Cuando admiramos a alguien porque destaca en algo, rara vez pensamos en lo que hay detrás de sus logros: la manera en que esa persona ha administrado las horas, cómo estableció metas de corto, mediano y largo plazo y cuántas otras cosas ha dejado de hacer para lograrlas.
La excelencia no es un accidente ni un privilegio y no es fruto del corto plazo, pues se construye con el tiempo y cómo decidimos invertirlo, organizarlo y protegerlo.
Todos contamos con la misma cantidad de horas al día; pero cada uno de nosotros las usa de manera distinta, en función de nuestras necesidades y posibilidades, y también en función de nuestras prioridades.
Como cada etapa de la vida es distinta, para cada una de ellas es importante definir objetivos. Según estudios recientes, una persona pasa en promedio más de tres horas diarias en redes sociales. Eso equivale a casi 50 días al año.
A menudo es algo que se hace de manera automática, sin estar conscientes del tiempo que dejamos escapar de las manos y sin percatarnos que consumir esas horas en distracciones es también una decisión.

¿Qué impacto tendría en nuestras vidas si por lo menos una parte de ese tiempo lo destináramos a estar con seres queridos, leer un libro, practicar un deporte o a desarrollar alguna destreza? El tiempo bien usado nos acerca a un propósito; el tiempo desperdiciado nos aleja de él.
Cuando no tenemos conciencia del valor del tiempo, corremos el riesgo de divagar sin dirección. Lo mismo ocurre con el tiempo colectivo de una nación. Si un gobierno o varios gobiernos sucesivos dejan pasar el tiempo sin atender asuntos de prioridad nacional y sin trazarse metas, arriesgamos perder el rumbo.
Los problemas urgentes que no se resuelven se hacen más grandes y complejos y las metas de largo plazo se vuelven inalcanzables.
Tanto el plano individual como en el plano nacional, cada minuto, cada hora determinan no solo quiénes somos hoy, sino también quiénes seremos mañana.
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Dyalá Jiménez es abogada y se especializa en resolución de disputas internacionales. Es miembro de las más prestigiosas instituciones de arbitraje del mundo, como el Ciadi del Banco Mundial, el Consejo Internacional de Arbitraje Comercial y el Consejo Internacional de Arbitraje para el Deporte. Es exministra de Comercio Exterior y conforma la Junta Directiva de Cinde.