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Hay que recordar que el fútbol es un juego, no una batalla. El destino del país no estaba en juego ni material ni simbólicamente en Rusia 2018. Aquí pareciera residir el inicio de la explicación para el desborde pasional que se ha dado. En efecto, cuando el balompié se transforma en el principal referente de identidad nacional, algo grave pareciera estar ocurriendo en torno a ella.