El desempeño económico de América Latina y el Caribe para el próximo año estará condicionado por un entorno global de incertidumbre y una demanda externa fluctuante.
Según el análisis de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la región se mantiene en una trayectoria de bajo crecimiento, con una tasa promedio estimada del 2,3% para el año 2026.
Dentro de este panorama general, la subregión centroamericana muestra un comportamiento diferenciado respecto al resto del continente, impulsada por vínculos comerciales específicos y flujos financieros externos.
Sin embargo, no todas las economías del istmo avanzarán al mismo paso, evidenciando una heterogeneidad en las capacidades de expansión productiva entre los países vecinos.
El informe Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe 2025, publicado el 16 de diciembre por el organismo, detalla las proyecciones de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) para cada nación.
El documento identifica que, mientras algunos mercados se acercan más al 4% de crecimiento, otros mostrarán un dinamismo más contenido durante el periodo proyectado, pero siempre superando el 3%.
De acuerdo con las estimaciones oficiales de la Cepal, El Salvador y Nicaragua registrarán el menor crecimiento económico dentro del grupo de países centroamericanos para el 2026.
Ambas naciones presentan una proyección de expansión del 3,4%, situándose por debajo de las tasas previstas para Costa Rica y Honduras (3,9%), Guatemala (3,8%) y Panamá (3,7%).
Si bien el 3,4% supera el promedio general de América Latina, estas cifras reflejan una leve moderación en comparación con los líderes de la subregión.
¿Por qué crecen menos?
La diferencia en el ritmo de crecimiento no radica en una crisis, sino en la potencia de los motores que impulsan a cada economía. El análisis comparativo de los datos de la Cepal revela tres factores técnicos que explican por qué El Salvador y Nicaragua avanzan con menos fuerza que sus vecinos.
El primer factor es la intensidad del consumo privado. Mientras que en Honduras este motor está acelerando la economía de forma agresiva, en El Salvador y Nicaragua el consumo simplemente muestra “resiliencia”.
Esto significa que, aunque los hogares siguen gastando gracias a las remesas y el crédito, este gasto solo alcanza para mantener el barco a flote y resistir los golpes externos, pero no tiene la fuerza explosiva necesaria para generar una aceleración extra en el PIB.
El segundo elemento es el tipo de exportaciones. Nicaragua depende mayoritariamente de bienes primarios como la minería y productos agropecuarios como el café, cuyos precios y demanda suelen ser menos dinámicos.
En contraste, el líder regional (Costa Rica) se apoya en manufactura tecnológica y servicios de alto valor agregado, sectores que por naturaleza corren a una velocidad mayor en la economía global que las materias primas tradicionales.
Finalmente, el costo del financiamiento juega un papel importante, especialmente para El Salvador. Este país enfrenta costos más altos para endeudarse en los mercados internacionales debido a su calificación de riesgo, pagando tasas de interés de entre 6,2% y 8,7% a los inversionistas por sus bonos versus Chile o Uruguay que pagan entre 5% y 5,4%
Al tener que destinar más recursos del presupuesto estatal para pagar estos intereses caros, el gobierno tiene menos espacio financiero (“espacio fiscal”) para invertir en proyectos públicos que estimulen el crecimiento, una desventaja frente a países que se financian a tasas más baratas.

El reporte señala que “Centroamérica sigue siendo muy vulnerable a los choques externos debido a su dependencia estructural del mercado y las condiciones de acceso a los Estados Unidos”, un factor que incide directamente en las posibilidades de expansión de estas economías.
El análisis del organismo destaca que la demanda agregada externa, en particular la proveniente del mercado estadounidense, muestra un debilitamiento que afecta al bloque.
La Cepal indica que “el escenario macroeconómico en el período 2025-2026 estará marcado por un entorno internacional incierto, lo que limitará el impulso externo al crecimiento regional”.
A nivel interno, se prevé una disminución en la fuerza de los motores tradicionales de la economía. El documento advierte que “se espera que las principales fuentes de este crecimiento, el consumo privado y la demanda externa, pierdan dinamismo en 2026”.
En relación con el mercado de trabajo, las perspectivas apuntan a un enfriamiento en la generación de puestos laborales. La Cepal sostiene que “el crecimiento del empleo se desacelera, al tiempo que se producen leves caídas de la desocupación”.
Esto sugiere que el crecimiento del PIB en estos países podría no traducirse proporcionalmente en un aumento masivo del empleo formal, un reto estructural para la región.
Respecto a la inflación, el informe ofrece un escenario de convergencia hacia la estabilidad. Se proyecta que “en 2026 la inflación converja hacia niveles cercanos al 3%”, aunque el organismo aclara que existen “riesgos al alza latentes”.
Las cuentas externas de la región presentarán, según el análisis, “un equilibrio frágil, con un nivel de vulnerabilidad moderado”. Para países como El Salvador y Nicaragua, la gestión de los déficits de cuenta corriente y la dependencia de las remesas continúan siendo variables críticas.
La Cepal enfatiza la importancia de fortalecer la gestión pública para enfrentar este escenario de crecimiento moderado. El informe concluye que es necesario implementar “políticas a mediano y largo plazo para lograr la estabilidad macrofinanciera e impulsar la transformación productiva”.
