Un fantasma del siglo XIX recorre nuevamente América Latina. La administración de Donald Trump ha revivido la Doctrina Monroe de 1823, pero con un giro personal que ya tiene nombre propio: la “Doctrina Donroe”, un juego de palabras que fusiona el apellido del expresidente James Monroe con el nombre de pila del actual mandatario estadounidense.
Acuñado inicialmente por el New York Post en enero de 2025, el término ha capturado la atención mundial como símbolo del renovado intervencionismo estadounidense en el hemisferio occidental. Trump, evidentemente complacido con el apelativo, llegó incluso a compartir el artículo en su red social Truth Social.
¿Qué es y por qué ahora?
La Doctrina Monroe original proclamaba “América para los americanos” y buscaba impedir la intervención de potencias europeas en el continente. Dos siglos después, el enemigo ha cambiado de rostro: ya no es Europa, sino China, cuya influencia en América Latina ha crecido exponencialmente en las últimas dos décadas.
“Estados Unidos no puede ser una potencia mundial si no manda en su continente”, resume el análisis del columnista mexicano Héctor Aguilar Camín. Esta lógica explica el giro estratégico de Trump, quien ha reorientado recursos y atención hacia una región que Washington había descuidado durante décadas mientras se enfocaba en Medio Oriente y la rivalidad con China.
La manifestación más contundente de esta nueva doctrina es el masivo despliegue naval en el Caribe, el más grande en décadas. En noviembre, el Pentágono anunció la “Operación Southern Spear” (Lanza del Sur), encabezada por el portaaviones USS Gerald R. Ford, el más sofisticado del mundo, acompañado por submarinos nucleares, aviones de combate F-35 y aproximadamente 12.000 efectivos entre marineros y marines.
Oficialmente presentada como una campaña antinarcóticos, la operación ha hundido decenas de embarcaciones sospechosas de transportar drogas, causando más de 80 muertes. Sin embargo, analistas coinciden en que el verdadero objetivo es presionar al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela.
Como afirmó el exfuncionario estadounidense Elliott Abrams: “Si Trump retrocede ahora y Maduro sobrevive, se acabó toda la conversación sobre la nueva Doctrina Monroe y la idea de ser supremos en nuestro propio hemisferio”.

Aliados premiados, adversarios castigados
La estrategia de Trump divide claramente a la región entre amigos y enemigos. Argentina, bajo el libertario Javier Milei, se ha convertido en el caso emblemático de los primeros. En octubre, el secretario del Tesoro Scott Bessent anunció un rescate de 40.000 millones de dólares para sostener el peso argentino, justificándolo explícitamente como una “Doctrina Monroe económica”.
“No queremos otro Estado fallido o liderado por China en América Latina”, declaró Bessent. El respaldo estadounidense fue crucial para la victoria electoral de Milei a finales de octubre, consolidando su programa de reformas neoliberales radicales.
En contraste, los gobiernos de izquierda han enfrentado el rigor de Washington. Brasil recibió aranceles del 50% después de que el presidente Lula se negara a interferir en los procesos judiciales contra el expresidente Jair Bolsonaro. Colombia suspendió el intercambio de inteligencia con Estados Unidos tras meses de tensión con Trump, mientras que Venezuela enfrenta la mayor presión militar estadounidense en su historia reciente.
El secretario de Estado Marco Rubio ha liderado el esfuerzo por contrarrestar la influencia china en la región. En su primer viaje diplomático visitó Panamá, donde presionó exitosamente al gobierno para que abandonara la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China. En septiembre, el Departamento de Estado anunció restricciones de visas para centroamericanos que actúen “en nombre del Partido Comunista Chino”.
“Estados Unidos se compromete a contrarrestar la influencia corrupta de China en Centroamérica”, tuiteó Rubio. La estrategia parece clara: forzar a los países latinoamericanos a elegir entre Washington y Pekín, utilizando aranceles, ayuda financiera y presión diplomática como herramientas de coerción.
Ecos del Corolario Roosevelt
La Doctrina Donroe se asemeja más al Corolario Roosevelt de 1904 que a la Doctrina Monroe original. Theodore Roosevelt estableció entonces que Estados Unidos podía ejercer un “poder policial internacional” en América Latina para prevenir intervenciones europeas. De manera similar, Trump ha declarado que su administración no tolerará “vecinos hostiles, narcóticos sin control y flujos migratorios no regulados”.
Como señala el analista chino Zhao Minghao: “Trump no es aislacionista. Se opone a que otros países expandan su esfera de influencia hacia la periferia estadounidense”.
El recrudecimiento del intervencionismo estadounidense ha revivido antiguos resentimientos. “La Doctrina Monroe evoca sentimientos muy negativos en América Latina. Está asociada con los peores aspectos del imperialismo estadounidense durante los últimos dos siglos”, advirtió Jorge Heine, quien fuera embajador de Chile en China.
El presidente venezolano Maduro ha respondido movilizando ejercicios militares y solicitando asistencia de Rusia, China e Irán. Brasil, a través del asesor presidencial Celso Amorim, expresó su preocupación: “No podemos aceptar una intervención externa porque generará un inmenso resentimiento y podría inflamar Sudamérica”.
Sin embargo, figuras de derecha como la excandidata venezolana María Corina Machado y el expresidente colombiano Álvaro Uribe han respaldado lo que llaman la “Doctrina Trump”.

¿Una estrategia sostenible?
Los expertos debaten sobre la viabilidad a largo plazo de este enfoque. Michael Shifter, del Diálogo Interamericano, describió las tácticas de la administración como “agresivas pero erráticas”.
El principal desafío radica en que, mientras Estados Unidos recurre a la presión militar y económica, China ha desarrollado una estrategia de largo plazo basada en inversión en infraestructura, comercio sin condiciones políticas y financiamiento a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta.
A menos que Washington renueve tanto sus esfuerzos económicos como de seguridad, el hemisferio podría encontrarse más firmemente en la órbita de Pekín, advirtió el analista estadounidense Enrique Millán-Mejía.
La Doctrina Donroe representa un punto de inflexión en las relaciones interamericanas. Si logrará restaurar la primacía estadounidense en la región o simplemente acelerará el acercamiento de América Latina hacia China, es una pregunta que solo el tiempo podrá responder. Por ahora, lo que está claro es que el hemisferio occidental ha vuelto a ser arena de disputa geopolítica entre grandes potencias, con los países latinoamericanos nuevamente atrapados en medio.
