Llegó diciembre… y empieza el clásico: pensar en las metas SMART para el próximo año.
Comprometerse con una rutina de ejercicio es una excelente meta y es, ademas, un acto de amor propio: músculos fuertes, órganos sanos, un cuerpo ágil y una mente joven.
Pero el que mucho abarca poco aprieta… y, si aprieta mal, se lesiona. Ese es uno de los errores que nos pueden hacernos pasar de la “milla extra” directo a reposo médico.
Así que, antes de escribir la Carta al Niño, repasemos 5 errores súper comunes (según Harvard Health) que nos sabotean el progreso.
1. “A lo que vinimos” (sin calentar) nos puede lesionar
“¡Qué fácil se estira un chicle recién salido del paquete!”… dijo nadie, nunca.
Visualicen a nuestros músculos como un chicle: si está frío y seco, se quiebra; pero si lo “masticamos” un rato (o sea, lo calentamos y lo humedecemos) se vuelve flexible.
Al envejecer, nuestros músculos y tendones tienen menos contenido de agua, por lo que se vuelven menos elásticos y más propensos a un desgarro. Si empezamos el entrenamiento con tirones creyendo que estamos “estirando”, estamos comprando números para la rifa de la lesión.
El calentamiento sirve, precisamente, para elevar la temperatura interna y mandar sangre (y, por ende, oxígeno) a la zona de trabajo para que los músculos estén preparados para realizar las acciones fuera de la cotidianidad que vamos a pedirles realizar.
Unos 10 minutos de movimientos sencillos y repetitivos son suficientes. Pero ojo, repitan conmigo: estirar no es calentar. Estiramos al final, #chasGracias.
2. “Todo o Nada” suele terminar en… nada
Un chocolate no engorda a nadie; una ensalada no adelgaza a nadie; un entrenamiento no fortalece a nadie.
Si vamos a proponernos entrenar, que sea mínimo día de por medio. Sí: los músculos necesitan 48 horas de recuperación, pero si dejamos pasar más tiempo, el cuerpo piensa que corrimos porque nos perseguía un perro, no que estamos preparando una maratón.
Y no se vale meter toda la semana en una sola sesión de “hoy sí me mato”… Eso solo multiplica el riesgo de lesión y no ayuda a la meta. Para que el cuerpo entienda que está entrenando para un objetivo debe tener frecuencia de entrenamiento.
De hecho, la OMS recomienda 150 minutos a la semana de actividad física moderada. A mí me suena 30 minutos de lunes a viernes, pero pueden dividirlo como mejor convenga.
Dentro de esos 30 minutos puede estar entrenamiento de fuerza, todo bien. Pero no me vayan a sacrificar las pesas por el cardio, por favor. Dediquémosle tiempo a fortalecer cada grupo muscular, de día de por medio.
3. Para mejorar, también hay que descansar
Sí: recibir estímulos con la frecuencia necesaria marca la “difirenthia”, decía un amigo. Pero, atención, el músculo no crece cuando lo usamos, sino, cuando descansa.
Si trabajamos el mismo grupo muscular todos los días, no le damos chance de repararse y fortalecerse. Repito: después de una sesión de fuerza, el músculo necesita unas 48 horas para reconstruirse y estar listo para el nuevo estímulo.
Ahora, para los que no perdonan un día de entreno, la solución es alternar grupos musculares. Por ejemplo lunes, miércoles y viernes de piernas; martes, jueves y sábado de torso. Así, mientras un grupo muscular descansa.

4. Levantar deMASiado peso solo beneficia al ego
“Año nuevo, rutina vieja: La última vez que fui al gym, cargué 45 lbs de cada lado”. Entonces, volvemos directo a eso y en 3, 2, 1… jalonazo y reposo casi garantizado.
Y estoy siendo buena gente. Para muchos, las vacaciones no han sido semanas, sino meses o hasta años. Bottom line, pausa navideña o no: si priorizamos el peso sobre la técnica, fortalecemos el ego, no, los músculos.
Retomemos (o empecemos) con pesos más ligeros, concentrándonos en la técnica perfecta. ¡Para eso son los espejos!
Cuando logremos hacer el movimiento en 6 segundos, respirando y exhalando cómo y cuándo corresponde, con el core tight, ahí sí subimos peso. Antes, no.
5. El Jorobado de Notre Gym
Y, hablando del core tight... entrenar con los hombros encorvados y la espalda redondeada es invitar a la lesión a estrenar el año.
Activemos el core, alarguemos la columna, cerremos las costillas, hagamos pilates.... Eh digo...
Una buena postura se ve bien, se siente bien y nos acompaña fuera del gym: al sentarnos, caminar, cargar bolsas, alzar a los güilas… todo; y nos salva del eterno dolorcito de espalda, especialmente para los que tenemos trabajos de escritorio.
Final reminder, chequellos: la clave de un estilo de vida saludable no está en hacer algo espectacular un solo día, toca crear el hábito y eso requiere motivación y voluntad.
Nuestro cuerpo es la herramienta con la que vivimos la vida. Cuidémoslo como se merece en 2026: propongámonos entrenar lo justo y necesario, después de calentar, y con buena técnica y postura.
¡Qué el Niño nos traiga salud, y el querer y el hacer para cuidarla!
