El CEO de Tesla, Elon Musk, y el cofundador de Twitter, Jack Dorsey, protagonizaron a finales del año anterior un intercambio de tuits acerca de sus opiniones sobre la Web 3.0.
Musk expuso sus dudas al decir que la Web 3.0 o Web3 parecía más mercadeo que realidad, a lo que Dorsey respondió que está “entre la a y la z”, refiriéndose a que está bajo control de la firma Andreessen Horowitz, un patrocinador primerizo de Facebook.
I’m not suggesting web3 is real – seems more marketing buzzword than reality right now – just wondering what the future will be like in 10, 20 or 30 years. 2051 sounds crazy futuristic!
— Elon Musk (@elonmusk) December 20, 2021
La conversación volvió a poner en el foco la consolidación de la Web3, uno de los siguientes pasos revolucionarios del Internet, una nueva etapa de la red mundial, según prometen sus defensores.
Con la Web 3.0 se espera que Internet se constituya como un espacio más participativo y con más oportunidades para los usuarios.
“Los usuarios, creadores y desarrolladores tendrían participaciones y voto (...). Tal vez voten para cambiar la plataforma”, de la misma manera que funciona una cooperativa, le dijo Benedict Evans, analista independiente especializado en Silicon Valley, a la agencia AFP.
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Jason Ulloa, director de la Escuela de Tecnologías de Información de la Universidad Cenfotec, enumeró algunos de los cambios que se esperan:
- Acceso a cientos de datacenters a nivel mundial, por lo que los usuarios podrán elegir quién y cómo guardan sus datos.
- Mecanismos mejorados de protección ante noticias falsas.
- La forma de compartir archivos cambia: estarían comprimidos con algoritmos que no pueden modificarse.
- Mayor capacidad de procesar altos volúmenes de datos.
Esto significa un desafío para las empresas tecnológicas, como las del big tech: Alphabet (propietaria de Google), Amazon, Apple, Meta (matriz de Facebook) y Microsoft. Estas compañías han acumulado poder y recursos y dirigen hoy muchos de los cambios en la industria.
La Internet que conocemos actualmente es la 2.0, donde se empezaron a aplicar distintos sistemas para que todos los usuarios pudieran acceder sin problemas a diversos sitios, como Google, YouTube y otras redes sociales.
No obstante, la nueva web pone sus esperanzas en diversas tecnologías como el blockchain y las criptomonedas para acuñar estos cambios.
Apalancadores
La Web 3.0 buscará que Internet deje de estar centralizada y vuelva a sus raíces descentralizadas, con protocolos abiertos para los usuarios. Aquí entra en juego una tecnología que podrá ser clave para este asunto: el blockchain o cadenas de bloques, donde los programas informáticos se ejecutan en redes de miles o millones de ordenadores.
Hasta ahora, esta tecnología ha permitido el surgimiento de criptomonedas como el bitcóin y, más recientemente, de los objetos digitales únicos como dibujos o animaciones llamados NFT (siglas en inglés para token no fungible).
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En síntesis, un NFT es un activo digital que representa objetos reales o virtuales que denota que el activo es único, distinguible de cualquier otro. Quien lo posee, tiene derechos sobre su uso y es su dueño original, así como ocurre con una pintura.
El blockchain permite que las transacciones se hagan de manera segura y privada. Por lo tanto, la idea es que ningún usuario externo pueda centralizar las operaciones, lo cual permite esa diferenciación con respecto a los sistemas que conocemos actualmente.
“Su principal valor es la descentralización, es decir, crear una red más equitativa y restar poder a los ‘gigantes de Internet’, tal como subrayan quienes están detrás del concepto”, comentó Ulloa.
Esta situación podría disminuir el poder de las grandes corporaciones y dar más espacio a los usuarios en la toma de sus decisiones y en la forma de navegar por la red. Un ejemplo de ello son las transacciones que ya se están viendo con la compra de activos digitales o la generación de dinero a través de Internet como ocurre con los juegos en línea de NFT.
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Estas finanzas descentralizadas (o DeFi, en inglés) entrarán en el 2022 en casos de uso más localizados en la cotidianidad, según auguran algunos especialistas.
Además, otro paso hacia una nueva Internet es el metaverso, palabra que designa entornos virtuales compartidos. Meta y otras compañías proponen crear un mundo digital en donde se desarrollen las interacciones humanas del mundo físico; se podrá acceder e intercambiar ideas en diferentes grupos y comunidades, en línea y en tiempo real.
No obstante, el hecho de que el metaverso esté bajo el auspicio de las mismas grandes tecnológicos eleva el escepticismo de algunos sectores sobre los objetivos de la Web 3.0.
“Basado en algunos indicadores, podría ser demasiado pronto para empezar a alejarse de la Web 2.0. Aún queda mucha vida en ella (...). No hay duda de que estas organizaciones tienen algunas de las capitalizaciones de mercado más grandes del mundo financiero”, dijo a Forbes Anthony Trippe, director de Patinformatics, una firma de asesoría tecnológica.
Asimismo, existen aspectos de las criptomonedas que alejan todavía hoy a potenciales usuarios y que podrían ser un obstáculo para la consolidación de la Web 3.0. Uno de ellos es su volatilidad.
Como sucede con el bitcóin, el valor de este criptoactivo está expuesto a fluctuaciones: ha rozado los $70.000 pero ha caído también a los $30.000.
“Las aspiraciones y la creencia que tiene mucha gente y el deseo de un universo verdaderamente inclusivo, participativo y abierto en línea es algo muy válido. Pero la mayor parte de la actividad sigue siendo especulación financiera, la mayor parte de estas plataformas siguen siendo realmente inmaduras, aseguró Kevin Werbach, profesor de blockchain de la Universidad de Pensilvania, al medio Business Insider.
Si bien en Costa Rica no se ha desarrollado ninguna tecnología relacionada a la Web 3.0, el país no está aislado de estos cambios. El uso de algoritmos de blockchain y las transacciones con criptomonedas –aún escasas– son las principales formas en que se acerca la Web 3.0 a la cotidianidad.