En Sabana Redonda de Poás, un pequeño taller artesanal convierte granos de cacao en chocolates reconocidos por su pureza y trazabilidad.
Catica Chocolates, una empresa familiar fundada por las hermanas Eugenia y Ana Catalina Valerio, obtuvo por segundo año consecutivo una medalla en la final mundial de los International Chocolate Awards, esta vez de bronce y antes de plata, donde compite con su manteca de cacao como una de las mejores del planeta.
“Nos conectamos muy temprano porque la premiación es simultánea para todos los continentes. Luego la ceremonia queda disponible en línea y ahí mismo se descarga el certificado del premio”, explica Eugenia Valerio, abogada de profesión y hoy empresaria chocolatera, sobre el esperado momento.
El galardón, que se entrega en formato digital, incluye un sello oficial que acredita la distinción, el cual aparece impreso en el reverso de sus barras de chocolate.
Un proyecto que germinó en un potrero
Catica nació en 2016, cuando las hermanas Valerio decidieron transformar un terreno ganadero, sin un solo árbol, en una finca agroforestal a escasos kilómetros del Parque Nacional Tortuguero.
“Queríamos hacer algo que contribuyera al ambiente y a la salud de las personas. Por eso elegimos el cacao como medicina y bosque al mismo tiempo”, relata la hermana.
Por cada hectárea sembrada, la finca alberga más de 1.100 árboles de cacao, acompañados de especies como plátano y guaba.
Por eso, tres años después, en 2019, comenzaron las primeras cosechas y el desarrollo de recetas propias.
“Mi hermana, que es ingeniera industrial, pasó seis meses formulando las recetas hasta llegar al punto ideal. Por supuesto, nada de eso se vendía, porque era pura experimentación”, recuerda.

Del árbol a la barra
El negocio se distingue por su modelo tree to bar (del árbol a la barra), una práctica poco común incluso entre chocolateros artesanales.
Ellas no compran cacao: lo producen, fermentan, secan y procesan dentro de su propio sistema de calidad.
“Eso nos permite controlar todo: la materia prima, la fermentación, el secado y la elaboración del chocolate final. No usamos saborizantes ni aditivos artificiales”, señala Valerio.
La empresa además mantiene una filosofía de producto “limpio y saludable”, donde todos los chocolates son sin gluten, sin lácteos, sin preservantes, con certificación Kosher (producto alimenticio que cumple con las leyes dietéticas judías) y aptos para personas diabéticas.
“Queremos que cualquier persona pueda disfrutar del chocolate, sin importar si tiene alergias o restricciones”, dice.
Aprender desde cero
Aunque hoy lidera la comercialización de la marca, Eugenia Valerio nunca planeó dedicarse a la comercialización de chocolate.
“Yo soy abogada, no tenía idea de mercadeo. Empecé porque mi hermana me trajo bolsas de chocolate sin empaque y me dijo que viera qué hacía con eso. Salí a venderlas para probar, sin siquiera cubrir el costo, solo para tener retroalimentación. Y la gente empezó a pedir más”, cuenta entre risas.
Ese primer ejercicio derivó en una pyme consolidada justo antes de la pandemia.
El contexto sanitario, lejos de frenarlas, impulsó su crecimiento dado que los consumidores comenzaron a buscar productos naturales y saludables, un segmento donde Catica ya tenía posicionamiento gracias a su enfoque en ingredientes puros.
En consecuencia, durante los cierres de 2020, Eugenia aprovechó el tiempo para aprender marketing digital.
“No sabía usar Instagram, así que me dediqué a leer, ver tutoriales, entender hashtags y formatos. Luego tomé cursos con Procomer (Promotora de Comercio Exterior) para fortalecer el área comercial. Todo ha sido aprendizaje sobre la marcha”, comenta.

Producción sostenible y fuerza femenina
El nombre “Catica” no es casualidad: proviene de “cacao” y de “tica”, porque procura incorporar dentro de la fuerza laboral a mujeres de la zona.
“Sabemos que en áreas rurales muchas veces es más difícil para las mujeres acceder a empleo formal. Por eso tratamos de abrirles espacio, tanto en el campo como en la fábrica”, explica Valerio.
Actualmente, en el negocio diez personas trabajan en el cultivo, otras cuatro en la fábrica en Sabana Redonda de Poás y tres más en las oficinas ubicadas en Belén de Heredia, desde donde gestionan la distribución y las entregas.
La madre de las hermanas fundadoras, artista plástica, también forma parte del equipo con pinturas para adornar los empaques.

Dos líneas de venta
Catica opera bajo dos líneas principales. La primera es gastronómica, dirigida a hoteles, cafeterías y reposterías que utilizan su cacao en polvo, chispas, manteca y chocolate para repostería.
La segunda es de consumo directo, con barras, trufas y bombones, ideales para el cliente final o para regalos corporativos.
Los productos se comercializan en macrobióticas, mercaditos orgánicos y supermercados especializados, además de ventas directas en oficinas y entregas a domicilio. Asimismo, la empresa ofrece atención personalizada a través de sus canales digitales.
Por ahora, la empresa comercializa únicamente dentro del país, pero su objetivo es dar el salto internacional.
“Ese es el sueño: que puedan disfrutar nuestros productos fuera de Costa Rica, pero sin dejar de tener raíces aquí. Queremos que siga siendo un chocolate con identidad nacional”, afirma Valerio.
Mientras disfrutan del reciente éxito mundial, las hermanas continúan su proceso productivo y estrategia de exportación.
