La economía salvadoreña exhibió en 2025 un dinamismo superior al anticipado, alcanzando un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) cercano al 4%, según confirmó el Fondo Monetario Internacional (FMI) en diciembre. Este resultado supera ampliamente las estimaciones iniciales de 2,5% formuladas a principios de año por diversos organismos multilaterales.
El tercer trimestre marcó el punto más vigoroso del ciclo anual con una expansión del 5,1% interanual, la tasa trimestral más elevada desde el cuarto trimestre de 2021, cuando la economía se recuperaba de la contracción pandémica. El presidente Nayib Bukele había anticipado este desempeño al afirmar en diciembre que el crecimiento estaría “arriba del 4%”, proyección que inicialmente generó escepticismo pero que las cifras oficiales terminaron respaldando.
Construcción como locomotora económica
El sector construcción emergió como el principal motor de crecimiento en 2025, registrando expansiones del 27,15% en el tercer trimestre y del 33,9% en el segundo. Esta expansión respondió a megaproyectos de infraestructura pública y privada, destacándose el Aeropuerto Internacional del Pacífico, el Viaducto Francisco Morazán y obras de saneamiento en las que participan empresas españolas, principales inversores extranjeros con $284 millones en 2024.
La Oficina de Planificación del Área Metropolitana de San Salvador desbloqueó trámites para más de 500 proyectos de construcción, liberando inversiones estimadas en $5.000 millones. Este impulso constructor generó empleo directo e indirecto, contribuyendo a que El Salvador alcanzara una de las tasas de empleo más altas de Centroamérica: 97,3% de la población en edad de trabajar se encuentra ocupada.
Otros sectores exhibieron crecimientos notables. La minería y canteras se expandió 23,3%, mientras que la industria manufacturera creció 4,35% en el tercer trimestre, su mejor desempeño desde 2021. El Banco Central de El Salvador (BCR) destacó la recuperación de subsectores como alimentos procesados, aceites, lácteos, productos metálicos, plásticos y maquila textil.
Remesas: el pilar silencioso de la economía
Las remesas familiares batieron récords históricos en 2025, superando los $10.001 millones, lo que representa un crecimiento del 18% respecto a 2024. Entre enero y noviembre, los salvadoreños en el exterior enviaron $9.021 millones, equivalentes al 27,3% del PIB nacional, uno de los porcentajes más elevados de América Latina.
Este flujo, que proviene en un 95% desde Estados Unidos, refleja el esfuerzo extraordinario de la diáspora salvadoreña ante la incertidumbre migratoria. El Banco Interamericano de Desarrollo reportó que entre abril y julio, las mujeres centroamericanas en EE.UU. aumentaron su participación en trabajos de tiempo parcial en un 11,8%, y los hombres un 36,7%, incrementando así su capacidad de envío.
Paradójicamente, el 90% de las remesas se concentra en hogares que ya no son considerados pobres, planteando desafíos de inclusión para familias en pobreza extrema que carecen de parientes en el exterior. Además, los economistas advierten sobre la vulnerabilidad de este modelo ante posibles cambios en las políticas migratorias estadounidenses o la implementación del impuesto del 1% a remesas aprobado por el Senado de EE.UU., que entrará en vigor a partir del 31 de diciembre de 2025.
Turismo: del miedo al boom
El turismo consolidó su transformación como uno de los pilares económicos del país. En 2025, El Salvador recibió más de 4 millones de visitantes, un incremento del 17% respecto a 2024, generando ingresos superiores a $3.500 millones y aportando entre 11% y 12% al PIB.
Guatemala encabezó el origen de los visitantes con 1,4 millones de ingresos, seguida por Estados Unidos con 1,2 millones y Honduras con 764.000. La transformación del Centro Histórico de San Salvador, el desarrollo de Surf City y la percepción de mayor seguridad tras la implementación del régimen de excepción han sido factores determinantes en este auge turístico.
La ministra de Turismo, Morena Valdez, indicó que la planta hotelera demanda 10.000 habitaciones adicionales para 2030, lo que ha desencadenado una ola de inversión privada, incluyendo el JW Marriott San Salvador y hoteles de cinco estrellas en el Centro Histórico y las zonas de playa.
Inflación contenida y vulnerabilidades comerciales
La inflación cerró noviembre en 1,14% interanual, evidenciando un control notable en un contexto regional de presiones inflacionarias. Los sectores con mayor incremento fueron restaurantes y hoteles (3,48%) y bebidas alcohólicas (2,17%), reflejando presiones en servicios vinculados al auge turístico.
Sin embargo, el déficit comercial creció 18,7%, alcanzando $10.180 millones entre enero y noviembre. Las exportaciones sumaron $6.217,2 millones, con un modesto crecimiento del 3,7%, mientras las importaciones se dispararon 12,5% hasta $16.397,3 millones. Este desequilibrio subraya la dependencia del país de bienes de capital, materias primas y productos de consumo importados.
