A quien viva o visite Liberia probablemente no le faltarán muchas de las comodidades de la Gran Área Metropolitana (GAM): el cantón guanacasteco tiene prácticamente todas las cadenas de comida rápida del país, restaurantes de alto nivel, cines, un aeropuerto, un centro comercial, sedes de las principales universidades públicas y privadas, fuerte presencia de bancos y cooperativas, hoteles de cadenas de renombre internacional, librerías, cafeterías, complejos empresariales y fibra óptica. Tiene, además, algo que no se encuentra en la GAM: está a una hora de muchas de las playas más cotizadas del país, como las de la zona de Papagayo.
Sin embargo, así como se encuentran facilidades de la Región Central, también se viven algunas incomodidades similares: las presas, por ejemplo, no se diferencian mucho de una hora pico en San José. Una de las principales rutas de la zona es una calle de un carril por vía —la Ruta 21— en la cual el más mínimo choque tiene el potencial de paralizar el tráfico desde y hacia importantes playas por horas, sin que exista ninguna alternativa realista.
El costo de la vida tampoco es particularmente barato: encontrar un lugar en donde almorzar por menos de ¢5.000 (sin contar la bebida) es una tarea difícil, incluso en las típicas sodas del centro del cantón. Al menos así lo fue para este redactor, quien se topó constantemente con platos (casados, incluso) de ¢6.000 en adelante.
Los precios de la vivienda también son ligeramente más altos en este cantón en comparación con el promedio del país: $1.042 por metro cuadrado versus $1.021, según una recopilación hecha por El Financiero en enero pasado. Ese número se dispara en cantones cercanos como Carrillo ($1.440) y Santa Cruz ($1.761).
Esta suma de luces y sombras es muestra de un cantón —una provincia, en realidad— en plena ebullición comercial.
Crecimiento
El crecimiento de Guanacaste se observa de forma principal —aunque no exclusiva— a través del auge turístico. Según datos del Instituto Costarricense de Turismo (ICT), en 2014, el 22% de los arribos internacionales vía aérea a Costa Rica se dieron por medio del Aeropuerto Internacional Daniel Oduber (ahora promocionado como Guanacaste Aeropuerto) de Liberia; ese número creció al 33% para el 2024.

El aumento no es solo proporcional, también es real. En líneas generales, al país le ha costado recuperar los números de visitación de la prepandemia. Sin embargo, ese no es el caso cuando vemos los datos desagregados del aeropuerto de Guanacaste: en 2024, por ejemplo, recibió un 47% más de turistas (881.289) en comparación con el 2019, mientras que en el Juan Santamaría el resultado decreció en un 2,06%.
César Jaramillo, gerente general de Coriport, la concesionaria del aeropuerto Daniel Oduber, menciona que este incremento está atado a la consolidación de Guanacaste como un “destino total” en los ojos de los viajeros internacionales.

“Quiere decir que en cualquier parte de Guanacaste donde usted esté es un destino. A diferencia de otros países donde usted tiene que ir a un enclave y en el enclave le dicen ‘no salga de aquí’, o hacen todo lo posible para que usted no salga. (Guanacaste) es una experiencia múltiple que significa la segunda estadía más larga del mundo en turismo: dos semanas”, dice Jaramillo.
En Guanacaste no solo aumentó el total de turistas, sino también el perfil: está llegando una mayor proporción de viajeros de alto poder adquisitivo. Esto no es ninguna sorpresa cuando se observa el aumento en la apertura de hoteles de lujo y ultralujo de la zona, donde la noche puede llegar a costar más de $1.000.
Algunos de estos son el Nekajui, a Ritz-Carlton Reserve, el Waldorf Astoria de Punta Cacique, el Four Seasons y el Mangroove Papagayo, entre otros complejos que buscan a un turista de poder adquisitivo relativamente alto.

