La Libertad, Auge (de la Universidad de Costa Rica) y de la Cámara de Tecnologías de Información y Comunicación (Camtic).
En el de Yo Emprendedor quedó finalista en 2019. Silvia tampoco olvidará lo que le pasó cuando le correspondió realizar la presentación o pitch del proyecto ante el jurado. Tenía un minuto para convencerlos. “Me quedé congelada”, recuerda.
—Hola. Buenas.— fue lo único que pudo decir.
Lo narra también en un podcast que se llama The Whitepaper.
El día anterior estudió la presentación hasta tarde de noche. Se levantó, se alistó y se fue a la competencia de Yo Emprendedor convencida y preparada. Al frente: cincuenta jueces, competidores y público.
Era el momento en que tenía que decir las palabras más importantes para el proyecto. Las reglas eran claras: no se puede repetir y no puede pasarse de un minuto.
Empezó con una pregunta, volvió a ver al público y de nuevo en blanco. El resto de la presentación, preparada con semanas de anticipación, se borró. Los nervios le ganaron.
“Ahí se acabó”, dice ahora. “Ese minuto se me hizo eterno”. Lo que se acabó fue la presentación. El proyecto continuó.
Silvia reconoce que, de pronto, no estaba listo. Todo tiene su tiempo.
El 2020 la población aumentó la digitalización y pasó del consumo de redes sociales a aprovechar los servicios en línea para compras, en particular. Aumentó también la confianza para utilizar las herramientas tecnológicas para todo. Y Silvia aprovechó para prepararse más.
Llevó varios cursos de gestión de negocios, incluyendo de la metodología de Canvas, y con Camtic participó en un programa de aceleración de un poco más de seis meses donde vio cómo validar la idea de negocios y cómo gestionarlo. Lo hizo.
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“Una señora me dijo que le gusta el arte”, cuenta Silvia. “Pero que no sabía dónde están los museos, no sabe de artistas y termina en una tienda de departamentos comprando una pintura”.
Era información que motivaba a Silvia a seguir con el proyecto. En Parque de la Libertad llevó un curso sobre habilidades empresariales para la industria creativa, específicamente. Siguió.
En 2021 participó en el concurso Impulsarte convocado por el Ministerio de Cultura, Parque La Libertad, Auge y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y Óptica quedó entre los 12 emprendimientos culturales ganadores. El premio implicó recursos de capital semilla.
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En enero pasado le entregaron el financiamiento no reembolsable con el compromiso de terminar el proyecto en el próximo mes de setiembre. Lo hará dos semanas antes del plazo.
La galería se llama Óptica.ef pues tiene relación directa con la visión del arte de Silvia. “El logo es un ojo, que se relaciona con la forma cómo vemos el arte. No cómo se lo digo yo o un experto. El arte es cómo usted lo siente y cómo usted lo ve”, explica ella.
Junto a la comercialización en línea de obras de arte, para Silvia lo fundamental es el apoyo a los y las artistas, así como la creación de una red con otras galerías y otras organizaciones para promocionar a los creadores locales. Sus propósitos también van más allá del Valle Central.
Al ser digital, las poblaciones de otras regiones del país, e incluso a nivel internacional, pueden tener acceso a las obras de arte y a la información de eventos. También se dirige a consumidores a quienes les gusta el arte y desean tener más conocimiento o solamente decorar sus hogares u oficinas pero terminan comprando pinturas y objetos comercializados por tiendas populares de departamentos.
Se ofrece tres productos principales: la galería como tal, la exposición digital y una revista.
En la galería se podrá encontrar arte contemporáneo de artistas jóvenes. Iniciará con una serie de pinturas (óleos, especialmente) y se expandirá a otras técnicas como escultura, cerámica, textiles, ilustraciones y grabados, con precios, estilos, tendencias y formatos muy variados.
La exposición propiamente, que utilizará tecnologías de realidad virtual y aumentada para producir experiencias artísticas a nivel digital. En la sala de realidad virtual las personas podrán jugar, navegar y ver la presentación de obras.
