¿Vamos hacia una recesión mundial? Nadie se atreve a asegurarlo pero las alarmas están encendidas

La Fed realizó su mayor aumento de tipos de interés en 28 años, el BCCR elevó su tasa de referencia a su valor máximo desde 2011 y el mundo pone sus ojos sobre la difícil maniobra para frenar la inflación

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La Reserva Federal estadounidense pisó fuerte el acelerador en su carrera por adelantarse a la inflación y anunció una subida de 75 puntos base en sus tasas de interés, este 15 de junio, que no se veía desde 1994. La maniobra es un aviso de intenciones de bajar la presión sobre los precios, pero también una especie de amenaza para miles de actores del sistema financiero que dudan de que el ‘baldazo’ sobre el consumo no lo termine deprimiendo demasiado y suma al mundo en una recesión.

A la presión estadounidense poratender sus peores niveles de inflación en cuatro décadas, se le suman varios nubarrones que alimentan los augurios de tormenta. Entre ellos están los efectos de la guerra todavía desbocada en Europa del Este, por la invasión de Rusia en Ucrania, y cuya magnitud final aún se desconoce. También está el delicado escenario de China, que lidia con la depresión de su potente sector inmobiliario y sus confinamientos masivos para frenar cada contagio de la COVID-19.

La palabra “recesión” se menciona entre corrillos como una posibilidad menor que nadie quiere invocar demasiado. Sin embargo, incluso autoridades como el presidente del Banco Central (BCCR), Róger Madrigal, encuentran imposibe descartarla.

Por su parte, en declaraciones ante miembros del Congreso de Estados Unidos, Powell reconoció que un rápido aumento en las tasas podría desencadenar una recesión. “No es en absoluto el resultado deseado pero ciertamente es una posibilidad”, dijo.

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Desaceleración en marcha

La economía costarricense se muestra resiliente a los choques externos hasta el momento, según el Banco Central. La autoridad monetaria costarricense publicó este 11 de junio la más reciente actualización del Índice Mensual de Actividad Económica (IMAE) para el mes de abril, la cual evidenció un crecimiento interanual de 7,5%.

El ritmo de crecimiento sigue decayendo y se desacelera, pero principalmente porque las comparaciones actuales se realizan con 2021 y ya va desapareciendo el “efecto rebote” que ocasionó la reapertura económica en 2021. Tomando eso en cuenta, el ritmo sigue siendo “fuerte” según el Central.

El presidente del ente emisor, Róger Madrigal afirmó que con ese y otros indicadores a mano sería aventurado sugerir que una recesión esté en camino o que sea el escenario más probable. Sí, él descuenta que las medidas de las autoridades monetarias internacionales como la Fed, aunadas a los elevados niveles de inflación, traerán consigo procesos de desaceleración de la economía; pero todavía ve lejos una contracción productiva.

“El escenario central es que la economía del mundo se va a desacelerar”, afirmó categóricamente en una entrevista con este medio el 13 de junio pasado, aunque dijo que en un escenario tan convulso como el actual es difícil dejar totalmente fuera de la ecuación otras probabilidades.

Ya el Banco Central recortó en abril pasado sus proyecciones de crecimiento económico para 2022. Las redujo de 3,9% (en enero) a un 3,4%, y ahora las revisará de nuevo en julio. Lo previsible es otro recorte, pero Madrigal prefirió no adelantar un criterio.

Al igual que la Fed, el BCCR ha subido su tasa de política monetaria (TPM). Según el emisor, la maniobra no busca tener un efecto inmediato sobre la inflación porque las presiones sobre los precios son mayoritariamente “importadas” (shocks en mercados que trascienden las fronteras costarricenses y se trasladan a los precios costarricenses a través de las importaciones), pero sí pretende evitar que la inflación se mantenga cuando el contexto mundial se estabilice.

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El Central ha subido su TPM cinco veces desde diciembre pasado. Desde entonces subió 4,75 puntos porcentuales y se ubica ahora en un 5,5%: el punto más alto desde junio de 2011. La última subida la acordó el banco este mismo 15 de junio, mismo día en que actuó la Fed en Estados Unidos.