El fenómeno también se observa por medio del aumento en la llegada de vuelos privados internacionales. De hecho, el incremento fue tan sustancial que Coriport tuvo que sacar una concesión internacional para construir una nueva terminal que atienda específicamente este tipo de vuelos. Esta nueva etapa será anunciada oficialmente “pronto”, según Jaramillo.
“Cuando ven los jets ejecutivos la gente piensa mucho en influencers y en artistas y no digo que no vengan, pero viera que no es lo más importante: son los hombres de negocios, mujeres de negocios, gente que está tomando decisiones sobre el empleo, las finanzas y la industria del mundo”, dice el gerente de Coriport.

El deseo por construir en la zona también viene al alza. Por ejemplo, en el primer semestre del 2023 Guanacaste se convirtió —por primera vez— en la provincia con más metros cuadrados de intención de construcción del país. Al año siguiente, el cantón de Santa Cruz fue el que más metros cuadrados de construcción residencial acaparó en Costa Rica. Carrillo, otro municipio guanacasteco, fue el tercero en esa misma categoría.
“Estamos viendo la expansión del hotel a propiedad inmobiliaria. Hay barrios enteros en Potrero o la transformación, desordenada, pero gran transformación, en Nosara”, cuenta Jaramillo.

Liberia: el lugar para estar
El desarrollo turístico e inmobiliario guanacasteco ha impulsado a que cada vez más empresas, de todo tamaño, se instalen en la provincia, convirtiendo a Liberia en una especie de hub empresarial. Esto va desde operaciones ya consolidadas, como Walmart, Tips, Pricesmart, Novex y Epa —por nombrar algunas—, hasta micropymes con menos de una decena de empleados.
Este último es el caso de Numu, una pequeña cervecería artesanal que abastece a algunos de los hoteles más lujosos de la zona. Robert Buethe, su fundador, es un estadounidense casado con una costarricense. Aunque la preferencia original de Buethe hubiese sido instalarse en Turrialba —de donde es oriunda su esposa— o más cerca de San José, entendió que Liberia era el lugar ideal para establecer un negocio de este tipo.
“Había que empezar en Guanacaste porque tiene más turismo, gente que sabe lo que está tomando y lo que está buscando”, dice Buethe.

Las cervezas de Numu hoy se beben en hoteles de lujo de Guanacaste, como el Waldorf Astoria, el Four Seasons y el Mangroove. Con el Waldorf incluso tienen una alianza para abastecerlos de una cerveza producida exclusivamente para el hotel bajo el nombre de “Astoria”, una lager liviana para combatir el mediodía guanacasteco.
La idea de Buethe es aprovechar el auge turístico para crecer y así poder colocarse con más fuerza a nivel nacional. Es decir, que Liberia sea el epicentro de lo que viene. De momento, alrededor de un 60% de la producción se queda en Guanacaste, mientras que lo demás lo colocan en el resto del país.
Numu se ubica en Solarium, un complejo empresarial de 104 hectáreas en Liberia que alberga a 164 negocios en un espacio que incluye bodegas, dos hoteles, una zona franca, restaurantes (KFC y Starbucks, por ejemplo), una gasolinera, un Pricesmart, un Novex (todavía en construcción), la planta de la Coca-Cola, un edificio diseñado para coworking y, eventualmente, existe la posibilidad de un complejo habitacional.
Lo que sucede en Solarium es un reflejo de la transformación de la provincia: allí conviven empresas de todos los tamaños y orígenes. Hay, por ejemplo, una florería cartaginesa que, tras el boom de hoteles y restaurantes, decidió ampliar su presencia física a la zona. Además, hay una alta demanda por instalarse: en los últimos tres años se ha mantenido un nivel de ocupación de alrededor del 90% en las bodegas.

“Solarium se dimensiona un poco como una mini ciudad. Tenemos un espacio para cualquier empresa que necesite tener o ampliar su huella en Guanacaste”, explica Tina Carman, gerenta de ventas del complejo.

