El mundo vive una transformación profunda: nunca tantas personas con alto patrimonio (también conocidos como high-net-worth individuals - HNWI) habían decidido vivir fuera de sus países de origen. Ya no es solo el ejecutivo trasladado por su empresa, sino emprendedores, inversionistas, profesionales móviles y familias multinacionales que escogen dónde vivir según calidad de vida, estabilidad, conectividad y, por supuesto, fiscalidad.
La residencia fiscal, que antes parecía una condición geográfica, para muchos es hoy una decisión estratégica. Con teletrabajo, mayor movilidad y sistemas tributarios desalineados con la realidad global, miles de individuos buscan países donde su patrimonio sea tratado con lógica y previsibilidad. Por eso existe una competencia creciente entre países por atraer no solamente talento, sino también riqueza mediante incentivos fiscales.
El Henley Private Wealth Migration Report 2025 proyecta que 142.000 millonarios cambiarán de país este año, un récord histórico. El informe muestra además que la migración de riqueza no es aleatoria: tiende hacia países que combinan calidad de vida con esquemas fiscales modernos. Emiratos Árabes Unidos encabeza la lista, seguido por Estados Unidos, Italia, Suiza, Arabia Saudita, Singapur, Portugal, Grecia, Canadá y Australia. Todos han comprendido que atraer residentes globales es una estrategia de desarrollo.
Europa ha sido especialmente hábil. Italia, España, Portugal, Grecia y Suiza han creado regímenes que permiten a los nuevos residentes tributar con montos fijos o tasas reducidas sobre sus ingresos extranjeros. El caso italiano es paradigmático: un impuesto fijo anual que atrae a personas que, de otro modo, pagarían más del 45% en tributación mundial. Suiza, con su forfait fiscal, lleva décadas perfeccionando este modelo. Estas jurisdicciones entendieron algo esencial: competir fiscalmente no significa regalar dinero, sino atraer personas que consumen más, invierten más y generan empleo de manera sostenida.
Costa Rica ya vivió algo parecido. En los años sesenta se creó un programa de pensionados tan exitoso que atrajo a miles de jubilados de Estados Unidos y Canadá. Podían importar vehículos y menaje de casa libres de impuestos, entre otros beneficios. Lastimosamente ese paquete se eliminó en 1992, pero dejó efectos duraderos: compra de propiedades, contratación de personal doméstico, demanda por servicios médicos, gastronómicos y profesionales, y la transformación de comunidades enteras en zonas costeras y rurales.
Hoy el país enfrenta una oportunidad aún mayor. En un mercado global donde más de 140.000 personas con alto patrimonio están listas para mudarse cada año, Costa Rica podría aspirar a atraer 300 a 500 nuevos residentes anuales si creara un régimen competitivo, transparente y moderno. Sería el equivalente a una zona franca para personas físicas: un marco de estabilidad y ventajas claras para quienes aportan consumo, cultura, inversión y redes globales.
El pasado 1 de diciembre, la prestigiosa publicación “International Living” (con eco en los principales medios y revistas del mundo) nos incluyó como el tercer mejor país del mundo para retirarse. Eso no solamente refuerza los argumentos anteriores, sino que es una credencial importante para mercadearnos internacionalmente.
El impacto de atraer a esos millonarios sería sustancial. Con solamente el consumo en vivienda, servicios, salud, educación, restaurantes, turismo y asesoría profesional, eso podría implicar cientos de millones de dólares en consumo adicional anual y en impuestos de consumo. Esto, sin contar inversión inmobiliaria directa ni el efecto multiplicador sobre proveedores locales. Si una parte compra propiedades de alto valor o segundas residencias, el impacto sobre construcción, servicios profesionales y empleo sería aún mayor.
Además, la llegada de familias de múltiples nacionalidades aporta una riqueza cultural invaluable: diversidad lingüística, impulso a la educación internacional, nuevas ideas, redes empresariales y una visión más cosmopolita para un país que debe insertarse cada vez más en la economía global.
La experiencia histórica de los pensionados demuestra que los incentivos bien diseñados generan desarrollo real. El reciente error del Reino Unido al eliminar el régimen “non-dom” demuestra lo contrario: decisiones fiscales mal calibradas pueden expulsar riqueza y talento en tiempo récord.
La competencia global por atraer personas de alto patrimonio ya está en marcha. Costa Rica tiene clima, estabilidad, ubicación, naturaleza, calidad de vida y una marca-país poderosa. Solo le falta lo que otros ya entendieron: un diseño fiscal moderno y competitivo para atraer residentes globales.
Hoy la pregunta no es si debemos competir, sino cuándo y cómo. Y la ventana para hacerlo está abierta ahora. Costa Rica necesita tomar una decisión estratégica.
---
El autor es abogado.