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Ahora, la pregunta para China ya no es cómo competir, sino ¿cómo seguir adelante en una era de hostilidad estadounidense que ha realineado la dinámica global? Al mismo tiempo que el presidente Xi Jinping impulsaba acciones más agresivas hacia el exterior e imponía controles más estrictos hacia el interior, el gobierno de Donald Trump decidió comenzar una guerra comercial que ha dejado a los países al borde de una nueva Guerra Fría.


Renunciar a la cooperación multilateral conlleva resignarse a perder batallas como la del cambio climático, una actitud negligente que la Administración Trump ya ha adoptado con absoluto descaro. Vista esta alarmante dejación de funciones, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿de qué le sirve a un país ser la primera potencia mundial si, ante los grandes retos mundiales, su Gobierno elige condenarse a la impotencia?