Solarium nació hace aproximadamente 20 años con el primer boom inmobiliario de la provincia —luego truncado por la crisis del 2008— bajo la visión de que el crecimiento de Guanacaste iba a demandar cada vez más bienes y servicios más especializados.
Esta es una premisa que, para Carman, se ha cumplido: “todas las personas que vienen a vivir aquí o que empiezan a cambiar de tipo de empleo y cambiar de capacidad económica, por el alcance de trabajos, demandan otros servicios, demandan más comercio, demandan más restaurantes, demandan más oportunidades”.
Carman dice que el cambio en el perfil del turista —este que gasta más en el país— también tiene una intención de consumir producto local. No es casualidad que grandes líneas hoteleras apunten a proveedores nacionales. Eso sí, tienen que brindar un servicio de calidad y, especialmente, uno diferenciado. Recordemos que muchos de estos negocios venden el concepto de exclusividad.
De esa oportunidad florecen comercios como el de Finca la Josefina, una finca familiar de 70 años y 17 colaboradores que hoy abastece a hoteles y restaurantes de lujo con uno de los productos más exclusivos del país: carne wagyu producida 100% en Costa Rica.

El terreno está ubicado a unos 45 minutos de Liberia, en una zona que tiene un clima más montañoso, a diferencia de la sabana guanacasteca, a pesar de su cercanía; allí los pastos son verdes todo el año y la temperatura puede caer por debajo de los 20° Celsius.
“Nuestros clientes son más sensibles. La mayoría de los de los que nos buscan (entre ellos el Ritz Carlton, Waldorf Astoria, Four Season, etc.) nos dicen: ‘nosotros queremos producto nacional, entendemos la diferencia, queremos apoyar al productor costarricense’”, dice Gustavo Estrada, gerente de La Josefina.

El servicio de la finca no es de producción masiva: trata de colocar un producto exclusivo —de muy poca producción costarricense, como es el wagyu, raza japonesa— en clientes de calidad. Estrada busca tener una relación a largo plazo con quienes provee, idealmente por décadas. No vende a quien solo busca el precio más bajo, sino a quienes valoran la calidad y la historia detrás del producto. También prioriza la comunicación directa con el chef, gerente o dueño del negocio.
No solo es turismo
Mucho del desarrollo está atado al turismo, eso es innegable, pero va más allá de él. La diversificación del comercio es algo que Carman ha notado con más fuerza en los últimos años. En Solarium están instaladas empresas que poco tienen que ver con este sector, pero que vieron en la región un potencial interesante.
La Coca-Cola, por ejemplo, tiene su fábrica en este complejo. Foundever (antes Sykes) también es uno de esos casos: en su call center se emplea a costarricenses en un negocio completamente desconectado al desarrollo turístico.

“Hemos visto entrar a empresas de tecnología, desarrollo y soporte de apps. Hemos visto que están entrando también servicios financieros dentro de zona franca, también servicios de diseño; tipos de trabajos que hace 15 o 10 años no se veían en Guanacaste. Hay empresas que buscan salir de la GAM para tratar de escapar un poco del robo de talento y la competencia.”, dice Carman.
De hecho, las tres principales actividades económicas de la provincia, según el Producto Interno Bruto (PIB) cantonal del Banco Central de Costa Rica, no están vinculadas directamente con el turismo: alimentos y bebidas (15,7%, explicado en buena parte por la planta de la Coca-Cola, que produce jarabes para exportación), electricidad, agua y gestión de desechos (11,1%, siendo la generación eléctrica el principal componente) y la educación (10,2%) ocupan el podio de mayor valor agregado.
Es hasta el cuarto lugar en el PIB Cantonal que aparece alojamiento y servicios de comida (el sector más vinculado directamente con turismo), con un 8% de la producción. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que esos datos son del 2021 (los más recientes disponibles), año en que el turismo todavía no se había recuperado del todo tras la pandemia. Es fácil intuir que ese número probablemente creció en los siguientes tres años con las nuevas aperturas de hoteles y la mayor llegada de turistas directamente al aeropuerto de Guanacaste.
Retos
El desarrollo, aunque ha traído beneficios en generación de empleos, todavía tiene retos pendientes por superar. La infraestructura, especialmente la vial, es uno de los más evidentes. Aunque la Ruta 1 cuenta con dos carriles por vía que facilitan el transporte —a partir de Limonal y hasta Cañas—, el resto de la red vial no tiene esas mismas ventajas.
A la abandona sección de Barranca-Limonal, sobre la misma Ruta 1, se debe sumar que uno de los principales problemas ocurre en la Ruta 21, la carretera que pasa al frente del aeropuerto y que conecta Liberia con las principales playas del Pacífico Norte. Esta ruta solo tiene un carril por vía, lo cual la hace más que propensa a largas presas. “Con un accidente en esa carretera uno se queda pegado dos o tres horas”, dice Buethe.

