“Váyase a la CÁRCEL. Si pasa por la SALIDA, no cobre los ¢200”. “Se le concede la libertad. Salga gratis de la cárcel. Guárdela por si la necesita o véndala”. “Libere sus propiedades. Pague ¢25 por cada rancho y ¢100 por cada hacienda”.
¿Recuerda estas frases? Tras varias horas de compras, ventas y regateos, darle vuelta a una tarjeta y tener que leer aquellas palabras podía significar un salvavidas económico o la quiebra inmediata. Por suerte, se trataba solo de un juego; eso sí, uno de los más queridos en Costa Rica en las últimas décadas.
Porque pocos juegos de mesa han dejado una huella tan profunda en los ticos como el Gran Banco. Esta icónica diversión, que indirectamente enseñó a generaciones el valor del dinero y la importancia de la planificación financiera, acaba de cumplir medio siglo de existencia y, aunque ya no se produce en el país, sigue despertando la nostalgia en miles de costarricenses.
El deseo de revivir las emociones de infancia ha motivado el comercio en redes sociales de nuevas versiones o reproducciones del juego, que es buscado casi como un “santo grial” por coleccionistas y nostálgicos.

Un lanzamiento envuelto en misterio
De acuerdo con la investigación del abogado Luis Diego Hidalgo Rivera, un estudioso y entusiasta de los juegos de mesa en Costa Rica, aunque algunos sitios web mencionan que el Gran Banco data de la década de 1950, su lanzamiento se dio varios años más tarde, entre 1970 y 1975.
Esta estimación no es aleatoria, sino que se basa en detalles específicos del propio juego. “En el tablero del juego hay cuatro transportes, uno de ellos es AEROVÍAS CARIARI y otro es AVE”, explica Hidalgo.
La clave está en el destino de estas aerolíneas. “Ave, compró Aerovías Cariari en el año de 1976, si Aerovías Cariari dejó de existir en 1976, pensamos que al menos existía en el año de 1975 y por eso fue incluida en el juego. Una revisión de periódicos de Costa Rica, en la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional, no refleja la existencia del juego de la década de los años 50 al año 1969”, añade.
De hecho una de las primeras menciones en la prensa de un juego “El Gran Banco” producido en Costa Rica, se da en marzo de 1973, cuando se realizó una feria en David, Panamá, donde era comercializado por Distribuidora de Juguetes S.A.

Más que un “Monopoly tico”
A menudo, el Gran Banco es percibido como una simple versión local del afamado Monopoly. Sin embargo, Hidalgo matiza esta afirmación, especialmente en sus inicios.
“No, el Gran Banco no es ni fue, en estricto sentido, una versión local de Monopoly de aquella época”, enfatiza. La diferencia clave radica en las propiedades. Mientras que el Monopoly original se basaba en calles de Atlantic City, Nueva Jersey, el Gran Banco optó por una identidad más arraigada en el suelo costarricense.
Un juego predecesor, el Nibanco, sí se enfocaba en calles y avenidas de San José, pero el Gran Banco fue más allá, abrazando prácticamente toda la geografía nacional.
“Mientras que en San José, el Nibanco fue muy popular, más lo fue en el resto del país el Gran Banco, que no era de calles de San José, sino de ciudades de Costa Rica”, comenta.

