Las proyecciones de crecimiento y consumo para el año 2014 superan las reales del 2013, y parecen haber buenas noticias para algunos sectores como el turismo y el exportador.
Sin embargo, distan mucho de ser suficientes para mejorar el índice de confianza del consumidor (ICC) y tampoco son suficientes para mejorar los índices de pobreza y desempleo.
El costarricense promedio no sabe de indicadores económicos; sabe de lo que escucha en la calle y lo que siente su bolsillo. El panorama ahí es otro: el dinero no le alcanza, despidos, los servicios públicos suben constantemente de precio, corrupción, infraestructura deficiente y obsoleta, huelgas, bloqueos, malestar por doquier, inseguridad y una lista casi interminable de otros males.
Esto se ve reflejado en las últimas mediciones del ICC publicadas en diciembre del 2013, donde este sigue decayendo.
Al mismo tiempo, hay análisis que apuntan a una mayor devaluación, encarecimiento del crédito y una inflación que tiende a ser creciente, producto del incremento del déficit fiscal.
Esto a todas luces son panoramas muy distintos que generan confusión, incertidumbre y hasta pesimismo en el consumidor costarricense y debe ser considerado por el futuro gobierno, al cual le espera una ardua labor.
Las autoridades deben trabajar en generar un clima de confianza con decisiones que manden buenas señales al sector productivo, inversionistas y consumidores.
Revertir esta tendencia en la confianza de los costarricenses será sin duda, un muy difícil reto, pero necesario y urgente.