Además, la autoridad anunció un aumento de la tasa de encaje mínimo legal (EML) para las captaciones en moneda nacional, de manera gradual; así como en la reserva de liquidez en colones para las cooperativas de ahorro y crédito y las asociaciones solidaristas. La tasa actual es de 12% en ambos casos desde mayo de 2019, cuando se redujo en tres puntos. Ahora la tasa subiría a 13,5% en la primera quincena de julio y regresaría al 15% en la segunda.

El EML es el porcentaje de las captaciones que realizan las entidades financieras que deben reservar en el Banco Central. Aumentar su proporción removería liquidez de la economía costarricense para el consumo de bienes y por tanto también reduciría la demanda.

Los ajustes son necesarios pues la inflación tampoco cede en Costa Rica. El país registró un indicador de 8,71% en mayo pasado, el mayor registro desde 2009.

Sin embargo, en gran medida su contención depende de qué haga el resto del mundo para enfrentar el problema. Costa Rica, por ejemplo, tiene poco que hacer para paliar el exceso de liquidez que puso en sus calles Estados Unidos en medio de la pandemia, la subida en los precios del petróleo por los vetos a Rusia y la ausencia de sustitutos, o las insuficiencias del transporte marítimo exacerbados por una China que domina ese campo y sigue resentida.

El Central estima que el crecimiento de los precios se mantendrá por encima del objetivo de 3% (±1 punto porcentual) en 2022 y 2023.

Temores de recesión

Los elevados niveles de inflación, aunados a la complejidad para determinar cuándo las medidas de política monetaria son más o menos suficientes para frenarla, avivan los temores de recesión.

El economista de FCS Capital, José Luis Arce, recordó que las medidas de política monetaria siempre pueden tener efectos más o menos fuertes de los previsto, y que eso alimenta el nerviosismo de que a la Fed y demás autoridades del mundo “se les pase la mano”.

Las herramientas de política monetaria se han perfeccionado con el tiempo y los bancos centrales cada vez cuentan con más y mejor información para aplicarlas; pero todavía no se pueden describir como armas de precisión que puedan operarse sin daños colaterales. “Se parecen más a una bomba, que simplemente cae y destruye las cosas. Por eso es que generalmente los períodos más restrictivos han conducido a desaceleraciones muy fuertes”, explicó.

Es un temor hay a considerar con cautela. Arce recordó que siempre hay sectores interesados en cada gran decisión macroeconómica en el mundo, y que el factor del miedo le viene muy bien a aquellos que prefieren que su banco central “no actúe o que lo haga más moderadamente”.

La Reserva Federal estadounidense aplicó, sin embargo, su subida histórica este 15 de junio. Es la tercera que realiza en lo que va de este año, pues ya había hecho un aumento de 25 puntos en marzo y otro de 50 puntos en mayo. Además, su intención es continuar en esa ruta durante el resto del año y el siguiente, ha adelantado.

Las subidas en las tasas de interés buscan desalentar el financiamiento crediticio y promover el ahorro. Ambas son acciones que se traducen en menos apetito de compra y, por lo tanto, en menores presiones sobre los precios. La economía se desalentará, pero la pregunta es cuánto.

Lograr un aterrizaje suave y tranquilo en estas condiciones es complicado y ese es el reto que ahora tiene en sus manos la Fed. La autoridad estadounidense tiene en sus manos la economía más influyente del continente y todavía del mundo.

Lo que pase con Estados Unidos, por ejemplo, es vital para Costa Rica, cuyos principales motores económicos se relacionan directamente con la potencia norteamericana: el turismo y las zonas francas.

Pero el banco central estadounidense parte de un escenario incómodo y que le compromete. Múltiples actores le recriminan haber subestimado las presiones inflacionarias que ya se veían vigorosas desde finales del año pasado. En aquel momento pudo actuar más sutilmente, pero luego llegó la guerra en Ucrania y ahora la Reserva se ve obligada a convencer a la población de su fuerza, pero sin excederse.

Adriana Rodríguez, gerente de Acobo Puesto de Bolsa, señala que esa calibración deberá ser muy inteligente y afortunada. Se necesita convencer a la población de que se hacen esfuerzos efectivos, se deben evitar exageraciones que depriman demasiado la economía y se requieren resultados palpables en un período cercano para aliviar tensiones. Todo es complejo de lograr al unísono.

