Un reto particular que se presenta en el manejo de capital humano, es cuando una persona responsable de ciertos pendientes demuestra inacción para completarlos.
Ese congelamiento se llama “parálisis por análisis”, y le ocurre a quienes se topan con un reto nuevo y tienen miedo a fallar.
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El miedo es natural y necesario. Por ejemplo, si nos atemorizan las serpientes y nos encontramos con una, nuestro hipotálamo inicia una cadena de reacciones que llevan a una combinación de actividad neuronal con una serie de hormonas en nuestra corriente sanguínea, que constituye la respuesta de lucha o huida. Físicamente, nuestro cuerpo está listo para huir o pelear; eso es lo que llamamos miedo.
En los trabajos, algunas personas se sienten amenazadas ante una presentación de resultados, de un reporte para el jefe o un nuevo proyecto, situaciones cotidianas que pueden generar un temor similar a encontrarse con la serpiente.
Sin embargo, aunque no se puede salir huyendo del escritorio o de la empresa, hay quienes hacen algo parecido, es decir, huirle al pendiente.
Cuando posponemos una tarea que nos genera angustia, estamos desaprovechando las reacciones químicas que ha generado el cuerpo para avanzar rápidamente y salir del peligro. Más bien, lleva a que el cuerpo esté constantemente generando sustancias que a la larga causan estrés, desmotivación y pensamientos reactivos.
Es mejor utilizar el miedo en el momento como si fuera una etapa del proceso.
Un trampolín
Piénselo así: el miedo le da a su cuerpo superpoderes para la búsqueda del logro, lo prepara para estar en su nivel más óptimo y enfrentar lo que venga.
Ese miedo es necesario para estar más alerta y no perder detalle, para reaccionar más rápido y tomar decisiones más calmadas en momentos de estrés. Al fin y al cabo, no se trata de una serpiente, ya que en el mundo de los negocios muchas veces la parálisis es más peligrosa que la acción. Un vendedor que no se mueve, un proveedor de servicio que no se atreve o un jefe que no decide, será devorado por el mundo del cambio y la competencia.
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El miedo a fallar es un absurdo cuando la peor consecuencia es aprender. Está bien equivocarse, pero está mal no aprender de sus errores. Está mal tener un carácter tan débil e inseguro que no reconoce su posibilidad de errar. Los momentos de mayor aprendizaje y crecimiento se dan del reconocimiento de los errores y del actuar sobre ellos.
Los héroes y los que son vistos como desvalidos, son aquellos que reciben la gloria al demostrar que enfrentan los retos sin importar los miedos o las probabilidades de fallar. Son ellos a quienes les aplauden las multitudes. Los que se paralizan no recibirán los aplausos, no tendrán los logros y vivirán solo en su etapa de miedo.
La “parálisis por análisis” debe ser enfrentada. Piense que si usted es quien conoce la información y es quien ha analizado más el asunto, sus probabilidades de fallar son menores que quien no lo ha hecho. Recuerde que “lo perfecto es enemigo de lo bueno”.
Decida, actúe y ejecute, antes de que el pendiente se vuelva más peligroso que la serpiente y muerda su puesto.
Con la práctica, aprenderá a utilizar y no enfrentar su miedo. A saber actuar en su presencia, a tomar las decisiones correctas y avanzar en lugar de huir. A cambiar el paradigma del luchar o huir, por el de actuar y avanzar.
Como escribió Meg Cabot: “El valor no es la ausencia del miedo, sino la sabiduría de que hay algo más importante que el miedo. El valiente tal vez no viva por siempre pero el cauteloso no vivirá del todo”.
*Strategy Managing Partner / Dilectus