
En tiempos recientes, y muy particularmente en la región del mundo que ocupamos, la confianza y admiración hacia las grandes empresas se ha visto comprometida. Dos razones fundamentales explican este cambio en la percepción del público.
Primero, el sonado caso de violación de principios éticos y buenas prácticas contables y empresariales que se atribuye a la energética Enron, de Estados Unidos, la cual desencadenó un endurecimiento de las normas relativas al gobierno corporativo, la auditoría y el control externo de las empresas en el ámbito internacional.
El segundo se da por las malas prácticas de inversión, apalancamiento, control de empresas y de compensación de ejecutivos, que se hizo evidente –particularmente en el sector financiero internacional– durante la crisis financiera y económica que afectó al mundo en 2008 y 2009.
Ya antes de esto la imagen de los grandes empresarios era objeto de cuestionamientos en algunos ambientes.
La corrupción empresarial –una relación al margen de la ley entre una firma privada y un funcionario u organización pública– es frecuente en las naciones de la región y representa costos injustificados, desvío de recursos a usos subóptimos y una pérdida de confianza que encarece y dificulta todas las transacciones en la sociedad.
Una definición moderna dice que la ética empresarial es el conjunto de principios, valores y conductas que guían la toma de decisiones en una compañía para alcanzar los objetivos y el bienestar de cada uno de sus públicos interesados (accionistas, clientes, empleados, suplidores, acreedores y comunidades).
A esta definición se le agrega la ética de la excelencia, que es aquella que indica que el tomador de decisiones ético es aquel que optimiza el valor de cada uno de los recursos a su disposición en función de la ley, la moral y los objetivos de su organización y los públicos interesados.
Lograr un ambiente realmente ético en una empresa no se da por casualidad. Para que la ética empresarial realmente tome arraigo en una organización debe ser definida en lo específico, instrumentada por medio de políticas, medida en su desempeño y reportada a los públicos interesados. Solo así se logra crear una cultura representativa de la ética deseable.
Los instrumentos fundamentales de la ética empresarial son el gobierno corporativo, los códigos de ética y conducta para la organización, el uso de mediciones de desempeño operativo, económico-financiero, social y ambiental de la organización, así como las mediciones de compromiso de los colaboradores con la estrategia y códigos de la firma, y los reportes transparentes a los públicos interesados respecto a todo lo anterior.
Cuando una compañía actúa éticamente e integra la ética de la excelencia, se logran relaciones más estables y duraderas con todos los públicos. Cuando la realizan todas las empresas de una cadena de valor, esta funciona más fluida y competitivamente en todos los niveles para beneficio de todos sus miembros. Y cuando se logra llevar a la mayoría de las firmas de una comunidad, esta gana en todas las dimensiones y se acerca su desempeño a uno de auténtica sostenibilidad económica, social y ambiental.
La ética empresarial paga. Es un tema fundamental que debe ser promovido por universidades, asociaciones empresariales y por quienes creemos que el desarrollo depende de un sector empresarial vigoroso y comprometido el bien común de los ciudadanos de su país.