La producción nacional avanza en dos carriles claramente diferenciados. Mientras algunos sectores muestran dinamismo, el crecimiento económico no logra permear con la misma fuerza en todas las áreas productivas, ni garantiza que la riqueza generada permanezca en el país.
En 2024, el producto interno bruto (PIB) alcanzó un 4,3%, superando el promedio de 1,7% de las economías pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Sin embargo, la riqueza que se queda en el territorio nacional a través del Régimen Definitivo crece a un ritmo mucho más lento que la que se mueve en el Régimen Especial, donde buena parte de las utilidades fluye hacia las casas matrices de empresas extranjeras.
Esa brecha se evidencia con claridad en los resultados más recientes. Mientras el Régimen Definitivo registró una variación interanual de apenas un 3% en el PIB durante el segundo trimestre del 2025, el Régimen Especial alcanzó un 10,3% en el mismo periodo, ampliando aún más la distancia entre ambas esferas productivas.
De acuerdo con el Informe del Estado de la Nación 2025, esta disparidad alimenta un “crecimiento económico poco inclusivo en Costa Rica”, una descripción que sintetiza cómo un país puede expandirse sin que sus beneficios se distribuyan de manera equilibrada.
La paradoja es evidente: el segmento productivo que más crece representa solo el 15% de la economía y el 21% del empleo nacional. Es decir, el sector que más impulsa la producción y genera mayores flujos de dinero constituye, en realidad, una fracción limitada del tejido económico del país.

Ingreso nacional disponible
Esa dualidad, que caracteriza el pulso productivo costarricense, sostiene una base frágil: la limitada capacidad del país para retener y multiplicar la riqueza que genera. La diferencia entre el PIB y el ingreso nacional disponible (IND) —el monto que efectivamente se queda en el territorio— es el indicador que revela esta tensión. En 2024, la brecha alcanzó un 9%, reflejando cuánto de la producción generada termina saliendo del país.
Marco Hidalgo, investigador del Estado de la Nación, comentó que una de las hipótesis de por qué sucede esa brecha es porque “tenemos una actualidad en la economía costarricense un sector externo exportador que es bastante rentable y un sector tradicional que está un poco desagregado”.
El informe señala que “la creciente repatriación de utilidades de empresas extranjeras a sus casas matrices, particularmente aquellas ubicadas en las zonas francas (...) son las únicas que incrementaron el flujo de inversión extranjera directa (IED) al país en el 2024”.
Las cifras también muestran que la distancia sigue aumentando. En 2019, la brecha entre el PIB y el IND fue de ¢1,9 billones; para 2025, las estimaciones del Banco Central de Costa Rica (BCCR) proyectan que alcanzará los ¢4,1 billones, casi el doble en solo seis años.
Resultado de los regímenes
De acuerdo con Leiner Vargas, catedrático del Centro Internacional de Política Económica (CINPE) de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA), las actividades altamente intensivas en conocimiento que se encuentran dentro de las Zonas Francas —parte del Régimen Especial— permiten “una gran ventaja competitiva en ese segmento de la producción”.
En el régimen definitivo, por otra parte, “la productividad está estancada”, según Vargas. El sector construcción es uno de los que se desarrolla bajo dicho régimen.
Mientras el Régimen Especial mantiene tasas de crecimiento de dos dígitos, el Régimen Definitivo no supera el 4,3% en su variación interanual trimestral desde 2023, evidenciando la profundidad de la brecha.
A esto se suma la disparidad interna entre ramas productivas. La actividad agropecuaria orientada a la exportación —café, banano y piña— creció por encima del promedio sectorial en 2024 y 2025, con índices anuales de 109,5 y 106,4, respectivamente. En cambio, la producción agrícola destinada al mercado interno, donde se concentra la mayoría de los productores, registró índices de 99,3 y 99,6 en esos mismos años.

“Esta situación ha creado dificultades para generar nuevos puestos de trabajo. El empleo agropecuario en el 2023 creció a una tasa de 1,2% y el de construcción en 0,5%, ambos muy por debajo del promedio nacional de 5,25% (promedio de los cuatro trimestres del año). En el 2024, a pesar de que la ocupación laboral en el país crece en 5,1%, en ambas actividades empeora significativamente, con decrecimientos del 5,8% y 6%”, indica el Informe.
La economía costarricense, atravesada por este sistema dual, muestra sectores altamente vinculados a cadenas globales que avanzan con rapidez y otros que operan con productividad limitada y demanda inestable. La coexistencia de ambos ritmos profundiza las diferencias.
“A diferencia del turismo, donde el valor agregado es altamente nacional y es una actividad que ha tenido un alto estímulo en Costa Rica, en los segmentos de la industria de Zona Franca cuesta mucho avanzar en el valor agregado local y cuesta mucho porque lo que nosotros hacemos es parte de una cadena de valor global en donde las compañías no están necesariamente interesadas en producir la totalidad de la actividad en un solo país y eso al final genera precios de transferencia”, explicó Vargas.
En conjunto, los datos confirman que Costa Rica transita un modelo económico que produce cada vez más, pero no necesariamente para sí misma. Mientras una parte del aparato productivo sostiene el dinamismo y atrae inversión, otra enfrenta estancamiento, débil generación de empleo y una capacidad limitada para transformar su esfuerzo en riqueza interna.