En este caso se podrán utilizar visores para una experiencia inmersiva o disfrutar de la experiencia tridimensional en un dispositivo con la posibilidad de navegar por los pasillos de la misma forma que en un videojuego.
La revista, el tercero de los productos, tiene como objetivo brindar información, blogs y contenidos sobre el arte y la cultura en el país con participación de curadores y directores de otras galerías o museos.
Del primer momento de desarrollo del proyecto mantuvo varias ideas y fue incorporando otras con la retroalimentación de diferentes personas. Empezando por su familia que siempre son su apoyo personal y ahora en lo empresarial.
A su madre Rosa Elena y su padre Ronald, Silvia les consulta tanto sobre desarrollos informáticos del proyecto como en el área empresarial. Por ejemplo, para diseñar los contratos con los artistas, se asesoró con una abogada y también les consultó a su madre y a su padre.
El desarrollo de la galería virtual estuvo a cargo de una empresa llamada Inventiva Studios y para la estrategia de mercadeo digital y redes sociales cuenta con sus proveedores. También un exprofesor, José Antonio Solís, le apoyó en el tema de gestión cultural, un área donde Silvia dice que tenía debilidades. No se quedará ahí.
En octubre próximo empezará una maestría de gestión cultural en Barcelona, desde donde seguirá impulsando la segunda etapa de la galería donde se profundizará la experiencia de realidad virtual haciéndola más amigable. Habría una app que será muy útil para las personas interesadas en una obra y que estaría en 2023.
La app será de realidad aumentada y permitirá que la persona vea, utilizando su teléfono móvil, cómo lucirá una pintura u otra obra en su sala.
Silvia es muy organizada. Ella piensa meticulosamente lo que va a hacer con tiempo. Cada nueva acción la planifica con cuatro meses de anticipación.
Apoyándose en la virtualidad, que permite estar en cualquier parte del mundo, podrá estar pendiente de los desarrollos pensados de la galería digital. También los artistas ya tienen experiencia en entregas de pedidos, al tiempo que Silvia se apoya en una empresa especializada en logística local en el campo del arte. Su ventaja es tener los objetivos claramente establecidos.
“Este año es de mostrar la galería y de planificación para el próximo”, anuncia.
En su visión y en su misión, Silvia se plantea que la galería Óptica.ef debe servir, en lo fundamental, para posicionar su idea de que el arte mejora la calidad de vida. La colaboración con otras galerías y organizaciones culturales se enfocaría en producir eventos artísticos presenciales cada trimestre que confluyan en una feria artística anual. El concepto ya está en su mente.
“Que sea como el Fashion Week en Costa Rica”, dice Silvia.
—¿Por qué dedicarse a su emprendimiento tan joven y no a un trabajo en una empresa?— le pregunto.
—Es mucho de lo que he aprendido de mis papás y de mis abuelos.—dice ella y, aunque considera que no lo sabe a ciencia cierta, su respuesta no deja lugar a dudas de que lo tiene muy claro.— Siento que es necesario.— Continua.— Emprender da la oportunidad de tener una vida como uno la quiere. Es muy difícil. Hay que desvelarse. Hay muchas horas de trabajo. Pero no dependo de un horario. Si quiero estar en Barcelona, puedo ir y trabajar allá. Esa independencia, esa libertad. Es la emoción de ver si algo que uno piensa funciona o no. Son las ganas de dejar algo y también de apoyar a los artistas que quieren tener más oportunidades. Sí, me lo he cuestionado, de porqué no estoy trabajando en una empresa, pero siento las ganas de hacer algo y el emprendimiento eso lo da.
Silvia reconoce el aporte de todas las personas que la acompañaron en este camino y con ellas realizará el lanzamiento de Óptica.ef el próximo 18 de agosto. “Es un evento pequeño, principalmente para agradecer”, explica. Ese día, quienes lo deseen también podrán visitar la galería en línea.