¿Es verdadera o falsa la persistente afirmación de que no resultaría necesaria una reforma fiscal si la Administración Tributaria aplicara correctamente los tributos existentes? ¿Bastaría con exprimir hasta la última gota los tributos existentes para hacer desaparecer el déficit?
Según datos del Ministerio de Hacienda, la evasión fiscal en el impuesto sobre la renta e impuesto sobre las ventas, alcanzó un 7,75% del Producto Interno Bruto (PIB) en el 2012. Aún no existen datos que hayan estimado la evasión fiscal del recién terminado 2014 como porcentaje del PIB, pero es probable que el porcentaje de evasión siga siendo similar.
Por otra parte, el déficit fiscal fue de un 4,4% de la producción en el 2012 y de un 6% del PIB en el 2014.
Quienes quieran defender la idea de que basta con cobrar bien los impuestos existentes, podrían decir que si se lograra recaudar el 7,75% del PIB que representa la evasión fiscal en los impuestos sobre la renta y sobre las ventas, se estaría eliminando el déficit fiscal del 6% del PIB.
Esa afirmación equivaldría a pensar que Costa Rica va a ser el primer y único país del mundo en lograr la virtual eliminación de la evasión. ¡Qué bueno sería eso! Pero comparemos las cifras costarricenses sobre evasión, con las cifras de otros países con sistemas tributarios desarrollados y Administraciones Tributarias estrictas.
En Brasil la evasión fiscal alcanza un 13,42% del PIB, en España un 7,63%, en Francia un 6,69%, en Alemania un 6,50%, en Reino Unido un 4,86%, en Japón un 3,11% y en Estados Unidos un 2,31% según datos de la Tax Justice Network.
Incluso si lográramos reducir de un solo golpe nuestra actual evasión del 7,75% del PIB al porcentaje de Estados Unidos del 2,31%, lograríamos una recaudación adicional del 5,44% de la producción. Esto resulta insuficiente para llenar el gran bache del déficit fiscal del 6% del PIB.
Hay que admitirlo: nuestras leyes de Impuesto sobre las Ventas y Sobre la Renta datan de 1982 y 1987 y por encontrarse desfasadas, no gravan una gran cantidad de manifestaciones de riqueza que pasan a través de ellas como a través de un colador.
En días recientes se publicó la noticia de que la participación del impuesto de ventas en la generación de recursos públicos ha disminuido, porque las actividades de manufactura y el comercio se encuentran a la baja.
Por otro lado, el Ministerio de Hacienda sentirá el impacto de la caída en los precios del petróleo, que se reflejará en una menor recaudación del impuesto único a los combustibles.
No solo se trata de que nuestras desfasadas leyes tributarias no graven importantes manifestaciones de riqueza porque esas leyes así lo permiten.
El no gravamen de los servicios con IVA y el hecho de que no se admita la deducibilidad de algunos gastos, como por ejemplo los médicos, hacen que casi nadie reporte los honorarios que paga a los médicos.
Así hay sectores que forman parte de una economía sumergida que ningún ejército de funcionarios de la Administración Tributaria va a lograr sacar a la luz.
Para colmo de males, la recaudación aumenta levemente a pesar de los esfuerzos de la Administración Tributaria, pero el gasto público corre desbocado.
La lucha contra la evasión debe ser un cometido permanente de la Administración Tributaria, pero disminuir sustancialmente la evasión toma muchos años y depende en buena medida no solo de los esfuerzos de la Administración Tributaria, sino también del sistema impositivo que se aplica.
Entonces, pareciera ser que la reforma es inevitable, como inevitable debería ser un sustancial recorte del desenfrenado gasto público.