A inicios de julio se dio a conocer que la cadena Forever 21 cerró su local en Avenida Escazú y oficialmente le puso candado a las operaciones en Costa Rica. Esta franquicia de ropa, orientada principalmente a un público joven y de espíritu extrovertido, había llegado al país en 2013 tras una gran expectativa.
Poco más de una década después llegaron a tener cuatro locales funcionando, pero en 2025 todo se desvaneció. En marzo pasado la cadena había clausurado sus tiendas en City Mall (Alajuela), así como en Plaza Lincoln (Moravia); posteriormente se apagaron las luces en las sedes de Multiplaza Curridabat y en Avenida Escazú.
Curiosamente, el punto de venta ubicado en ese comercio escazuceño fue el último que abrió sus puertas. En 2023, la franquicia invirtió alrededor de $1,1 millones en este local y fue el que dos años más tarde confirmó la despedida de la marca.
El cierre de Forever 21 en Costa Rica se debió a la grave crisis financiera que su casa matriz en Estados Unidos ha enfrentado por años. La empresa se declaró en bancarrota a principios de año, tras una significativa caída en ventas, agravada por la pandemia. De hecho, la de marzo pasado no fue su primera declaración de bancarrota: ya lo había hecho en 2019.
Este declive, no perdonó ninguna de las regiones donde la reconocida marca mantenía operaciones, y Latinoamérica no fue la excepción. AR Holdings, representante de la franquicia en el país, indicó en marzo que en ese momento habían analizado la situación y sus distintas opciones con el fin de determinar el mejor escenario de continuidad para la marca, lo que dejó entrever la complejidad de la situación y la incertidumbre que rodeaba el futuro de la tienda en el país.
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Los anuncios de rebajas especiales y precios de remate de la mercadería de Forever 21 alimentaban con más fuerza los rumores de que la marca se iba. Era un secreto a voces que no tardó en confirmarse: la estrategia agresiva de descuentos y liquidaciones no fue suficiente para evitar su retirada.
Incluso, en el caso de Multiplaza, hubo filas con cientos de clientes que querían aprovechar las atractivas rebajas que la marca anunció debido al cierre. En ese momento, se ofrecieron descuentos de hasta 80% en la mercadería, lo que provocó oleadas de compradores.
El cierre de Forever 21 en Costa Rica parece ser el resultado de una combinación de factores globales y locales, pero no es el único caso reciente. En abril de 2019 abrió sus puertas en el centro comercial Plaza Lincoln la marca ETAFashion, con una propuesta de moda a precios accesibles.
De hecho esta marca llegó a ocupar el icónico edificio Lehmann sobre la Avenida Central. Prácticamente en silencio ETAFashion salió del mercado nacional ya que no logró posicionarse en el gusto de los consumidores.
¿Qué señales manda el cierre de Forever 21 al mercado?
Expertas en negocios consultadas por este medio señalan varios factores que contribuyeron al cierre de la franquicia y envían señales a otras marcas del sector que permanecen en el mercado. Principalmente pesan el cambio en los gustos de los consumidores y una competencia más fuerte con tiendas digitales.
“En Costa Rica, además, el mercado evolucionó rápidamente: el consumidor actual tiene acceso fácil y económico a plataformas como Shein, Temu y Amazon, que ofrecen moda a bajo costo, con una variedad inmensa y entregas rápidas. Esto puso en desventaja a marcas físicas como Forever 21, que no pudieron competir en términos de precio, surtido y conveniencia, especialmente sin una estrategia digital fuerte”, comentó Carolina Jiménez, directora de mercado y comunicación de la Universidad San Marcos.
Yendo un poco más profundo, el cierre de Forever 21 tiene que ver con el segmento al que pertenecen: el “fast fashion” o moda rápida, el cual se caracteriza por producción masiva de prendas de vestir de baja calidad y costo. Hasta hace algunas décadas era común que las personas no compraran ropa tan seguido, porque aunque las prendas eran un poco más costosas, la gente tenía la sensación de que eran más duraderas.
