En una columna previa me referí a esta bienal que conforman algunos países de América del Sur firmantes todos del tratado de Mercosur. Como una de sus actividades, habían creado un evento cada dos años en el que se exhibían las mejores y más vanguardistas propuestas del arte de América Latina. La muestra fue ganando en prestigio, hasta llegar a competir con la Bienal de São Pãulo.
Pero la Bienal de este año tenía una meta ambiciosa: invitar a 400 artistas de la región. Bajo esa premisa, la Bienal de Mercosur amenazaba con convertirse en un elefante blanco. Para sumar catastróficas condiciones, la moneda brasileña se devaluó un 35% en el último año.
Esto aunado a la ambición megalómana y cerrada del director, Gaudencio Fidelis, trajo como resultado que la bienal decidiera en último momento, recortar el evento. Decenas de artistas invitados de países como Argentina, Venezuela, Colombia, Chile y Costa Rica, fueron notificados por medio de un impersonal e-mail que ya no participarían.
En medio de este vendaval tres curadores adjuntos; Raphael Fonseca, Fernando Davis y Ramón Castillo presentaron su renuncia irrevocable en vista de la falta de comunicación de parte del alto mando de la muestra, y por la forma unilateral en que decidieron esto.
Las cosas empezaron a pintar mal desde el momento en que los encargados de la Bienal decidieron cambiar la fecha prevista para la inauguración. El desprestigio será una de las mayores consecuencias de este proceder, y la pérdida de credibilidad de este importante evento, otro.
Como daños colaterales, hay artistas que se han quedado con los boletos de avión pagados, las reservas de hotel hechas e inclusive fondos estatales que se habían girado en ciertos países, para garantizar la participación de artistas.
¡No solo en Costa Rica se producen FIAscos!