La ofensiva de Washington contra el petróleo venezolano ya no solo asfixia a Caracas: está empujando a Cuba a la antesala de un nuevo “Período Especial”. La combinación de sanciones financieras, castigo a navieras y ahora interdicción física de buques con crudo para La Habana ha recortado de forma drástica el flujo de petróleo subsidiado que durante dos décadas sostuvo la economía cubana.
El triángulo estratégico Washington–Caracas–La Habana
Desde 2019, Estados Unidos sancionó a PDVSA, la petrolera estatal venezolana, prohibiendo su acceso al sistema financiero estadounidense y penalizando a empresas que transporten crudo venezolano. Paralelamente, el Departamento del Tesoro incluyó en sus listas a navieras y tanqueros que llevaban petróleo de Venezuela a Cuba, y en 2019 golpeó directamente a Cubametales, la estatal cubana encargada de importar y exportar hidrocarburos, por “facilitar importaciones de petróleo desde Venezuela a cambio de apoyo de seguridad y defensa” al gobierno de Nicolás Maduro.
El objetivo declarado era doble: acelerar la caída del régimen venezolano y encarecer el respaldo energético que Caracas brinda a La Habana. Como resumió el propio Tesoro al justificar las sanciones contra Cubametales, el esquema de petróleo por servicios cubanos “ayuda a mantener el control” del madurismo sobre una población empobrecida.
La reciente escalada —con incautación de tanqueros con destino o carga parcial para Cuba y anuncio de un “bloqueo” a buques sancionados que entren o salgan de Venezuela— ha elevado ese castigo del plano financiero al militar, disuadiendo a más navieras de servir ese corredor.

La dependencia estructural de Cuba del crudo venezolano
El impacto sobre Cuba es tan severo porque la relación energética con Venezuela era el nuevo “subsidio soviético” de la isla. Desde el año 2000, ambos países firmaron acuerdos de cooperación integral que formalizaron un canje masivo de servicios profesionales cubanos (médicos, maestros, entrenadores deportivos y asesores de seguridad) por petróleo barato.
En la década posterior, Venezuela llegó a enviar del orden de 90.000 barriles diarios a Cuba, equivalentes a cerca del 90% del consumo interno cubano de hidrocarburos. Parte de ese crudo se reexportaba como derivados, generando divisas adicionales para La Habana.
Un informe del Parlamento Europeo estimaba a inicios de la década que el apoyo venezolano rondaba los US$3.500 millones anuales, cifra comparable o superior a las remesas y a los ingresos netos del turismo en ese momento. Cuando Cuba perdió los subsidios soviéticos en los años noventa, el PIB se desplomó más de 30%. El esquema petrolero venezolano fue la tabla de salvación que permitió evitar una recesión de esa magnitud.
De manguera ilimitada a goteo sancionado
Las sanciones sobre PDVSA y la propia crisis productiva de Venezuela han convertido esa manguera en un goteo errático. Estudios sobre la relación bilateral apuntan a que las exportaciones de crudo venezolano a Cuba han caído desde los picos de 90.000 barriles diarios a rangos de 25.000–35.000 barriles al día en los últimos años.
Datos recientes son elocuentes:
- Reuters reportó que en 2024 los envíos promediaron unos 32.600 barriles diarios en los primeros nueve meses, un 46% menos que el año anterior.
- En 2022, Venezuela redujo sus suministros de combustibles a Cuba desde casi 44.000 barriles diarios a poco más de 20.000.
- En 2025, analistas de energía citados por medios especializados advierten que nuevas interdicciones de buques podrían recortar aún más esos flujos, al elevar el riesgo y costo de usar tanqueros sancionados.
La respuesta de Caracas ha sido recurrir a una “flota oscura” de buques que navegan con transpondedores apagados y esquemas opacos de propiedad para seguir abasteciendo a Cuba, al tiempo que co-cargan crudo para Asia. Pero este entramado es caro, riesgoso y opera a capacidad limitada.
Apagones, recesión y escasez: el costo para la economía cubana
El petróleo venezolano era, esencialmente, el combustible del modelo económico cubano. Cuando se contrae, se resienten al mismo tiempo la generación eléctrica, el transporte, la producción agroindustrial y la capacidad de Cuba para obtener divisas.
Energía y apagones. Cuba necesita alrededor de 125.000 barriles diarios de combustibles (gasolina, diésel y fuel oil) para cubrir su demanda interna; la producción nacional ronda los 40.000 barriles al día, por lo que el resto debe importarse. Al caer las entregas venezolanas, las importaciones totales de crudo y combustibles se redujeron más de un tercio en los primeros diez meses de 2025 frente al año anterior, según datos de envíos analizados por Reuters.
