De hablar pausado, pero sin titubeo y beligerante. Jurista de carrera y magistrado por pasión. Así era Luis Paulino Mora Mora, quien llegó al Poder Judicial para quedarse, más allá del tiempo de su pensión y hasta que la muerte lo separara de ahí.
Fue fundador de la Sala Constitucional, en 1989, y 10 años después (1999) se convirtió en el presidente de la Corte Suprema de Justicia, puesto en el que se desempeñó hasta el domingo en la noche, cuando falleció tras un agravamiento por neumonía y diabetes.
Tenía la jubilación firmada desde el 2002, pero nunca le hizo caso. Era un convencido de la permanencia de los magistrados en sus cargos para concretar acciones y garantizar la independencia de los jueces. Así lo dejó claro en una entrevista que concedió a El Financiero en el 2009. “Hay países donde al presidente (de la Corte) lo cambian cada año y es muy poco lo que pueden hacer (…) A corto tiempo no se puede lograr la transparencia que estamos logrando acá”.
Algunos le atribuyeron amor al poder. Mora siempre dijo que cada vez su voto en la Sala IV valía menos y que el poder que le atribuían era irreal.
“No tengo ningún poder político. Mi acción es puramente jurisdiccional. Tengo la capacidad en la Sala IV de votar en relación con la validez de la acción política, pero cada vez que he ascendido voy teniendo menos poder (…) Soy muy celoso de mi independencia y no acepto que nadie me comprometa en el tema de un voto. La gente lo sabe y guarda distancia”, dijo en aquella entrevista.
Durante sus 13 años de mandato, se profundizó la crisis en la imagen de la Asamblea Legislativa y hubo un consecuente debilitamiento del Poder Ejecutivo. Este contexto fortaleció al Poder Judicial en la vida institucional del país, sobre todo por el peso de la Sala IV, que pasó a tomar decisiones que en principio eran competencia de los otros dos poderes atrofiados.
A Mora lo relacionaron siempre con Liberación Nacional y sobre todo con el expresidente Oscar Arias, por haber sido su ministro de Justicia en la primera administración (1986-1990). Sin embargo, siempre dijo que así como estuvo de cerca, también hubo distanciamientos.
Nunca negó recibir presiones por los temas, pero defendió su independencia a la hora de emitir su voto o su criterio. “Tengo en mi escritorio expedientes donde hay presiones, lo importante es que yo los resuelva con independencia, solamente mirando lo que dice la Constitución y la ley”, manifestó en esa conversación con EF.
Incluso reconoció que cuando en la silla de los acusados están los políticos hay presiones políticas. “El juez en ese caso debe tener la capacidad necesaria para ser independiente”, manifestó.
A sus 68 años (cumpliría 69 el próximo 8 de abril) siempre se le vio como el hombre que manejaba los hilos de todo ese engranaje tras bambalinas, en especial por su larga permanencia en el poder de la corte: sus 14 años al frente de la Corte solo fueron superado por los 20 años de Fernando Baudrit (quien también falleció como presidente de la Corte, en 1975) y son prácticamente los mismos de Nicolas Oreamuno, en los 61 presidentes ha tenido la Corte.
Su muerte repentina deja abierta la pregunta de si habrá continuismo de sus políticas y forma de administrar o de planteará un nuevo estilo que plantee otra forma de llevar las riendas del Poder Judicial.