Ahora pareciera que las personas están buscando extender la vida útil de las prendas, por lo que marcas de fast fashion (y de ultra fast fashion) van perdiendo esos segmentos de mercado que solo se preocupan por la moda. Aunado a esto, los compradores están tomando conciencia del impacto ambiental que dejan este tipo de industrias.
“Si a esto se le suma la facilidad para adquirir esas prendas a un menor costo gracias a las plataformas de comercio electrónico asiático, vemos que el costarricense le ha ido perdiendo el miedo a comprar en línea y prefiere esperar unos días más que pagar un precio de un producto ya puesto en el país; ya que prácticamente adquiere el mismo producto a un precio menor, y tiene mayor variedad de estilos y tallas”, explicó Ginnette Quesada, profesora de Administración de Negocios de la Universidad Fidélitas.
Por otro lado, tampoco se puede dejar de lado el impacto que puedan tener las tiendas virtuales en el mercado y las ventajas que tienen al operar sin local físico ni otros gastos que tienen las empresas formales. Muchas personas se ven atraídas por ofertas en redes sociales que en ocasiones mejoran los precios de las tiendas físicas.
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Esta dualidad en el comportamiento del consumidor —desencantado con el fast fashion, pero seguidor de las plataformas de compras de prendas en línea— creó una presión insostenible para Forever 21. La marca se encontró atrapada en un punto intermedio incómodo: no era lo suficientemente “sostenible” para atraer al público consciente de las preocupaciones ambientales, pero tampoco podía competir en precio y volumen con la agresividad de los minoristas en línea asiáticos.
La incapacidad de Forever 21 para moverse rápidamente hacia un modelo digital robusto que pudiera igualar la oferta de sus nuevos competidores en línea fue un factor determinante. Mientras que plataformas como Shein podían introducir miles de nuevos productos diariamente y ajustar sus precios con una flexibilidad extrema, Forever 21, con su cadena de suministro más tradicional y la necesidad de llenar estantes físicos, no pudo mantener el ritmo.
Más allá de la gestión específica de sus operaciones o las dinámicas del mercado costarricense, el cierre de Forever 21 en el país era, en gran medida, un desenlace inevitable dictado por la profunda crisis de su casa matriz en Estados Unidos. Como franquicia, la operación local dependía intrínsecamente de la capacidad de la empresa madre para abastecer las tiendas con nuevas colecciones, tendencias y la constante rotación de inventario.
Sin el constante envío de prendas y el soporte operativo desde la sede global, cualquier esfuerzo por mantener las puertas abiertas en Costa Rica probablemente sería insostenible.

¿Qué pasará con las tiendas de este tipo?
Ante el caso del cierre de Forever 21, cabe preguntarse si se verá próximamente un efecto dominó y otras marcas terminen por desaparecer del mapa. Aunque estos episodios de quiebra son aislados, siempre está latente esa posibilidad, porque hay marcas que al experimentar el decrecimiento en sus ventas han tenido que cerrar puntos de venta en centros comerciales, porque al sumar el costo de arrendamiento, mantenimiento, y gastos operativos, no les está generando utilidades.
“Sí, existe un riesgo latente, especialmente para aquellas marcas que no logren repensar su propuesta de valor o digitalizar adecuadamente su estrategia comercial. El formato tradicional de tiendas ancla en centros comerciales está en proceso de transformación. Las marcas que dependan exclusivamente de tráfico físico, sin una estrategia omnicanal robusta, podrían verse vulnerables”, comentó Douglas Umaña, especialista en finanzas y mercadeo de la Universidad Americana.
De acuerdo con Umaña, esta situación también puede verse como una oportunidad para el recambio comercial: marcas más pequeñas, digitales o colaborativas pueden ocupar esos espacios con nuevas propuestas.
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