Este desbalance estructural revela el papel de doble filo de las remesas: si bien sostienen el consumo de los hogares, financian mayoritariamente la compra de bienes importados en lugar de la producción local. Economistas advierten que esta dinámica resta competitividad al sector exportador y profundiza la dependencia externa, un fenómeno que obliga al país a mantener flujos crecientes de divisas para sostener su nivel de importaciones.
El ocaso del experimento bitcoin
Enero de 2025 marcó un punto de inflexión en la política cripto del gobierno: la Asamblea Legislativa retiró al bitcoin su estatus de moneda de curso legal, cediendo a la presión del FMI como condición para acceder al programa de $1.400 millones. Desde entonces, su aceptación pasó de obligatoria a voluntaria, y ya no puede utilizarse para pagar impuestos.
Las remesas enviadas mediante billeteras de criptomonedas cayeron 33,4% en 2025, evidenciando el limitado arraigo del bitcoin entre la población salvadoreña. A pesar de ello, el gobierno mantiene más de 7.500 bitcoins valorados en $699 millones, y la directora de la Oficina de Bitcoin, Stacy Herbert, afirmó que El Salvador continuará comprando la criptomoneda “posiblemente a un ritmo acelerado”.
Consolidación fiscal y acuerdo con el FMI
El compromiso del gobierno con la consolidación fiscal avanzó en 2025. El FMI destacó que la meta del saldo fiscal primario de 1,9% del PIB está “bien encaminada hacia su cumplimiento”, y elogió la publicación del estudio actuarial de pensiones y del Marco Fiscal de Mediano Plazo.
El programa del FMI, aprobado en febrero de 2025 por 40 meses, contempla un ajuste fiscal de 3,5 puntos porcentuales del PIB distribuido en tres años. El presupuesto 2026, recientemente aprobado, es consistente con una reducción adicional del déficit junto con una expansión del gasto social.
No obstante, la deuda pública alcanzó $33.805 millones en octubre, equivalentes al 89,2% del PIB, con un incremento de $2.586 millones respecto a octubre de 2024. La deuda externa creció 18,7%, llegando a $15.074,9 millones. El servicio de la deuda absorberá $2.784 millones en 2025, representando el 28,8% del presupuesto general, limitando el espacio fiscal para inversión social y productiva.
Hegemonía política y clima de inversión
El desempeño económico se enmarca en una hegemonía política incuestionable. Tras consolidar el control total del Ejecutivo y la Asamblea Legislativa, la administración de Nayib Bukele ha mantenido el régimen de excepción como piedra angular de su gestión.
Si bien esta política de “mano dura” ha reducido drásticamente los costos operativos derivados de la extorsión y ha disparado la confianza del consumidor y el turismo, analistas internacionales señalan que la falta de contrapesos institucionales podría derivar en inseguridad jurídica a largo plazo.
La capacidad del gobierno para maniobrar legislativamente —evidenciada en la rápida derogación de la obligatoriedad del bitcoin para complacer al FMI— demuestra un pragmatismo vertical que agrada a ciertos inversores por la rapidez de ejecución.
No obstante, las agencias calificadoras mantienen la cautela ante un modelo donde la estabilidad económica depende casi exclusivamente de la popularidad y las decisiones centralizadas de una sola figura política, sin un sistema de frenos y contrapesos robusto.
Empleo formal versus informalidad estructural
El Salvador cerraría 2025 con la segunda tasa de empleo más alta de Centroamérica, con un 97,3% de la población en edad de trabajar ocupada y apenas 2,7% de desempleo abierto. Sin embargo, estos indicadores aparentemente positivos ocultan una realidad más compleja: casi el 70% de los trabajadores se encuentra en el sector informal, sin seguridad social ni condiciones laborales estables.
La Secretaría de Integración Económica Centroamericana advirtió que “un bajo nivel de desempleo puede coexistir con alta informalidad, cobertura limitada de protección social y condiciones laborales precarias, lo que evidencia que la cantidad de empleo no garantiza su calidad”.

Perspectivas y desafíos para 2026
La CEPAL proyecta un crecimiento del 3,4% para El Salvador en 2026, mientras el FMI anticipa “muy buenas perspectivas”. Sin embargo, la economía salvadoreña enfrenta vulnerabilidades estructurales: alta dependencia de remesas, déficit comercial creciente, deuda pública elevada y exposición a cambios en las políticas comerciales y migratorias estadounidenses.
El Salvador cerró 2025 con un desempeño económico superior al esperado, impulsado por megaproyectos de infraestructura, remesas récord y un turismo en expansión. El desafío para 2026 será transformar este crecimiento coyuntural en desarrollo sostenible, diversificando la base productiva, reduciendo la informalidad laboral y consolidando un modelo menos dependiente de factores externos. La consolidación fiscal y el cumplimiento del acuerdo con el FMI serán determinantes para atraer inversión de largo plazo y reducir la vulnerabilidad ante choques externos en una economía dolarizada.
