El déficit fiscal de agosto pasado alcanzó el nivel más alto en los últimos seis años, con un nivel de 3,7% como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) proyectado para este año.
El crecimiento del déficit con respecto al año anterior para el mes de agosto es de 22,5%, la variación interanual más alta desde el 2013.
Este resultado responde por una importante caída de los ingresos del Gobierno, especialmente los ingresos tributarios sobre las importaciones, que registraron un descenso de 2,8%.
El impuesto de ventas creció 2,3 puntos porcentuales menos que el año anterior y el impuesto al consumo decreció 11,3%.
En cuanto a los gastos, los denominados corrientes siguen teniendo un crecimiento sostenido, de 8,9%, casi un punto más de lo observado el año previo.
De los gastos, el crecimiento más importante lo tuvieron los intereses de la deuda, que crecieron 18,9%, especialmente de deuda interna.
Por otro lado, los gastos por bienes y servicios y cargas sociales crecieron menos.
Los sueldos y salarios de agosto crecieron tres veces más que en el mismo mes del 2017.
Las inversiones y transferencias arrojaron resultados negativos, decreciendo 7,6%, lo que implica menos inversión interna.
Para Rocío Aguilar, ministra de Hacienda, resulta preocupante el resultado de las cifras fiscales de agosto y sus implicaciones.
“Preocupa sobre todo cuando, a cuatro meses de terminar el año, seguimos buscando acuerdos para lograr la aprobación del proyecto para fortalecer las finanzas públicas”, enfatizó Aguilar, refiriéndose al proyecto de ley que aún se encuentra en la Asamblea Legislativa.
Aguilar aseguró que es imperante la necesidad de contar con ingresos frescos para enfrentar de una mejor manera el pago de la deuda, los programas sociales y los proyectos de inversión pública.