“La carretera 21 se nos ha quedado corta y no solo al aeropuerto, sino a las comunidades que sirve. La ruta 21 es en muchas partes la única que sirve a la provincia; así de grave. Hay partes donde usted no puede la sustituir. A pesar de que el gobierno le está metiendo plata, la está recarpeteando, es muy angosta para el tráfico que está teniendo”, dice Jaramillo.
La carretera no solo es pequeña, sino que prácticamente no tiene vías alternas al tiempo que la mayoría del comercio y de los turistas deben transitarla para llegar a sus destinos. Además, tiene puntos sensibles, como el puente de Guardia, el cual atraviesa el río Tempisque y suele requerir de arreglos que terminan en paso regulado. Eso sin mencionar las fuertes vibraciones que se sienten al atravesarlo. A mediados de mayo un intento por realizar unas mejoras y permitir solo paso regulado devino en presas interminables denunciadas en redes sociales por los usuarios. Una intervención se anuncia para el segundo semestre de este año.

En cuanto al talento humano, Carman cree que la oferta ha mejorado, ya más empresas dependen menos de importar personal de la GAM —aunque todavía pasa—, pero teme que las opciones académicas de la zona todavía están muy centradas en el sector agropecuario.
El desarrollo del turismo de lujo también es un reto socioeconómico, pese a un encadenamiento de mayor valor agregado que puede mejorar los ingresos de los locales, especialmente de quienes tienen preparación técnica o universitaria.
Cuando el crecimiento no se planifica bien, tiene potenciales consecuencias gentrificadoras y ambientales. Este es un riesgo señalado incluso por quienes apoyan el desarrollo de un mayor turismo de lujo. Cuanto más compradores extranjeros invierten en segundas viviendas o alquileres de corto plazo, más pueden subir los precios inmobiliarios a un nivel en el que muchos habitantes ya no pueden competir, consideraron Alejandro Antillón y Alejandro Vargas —socio EY Law y gerente EY Law, respectivamente— en un artículo de opinión publicado en El Financiero.
“Lo que empezó como una oportunidad económica está generando temores reales de gentrificación y pérdida de identidad comunitaria. ONG locales y medios de comunicación han alzado la voz sobre si los beneficios del auge turístico se están distribuyendo de manera justa y si el modelo es realmente sostenible para quienes viven allí todo el año”, escribieron Antillón y Vargas en el artículo en el cual elogiaban el potencial turístico del país.
Los efectos de este encarecimiento no son exclusivos para los quintiles más bajos, sino también para la mayoría de la clase media. Una persona que gane entre $1.000 y $1.500 mensuales, por ejemplo, probablemente no esté en un estado de vulnerabilidad crítica, pero sí puede que la provincia le resulte muy cara.
“En Guanacaste hay mucha solución de vivienda social, tal vez no es la que se necesita, pero hay mucha. Hay mucha vivienda de alto nivel, de ultra lujo, pero toda la clase media está desatendida. Aquí hay mucha oportunidad de desarrollo inmobiliario para darle solución a ese grupo que tiene empleo estable, que atiende esos hoteles de lujo y que necesita dónde vivir”, considera Carman.
Para Antillón y Vargas, según escribieron, el reto está en alinear los intereses de la inversión extranjera con la normativa local, integrando a las voces de las comunidades en la planificación del desarrollo.
“Este no es un desafío exclusivo de Costa Rica; otros destinos en el Caribe y el sur de Europa enfrentan problemas similares al tratar de equilibrar los beneficios del turismo de lujo con la equidad social y la protección ambiental”, se lee en el artículo.
Cómo se gestionen estos riesgos determinará en buena parte cuánto provecho pueda sacarle el país a una provincia que todavía no ha alcanzado su techo, pero que ya es una realidad comercial.