Para Hidalgo, esta elección generó un profundo sentido de pertenencia entre los jugadores. “Los costarricenses en general se sintieron más representados al encontrar allí a las ciudades más importantes de la época, como Talamanca, Nicoya, Liberia, Esparta, Golfito, Puntarenas, San Antonio de Belén, San Ramón, Alajuela, Tres Ríos, Cartago, Escazú y San José”, agregó.
Si bien la concepción original distaba de ser un clon del Monopoly, Hidalgo reconoce que la evolución de los juegos de mesa modernos ha estrechado esta brecha.
“La licencia de Hasbro se abrió de calles a ciudades, y en versiones como el Monopoly Here and Now, de septiembre del 2006, encontramos ciudades en lugar de calles y avenidas. Aquí se matiza nuestra respuesta y entonces el Gran Banco, puede ser considerado una versión local del Monopoly, pero a partir del año 2006, fecha para la cual este ya no se producía en el formato original”, sentencia.
Creciente popularidad
Detrás de este fenómeno cultural en las décadas de 1980 y 1990, estaba la empresa Fotorama de Centroamérica S.A., responsable de fabricar y distribuir Gran Banco en Costa Rica.
Durante esas décadas, el juego ganó popularidad y se vendía en tiendas y librerías como Dimaco, La Gloria, Galerías Plaza de la Cultura, Universal, Lehman y Francisco Llobet. Su precio rondaba los ¢150 en los ochenta y los ¢500 en los noventa.
“Hubo dos versiones del juego, una en color azul y otra en verde, son muy parecidos. La dinámica era lanzar los dados y dar vueltas en el tablero pasando por ciudades de todas las provincias, comprando propiedades según el dinero que uno tenía, y si alguien pasaba por ahí tenía que pagar un peaje, había también multas y sorpresas, lo que hacía que pasáramos horas jugando”, explica Kenneth Briceño, creador de la página Fiebres Retro Costa Rica.
Sin embargo, la producción del Gran Banco dio un giro significativo en el año 2004, cuando Fotorama fue adquirida por Impresora Delta S.A., una empresa litográfica costarricense fundada en 1972.
Impresora Delta, especializada en la fabricación de empaques de cartón como cajas plegadizas, fabricó una nueva edición del juego con algunos cambios notables en su apariencia (logo, tablero, cartas y billetes), pero con la misma mecánica y reglas.
De acuerdo con Hidalgo, esta nueva versión del Gran Banco dejó de producirse hacia el 2022 y aunque actualmente los derechos del juego pertenecen a Toys de Costa Rica, no se ha vuelto a fabricar.
En su lugar, las tiendas comercializan la versión costarricense del juego Super Banco, fabricado por la empresa colombiana Ronda (Unitoys), que comparte algunos elementos del Gran Banco original, pero versiones actualizadas de ciudades, servicios, transportes y, por supuesto, precios.

Vivo por la nostalgia
Tanto Hidalgo como Briceño, coinciden en que el Gran Banco no fue solo un juego; fue una herramienta lúdica que, sin pretenderlo, introdujo a innumerables niños y jóvenes costarricenses a conceptos financieros básicos: la compra, la venta, el alquiler, la inversión, la hipoteca y la gestión de la escasez de dinero.
Las horas pasadas alrededor de ese tablero no solo forjaron recuerdos entrañables, sino que también sembraron semillas de conocimiento económico (e incluso de paciencia y carácter).
Para aquellos que crecieron en los 80 y 90, el Gran Banco original posee un aura especial, una carga nostálgica que su sucesor no logra replicar por completo. En foros en línea y discusiones entre aficionados, se percibe un anhelo por la versión clásica. Hay quienes expresan un deseo explícito de reconstruir el juego original, buscando fotos de los componentes y las reglas para poder recrearlo.
De hecho, tiendas en línea especializadas en artículos retro ofrecen esta versión desde los ¢18.500, permitiendo a los padres compartir con sus hijos una réplica de la experiencia que ellos vivieron.
Además, en las redes sociales de grupos de coleccionistas o Marketplace se ofrecen versiones originales del juego que, aunque un poco dañadas por el tiempo y con algunas piezas menos, superan los ¢30.000.
“Aunque hay una versión más moderna, el cariño por la edición que jugamos cuando éramos niños es especial. Los originales son versiones difíciles de conseguir, pero es un sentimiento distinto poder jugar con ellos”, afirma Briceño.
La existencia de este mercado es la prueba de que el legado del Gran Banco no es solo una colección de recuerdos, sino una herencia cultural viva que la gente desea poseer y revivir.