Estados Unidos registra su peor inflación en 40 años: un 8,6% interanual; pero el compromiso de la Fed es devolver el indicador a su objetivo de 2%, según el presidente del organismo Jerome Powell.

Nubarrones y luces

Detener la inflación es apremiante porque ya de por sí se trata de una distorsión de mercado que tiene un pesado efecto recesivo. Si todos los precios suben excesivamente, entonces la capacidad de consumo de las personas decae y la producción también, detrás de ella.

Sin embargo, no solo existen dudas de que las autoridades monetarias más importantes del mundo logren frenar la escalada de precios sin hundir a la economía en una contracción, sino que además es una incógnita la duración y que tanto puedan profundizarse muchas de las presiones inflacionarias actuales como las derivadas del conflicto en Ucrania o de los confinamientos en China.

La incertidumbre con la que se está lidiando hace aún más complejo analizar el panorama y medir el impacto de las decisiones. A veces parece que las proyecciones dependen del optimismo o el pesimismo de las personas.

El Banco Central Europeo (BCE), por ejemplo, estimó que si Rusia recortase a cero sus exportaciones de energía en medio del actual conflicto bélico y si las tensiones geopolíticas se extendiesen hasta 2023, entonces la zona del euro podría contraerse hasta un 1,7% en el próximo año. El dato lo publicó el portal Cinco Días del diario El País, pero ese es solo uno de los muchos escenarios que baraja la entidad.

Otro nubarrón en el ambiente es la situación de China. La potencia asiática es un actor clave para el mundo en términos de exportación de bienes y operaciones de comercio marítimo, pero sufre aprietos internos por su política de cero tolerancia al coronavirus y por la depresión de su importante sector inmobiliario al que aplicó nuevas reglas en los últimos años para frenar su endeudamiento.

El mundo también ve algunas luces en el horizonte, según explicó el economista Daniel Ortiz, de Cefsa. Los choques comerciales de oferta y demanda no son estáticos y es posible que algunos de ellos se vayan corrigiendo poco a poco.

Un ejemplo de ello es la actual distorsión en los precios del petróleo. Hoy todavía siguen por encima de los $115, pero la mayoría de estudios sobre el tema hasta el momento sugieren que el monto debería decaer en lo que resta del año, conforme otros oferentes distintos a Rusia llenan el vacío en la oferta.

Sin embargo, no será tan sencillo desplazar toda la producción de Rusia a otros sitios. A fin de cuentas, los rusos –ahora casi completamente vetados por Occidente– eran uno de los principales exportadores de materias primas del mundo: desde metales hasta insumos agrícolas y fuentes de energía.

Otro factor que podría aliviar la situación es que el conflicto en Ucrania, que ya no satisface a nadie y se cataloga como un enfrentamiento de desgaste, llegue a una resolución. Pero el planeta ya lleva cuatro meses esperando una.

Desaceleración segura

Más allá de si habrá o no una recesión, lo cierto es que el mundo sufrirá más de un descalabro (más o menos fuerte) en esta carrera por enfriar los precios.

Consultada sobre si habría o no una contracción económica, la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, respondió en mayo pasado que el horizonte “se ha oscurecido”, que el crecimiento seguramente va a frenar su ritmo y que la probabilidad de una recesión no se puede excluir de la mesa.

Pero la jefa del Fondo también recordó que las últimas estimaciones del organismo en abril pasado todavía hablaban de un crecimiento económico mundial del 3,6% y que, tomando como referencia ese punto de partida, todavía queda mucho camino antes de hablar de números rojos.

Todo eso lo mencionaba el 23 de mayo durante las más recientes reuniones del Foro Económico Mundial, en Davos, en las cuales primó un aire más bien pesimista.

La tormenta es una probabilidad de la que se habla en el mundo, pero todavía con mucha cautela. La economía basa muchos de sus preceptos en la confianza y el temor puede hacer de una profecía una realidad autoinfligida.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) actualizó sus cálculos de proyecciones de crecimiento para 2022 este 8 de junio. Redujo su expectativa de enero pasado en 1,5 puntos porcentuales para el planeta, de 4,5% a 3%.

Una economía que crece en menor medida de lo previsto es una economía que igual crece. Es un mal menor, pero siempre un mal, y en este caso traerá consigo menos ingresos para los actores económicos, golpes para industrias que recién se reponen de la pandemia, y dificultades para la generación de empleo.