Iniciar un negocio propio es un paso desafiante, pero hacerlo en el otro lado del mundo, rodeado de una cultura e idioma desconocido, lo es más todavía.
Marcela Sancho es una costarricense de 36 años que, en 2018, decidió dejar atrás su vida en el país que la vio crecer, para redescubrirse en un viaje por varios países del mundo.
Entre ellos se encontraba Emiratos Árabes Unidos (EAU), una nación por la que sintió un flechazo empresarial que más tarde daría fruto a House of Pops, la empresa de helados de palito ticos que ya es conocida por muchos en aquella región.
Ese primer acercamiento, sin embargo, no estuvo completo hasta que conoció a su esposo, Mazen Kanaan, originario de Líbano. Ambos tenían experiencia en los negocios —ella en hotelería y él en la industria heladera— para una combinación entre hospitalidad y estrategia que no tardó en florecer.
En Dubái, la hoy propietaria de House of Pops decidió asentar no solo su joven matrimonio, sino también los cimientos de su empresa.
Actualmente, y con un hijo de apenas un año de edad, la pareja ha conseguido posicionar sus productos en 1.000 locaciones de Medio Oriente, gracias a la fuerte aceptación en cadenas de supermercados y a la apertura de tiendas en 28 instalaciones físicas.
Ambos, aunque hoy recuerdan con cariño sus primeros pasos, reafirman dos grandes metas para 2026: enamorar a los ciudadanos de Arabia Saudita con los sabores de sus helados y llegar al mercado europeo.

Un producto común en Costa Rica, pero exótico en tierras lejanas
La propuesta de House of Pops nació como una respuesta directa al clima extremo de Emiratos Árabes Unidos.
Sancho notó que, pese al calor constante, no existía en el mercado una opción verdaderamente refrescante, natural y saludable que conectara con una población cada vez más consciente de lo que consume.
Esa observación cotidiana se convirtió en la chispa que dio forma a su producto, en 2021.
Las paletas que hoy circulan de forma orgánica (sin publicidad paga de por medio) en quioscos, supermercados y hoteles de Medio Oriente, mantienen la misma esencia con la que fueron concebidas: son veganas, libres de lácteos, sin preservantes y elaboradas únicamente con fruta.

Los fundadores eliminaron por completo los frutos secos de su planta de producción para poder llegar a consumidores alérgicos, y apostaron por empaques compostables como parte de su identidad sostenible.
Inspirados inicialmente en los sabores tropicales que la empresaria llevó desde Costa Rica —como piña, papaya y banano— pronto descubrieron que debían adaptarse a los gustos locales.
Fue así como el mango, la fresa, el coco, la frambuesa o el limón se convirtieron en los favoritos del mercado emiratí, hasta concentrar cerca del 70% de las preferencias desde sus primeros meses de operación.
Hoy, esos mismos sabores son los que planean llevar a Arabia Saudita y Europa, mercados donde esperan replicar la fórmula que los convirtió en la Pyme del Año de ‘El Financiero’: productos simples, limpios y refrescantes que hablan por sí mismos sin necesidad de campañas masivas.
Arabia Saudita: un mercado difícil pero no imposible
Una de las principales metas de House of Pops para el próximo año es fortalecer su identidad en Arabia Saudita. Pese a que ya cuentan con presencia en la región, Sancho reconoce la dificultad de incursionar en ella debido a la legislación vigente.
Hasta ahora, la empresa ha logrado entrar al mercado saudí tras un proceso largo y lleno de barreras regulatorias, muy distinto a la experiencia en Emiratos Árabes, donde abrir una compañía toma apenas una semana.
“La burocracia es cambiante, las normas se interpretan de forma ambigua y los envíos pueden quedar retenidos si un inspector aplica criterios distintos a los de semanas previas”, explicó Sancho.
Para una empresa mediana, ese desgaste administrativo y el costo en recursos humanos suele desanimar a muchos competidores.
Por lo tanto, la estrategia que desarrollan busca replicar lo que consiguieron antes: crear una nueva subcategoría de helados “premium en palito”, muy por encima de los productos tradicionales del país, elaborados con colorantes y saborizantes artificiales y vendidos por alrededor de un dólar.

Alianzas con otras heladerías para diversificar ingresos
Otra de las transformaciones clave fue el impulso de su línea de private label, que permite utilizar la capacidad ociosa de la fábrica para producir helados a terceros.
Este servicio abrió las puertas a nuevos ingresos sin afectar su crecimiento interno: los productos ya salen vendidos en contenedores y no implican riesgo comercial.
“Son helados completamente fuera de la línea que vendemos. Estas empresas buscan producir y vender a bajo costo, por lo que están compuestos en mayor medida por saborizantes artificiales, pero nos piden incorporar parte natural. Así, aseguramos tener fuentes adicionales de ingresos y generar alianzas con otros entes del mercado”, comenta Sancho.
Actualmente, atribuye su avance a la agilidad operativa y a un equipo de trabajo con trayectoria en multinacionales, capaz de tomar decisiones conjuntas sin jerarquías rígidas ni política interna.
La gobernanza se basa en votación mayoritaria y la mejor idea prevalece sin importar quién la proponga, lo que facilita corregir el rumbo cuando un proyecto no funciona.
“Para 2026, el objetivo central será encontrar un socio estratégico que no solo aporte capital, sino que sirva como catalizador para acelerar las aperturas y consolidar la marca, especialmente en Arabia Saudita y Europa”, agregó la propietaria.
A la fecha, la empresa cuenta con 93 colaboradores activos.
Fuera de la operación diaria, la pareja también asume el rol de padres, una dinámica que influye en la forma en que conducen el negocio.
House of Pops creció al mismo tiempo que su familia, y ese proceso los obligó a encontrar un equilibrio entre expansión, los viajes constantes y la vida en casa.

Ambos reconocen que emprender en el Golfo implica jornadas largas y retos inesperados, pero también destacan que criar a sus hijos en ese contexto multicultural les ha dado un sentido más claro de propósito.
Ser padres y empresarios los llevó a valorar más la simplicidad del producto y su impacto real. La decisión de mantener la fórmula limpia, evitar colorantes o conservantes y producir de manera más sostenible no fue solo una apuesta comercial, sino una convicción personal impulsada por lo que querían para su propia familia.
Esa coherencia, dicen, es parte de lo que sostiene a la empresa aun en momentos complejos, porque las decisiones no se toman únicamente con criterios de negocio, sino con la intención de construir algo que ellos mismos se sientan orgullosos de entregar a las generaciones que vienen.