El resultado: cortes de electricidad generalizados, con déficits diarios de casi un tercio de la demanda nacional y jornadas de hasta 10 o 12 horas sin luz en varias provincias. “Venezuela ha bajado sus suministros a Cuba, el petróleo ruso no aparece; hoy, las entregas de México son extremadamente importantes”, advirtió el experto energético Jorge Piñón, de la Universidad de Texas, en declaraciones a la AP.
Actividad económica y balanza externa. El comercio de bienes con Venezuela se contrajo un 84% entre 2012 y 2021; las exportaciones cubanas hacia ese mercado cayeron 96%, y con ellas el ingreso de divisas asociado a los servicios profesionales. Ya en 2016, Raúl Castro admitía que el PIB se había contraído 0,9% ese año y atribuía el frenazo, entre otros factores, al recorte de petróleo barato desde Caracas.
Con menos crudo para reexportar, menos dinero venezolano para pagar médicos y menos turistas por la pandemia y las sanciones de Trump a los viajes y remesas hacia Cuba, la isla enfrenta una triple caída de fuentes de divisas. Estudios recientes estiman que la economía cubana se ha contraído del orden de 10–15% desde 2018, mientras la inflación acumulada se dispara y la moneda se devalúa en el mercado informal.
Impacto social y migración. La escasez de combustibles ha ralentizado el transporte urbano, encarecido los alimentos y agravado la inseguridad alimentaria que ya denunciaban analistas agrícolas. Apagones prolongados fueron uno de los detonantes de las protestas de 2021 y 2022, las mayores en décadas. La pérdida de apoyo venezolano y las sanciones estadounidenses sobre turismo y remesas han empujado a cientos de miles de cubanos a emigrar; organizaciones especializadas señalan que la reducción del subsidio petrolero de Caracas ha sido un factor clave detrás de ese éxodo.

Nuevos salvavidas: México y Rusia, pero insuficientes
Ante el retroceso venezolano y las sanciones, Cuba ha buscado diversificar proveedores. México ha emergido como un actor central: en 2023–2024, Pemex envió entre 16.000 y 21.000 barriles diarios de crudo ligero y gas licuado a la isla, valorados en unos US$300–400 millones, aunque con pausas ligadas a la política interna mexicana.
En octubre de 2024, la AP calculaba que México había remitido ya cerca de medio millón de barriles de crudo y diésel adicionales en cuestión de días para aliviar una ola de apagones; el gobierno de Claudia Sheinbaum ratificó que “vamos a apoyar a Cuba, aunque nos critiquen”. Rusia, por su parte, ha mandado cargamentos puntuales de crudo Ural, pero a volúmenes mucho menores que los venezolanos.
Aun así, estos salvavidas no compensan el hueco dejado por PDVSA: incluso sumando Venezuela, México y Rusia, Cuba sigue por debajo del nivel de importaciones de hidrocarburos que tenía antes de las sanciones más duras de Washington.
Implicaciones geopolíticas y lecciones para la región
Para la Casa Blanca y sectores duros en Miami, golpear el vínculo energético Caracas–La Habana es una forma de debilitar simultáneamente a dos regímenes considerados “desestabilizadores” para el hemisferio. Pero en la práctica, la estrategia está generando un daño colateral directo sobre la población cubana, inmersa en la peor crisis económica desde la década de 1990, y empujando nuevas olas migratorias que terminan presionando a Estados Unidos, México y Centroamérica, Costa Rica incluida.
Desde la óptica económica, el caso cubano ilustra los riesgos de construir un modelo de desarrollo sobre subsidios externos concentrados en un solo socio y un solo producto. Cuando el “ancla” venezolana se combinó con sanciones a los ingresos por turismo y remesas, el resultado fue un cóctel de vulnerabilidades difícil de gestionar.
Mientras no se produzca un giro en la política de sanciones de Estados Unidos o una recuperación sostenible de la producción venezolana que permita reanudar suministros a gran escala —escenarios hoy lejanos— Cuba seguirá operando con un déficit estructural de energía y divisas. Para los empresarios y hacedores de política en Costa Rica, la lectura es clara: el “bloqueo” petrolero a Venezuela está reconfigurando las cadenas energéticas del Caribe, amplificando el riesgo de inestabilidad y migración en una región ya tensionada, y recordando la importancia de diversificar socios y fuentes de abastecimiento en un contexto de geopolítica cada vez más volátil.
