
El 2015 empezó con dos largometrajes nacionales en cartelera. La hipertaquillera Maikol Yordan de viaje perdido, de Miguel Gómez, y Espejismos, de José Miguel González, una propuesta surrealista en su estructura, y cuyo tema central es el duelo. Un joven pintor ha perdido a su abuela, con quien vivía desde la muerte de sus padres, siendo aún muy niño.
El tema del duelo también se abordará, de distintas maneras, en dos filmes de este año. Alejo Crisóstomo narra la historia de la pérdida de Mateo, el hijo de Nina y Laura. Laura, la madre biológica, regresa a su Chile natal, en un intento por huir del dolor de la muerte de su hijo. Mientras Nina ordena las cosas de Mateo, se da cuenta de que la relación entre ellas nunca será la misma.
El sonido de las cosas, de Ariel Escalante, se construyó en planos generales estáticos, estética de tonos entre azules, verdes y grises, con actuaciones contenidas y poco diálogo. Todo esto deviene en una película que expresa ese dolor, más que en el relato propiamente dicho, en la atmósfera que el director ha diseñado milimétricamente para que nos integremos con la protagonista en su sufrimiento.
También estuvo en cartelera el documental El codo del diablo, de Ernesto y Antonio Jara, sobre la ejecución a mansalva a seis dirigentes del partido Vanguardia Popular, hecho histórico poco ventilado en nuestra historia oficial.
Viaje, de Paz Fábrega, en cartelera, es una refrescante historia de amor. Narrada en blanco y negro, fotografía, sonido y música, además de dos actuaciones muy lúdicas, nos hacen gozar de todos nuestros sentidos.
Dos aguas, de Patricia Velázquez aborda el problema del narcotráfico en la zona del Caribe, desde la perspectiva de un niño.
Y Esteban Ramírez, con Presos narra nuevamente una historia de amor dentro de una problemática social. En este caso, en el mundo carcelario.