Las mujeres compositoras no aparecen frecuentemente en las historias de la música. Sin embargo, encontramos varias que desarrollaron carreras exitosas en las ricas y activas ciudades del norte de Italia, entre finales del siglo XVI y la primera mitad XVIII. Maddalena Casulana (1544-1590), quien vivió en Vicenza, fue la primera mujer que logró publicar su música: 66 madrigales (canciones), distribuidos en tres volúmenes, que probablemente ella misma difundía, pues también era laudista y cantante.
Por su parte, Vittoria y Raffaella Aleotti (ca 1575-ca 1646) son un enigma, puesto que no se sabe si son hermanas o la misma persona, que cambió de nombre al entrar al convento. En todo caso, Raffaella, de la que se sabe más, no solo dejó obras vocales importantes, sino que también dirigió agrupaciones corales e instrumentales en su convento, en Ferrara.
La compositora más productiva de su tiempo fue Francesa Caccini (1587-1641), parte de una activa familia musical florentina. Además de componer, cantaba y tocaba varios instrumentos musicales, lo que le permitió desarrollarse como compositora y como profesora de jóvenes cortesanos, llegando a ser una de los músicos mejor pagados, al servicio de los Médicis.
Gracias a ello también logró visitar algunas ciudades importantes, como Roma, Génova, Savona y Milán. Su obra La liberazione di Ruggiero (1625) fue la primera ópera publicada por una mujer.
Otras compositoras que merecen ser descubiertas son Antonia Bembo (1640- 1720), quien vivió en Venecia y luego de su divorcio partió a París, donde desarrolló su carrera en la corte de Luis XIV; Lucrezia Vizzana (1590 - 1662), quien vivió en un convento en Bologna; Isabella Leonarda (1620- 1704), quien vivió en un convento en Novara y la muy destacada veneciana Bárbara Strozzi (1619- 1677), quien fue parte activa de las academias intelectuales de su época, como cantante y compositora.