Las significativas fluctuaciones observadas en el tipo de cambio han sido centro de intenso debate en Costa Rica en los pasados años.
Entre mayo de 2022 y el mismo mes de 2025, el dólar se apreció un 27%, al pasar ₡688 a ₡505, una caída de ₡183 la cual ha levantado críticas severas desde los sectores exportador y turístico, tanto por la reducción en sí como por la persistencia durante muchos meses del valor alrededor de los ₡500 sin una reversión hacia promedios históricos.
Todo esto lleva a preguntarse si este último valor debería ser interiorizado de ahora en adelante como el nuevo punto de referencia del dólar por parte de familias y empresas al momento de realizar sus cálculos financieros.
Como es de esperar, la cuestión no es solamente el valor del tipo de cambio, sino también las señales de política cambiaria que emanan desde el Banco Central para refutar o confirmar lo anterior.
El BCCR aduce que, en lo fundamental, la entidad “respeta al mercado” y, por lo tanto, los movimientos de corto y mediano plazo reflejan las fuerzas de oferta y demanda.
Siendo un sistema de flexibilidad administrada, los agentes económicos deben entender que la fuerza motora detrás de la determinación del tipo de cambio es el mercado mismo y no el Banco y que no existe interés alguno por buscar un tipo de cambio específico. Como lo ha expresado su Presidente Ejecutivo, el Banco no hace política cambiaria para un sector en particular.
Sin embargo, algunas señales de lo que ocurre actualmente no terminan por convencer a muchos. Para varios analistas, si bien las intervenciones de la entidad son parte esperable de la mecánica del modelo cambiario escogido, causa preocupación la asimetría de estas intervenciones según la dirección de los movimientos del mercado. En general, tal parece que las ventas por estabilización que ejecuta el BCCR (cuando hay presiones al alza) son mayores que las compras por estabilización (cuando hay presiones a la baja). Así, pareciera que hay un interés implícito en favorecer apreciaciones más que depreciaciones.
A esto se le suma un asunto desde la política monetaria. Al igual que con la política cambiaria, la crítica se enfoca en la lentitud de los recortes aplicados a la tasa de política monetaria, en contraste con la rapidez con que se ejecutaron las alzas. Esto incide en que las presionas a la depreciación de la moneda se debiliten.
La discusión sigue abierta y esto motiva a reflexionar sobre política cambiaria desde múltiples frentes. Un primer elemento que se pone sobre la mesa se refiere propiamente al modelo de tipo de cambio. Luego de muchos años donde la pauta fue observar una depreciación persistente del colón, los movimientos a la baja parecen no ser del todo digeridos por los agentes económicos, causando reacciones de muy distinto tino. Si el país debe optar por un régimen cambiario distinto, que brinde más estabilidad, es un asunto para debatir con los pros y contras que esta decisión podría acarrear.
Por otro lado, el sistema financiero podría contribuir a estas discusiones en materia cambiaria, sus fluctuaciones, y el impacto sobre empresas. En lo particular, ampliar y profundizar el mercado de coberturas cambiarias es una respuesta que podría traer múltiples beneficios por cuanto reducen los riesgos cambiarios a aquellas entidades con alta exposición a los mismos. Al asegurar un tipo de cambio, las empresas tendrían mejores perspectivas a la hora de formular sus proyecciones financieras. Esto implica, a su vez, incentivar el uso de estos instrumentos por parte del sector productivo.
Además, es necesario transparentar un poco más la posición del BCCR, así como mejorar la comunicación en general sobre el funcionamiento del régimen cambiario. Las declaraciones del Presidente Ejecutivo han sido claras en cuanto a la posición que tiene el Banco sobre el manejo del tipo de cambio y su búsqueda por implementar una política neutra. Sin embargo, no siempre las palabras concuerdan con las operaciones del BCCR en el mercado, creando incertidumbre entre familias y empresas.
Finalmente, todo esto podría traer consigo un asunto que tiene años de estar en la discusión pública: la modificación de los objetivos primarios que deberían conducir la acción del Banco Central. Replantear los objetivos para que, además de la estabilidad interna y externa, la entidad deba contribuir al empleo y el crecimiento económico, podría traer consigo modificaciones en la práctica cambiaria que hoy día no se contemplan.