
¿Qué cree que ocurre con las grasas de las cocinas industriales, la brosa de café, los lodos de plantas de tratamiento o cualquier otro residuo que queda luego de algún proceso agroindustrial?
Detrás de la fabricación de un refresco o la preparación del pollo que nos comemos, existen residuos orgánicos que usualmente se llevan al relleno sanitario.
Sin embargo, algunas empresas optan por separarlos y contratar a un tercero para que le dé el tratamiento respectivo.

Esa es la labor de Abonos Vivos, firma que cobra a empresas por recibir estos residuos que luego utiliza como materia prima para producir abono orgánico.
Su propietario y fundador, Omar González, explicó que la implementación de algunas leyes en los últimos años incentivó el crecimiento de su negocio.
Con unas 15 personas trabajando, hoy tratan los residuos de las principales empresas de carnes varias del país, bebidas y beneficios de café.
Necesidad propia
Hijo de agrónomo, González comparte la misma profesión y pasión de su padre, con quien inició el negocio en el 2002.
En la familia contaban con una siembra de helechos y en la búsqueda de un abono natural, descubrieron esta oportunidad de negocio.
Al inicio alquilaron una finca en Coris de Cartago de unas 5 hectáreas, pero el terreno se quedó corto y hace ocho años compraron la finca actual de 22 hectáreas, ubicada en Ochomogo.
En el país, otras empresas realizan abono orgánico, tales como Finmac Costa Rica, Lombritica y Coopebrisas de Zarcero, aunque en su mayoría es para sus propias plantaciones o utilizan otras técnicas, por lo que no requieren los residuos agroindustriales.
Abonos Vivos procesa unas 30.000 toneladas de residuos al año y tienen capacidad para más.
Su abono es demandado por productores de piña, banano y plantas ornamentales.
Control estricto
Lo que para ojos poco conocedores es una montaña de tierra, para González es un negocio que brinda un servicio ambiental.
Sin embargo, producir abono es más que dejar descomponer los residuos a la libre, pues debe controlarse el olor, las moscas y el proceso de descomposición.
El movimiento diario del material es la clave para evitar los olores. Para ello, invirtieron en equipos que mezclan el futuro abono, que se encuentra apilado en hileras.
Para las moscas, utilizan el control biológico mediante trampas y crías de avispas, que ponen sus huevos en los de la mosca y así evitan su propagación.
Parte del negocio también es contar con microorganismos óptimos para la descomposición del material. Para ello, cuentan con un laboratorio para clasificar los diferentes agentes.
Por ejemplo, no todos los microorganismos aportan un componente de calor, que es clave en el proceso de descomposición.
“Si usted quiere, puede dejar ahí el material y tarde o temprano se convertirá en abono, pero la calidad será menor y el impacto de olores y plagas será poco controlable”, expresó González.
Este empresario planea abrir otra sede en el mediano plazo para suplir la necesidad de clientes de otras zonas del país o evitar que los actuales tengan que trasladarse desde lejos.
¿Cómo se hace?
Abonos Vivos realiza abono orgánico a partir de residuos agroindustriales:
Mezcla: Las empresas llevan sus residuos agroindustriales a la finca. De acuerdo con la composición, se mezcla con algunos productos y microorganismos y se apila en hileras al aire libre, pues el oxígeno desempeña un papel en la descomposición.
Movimiento: Estas hileras deben moverse todos los días y deben regarse, pues los microorganismos requieren de agua para trabajar.
Esta mezcla se mantiene caliente por efecto de los agentes que la descomponen.
Empaque: Luego de unos cuatro meses, el producto se apila en una sola montaña y está listo para empacarse en sacos.
Fuente Entrevista con Omar González.