
Estamos viviendo un momento histórico lleno de cambios, adaptaciones e innovaciones, no solo en el ámbito laboral- empresarial, sino también en el ámbito familiar, personal y social. Hay una serie de circunstancias que se nos han salido de las manos.
La pérdida de control de dichos eventos pone a prueba nuestra tolerancia a la frustración, la resiliencia, y definitivamente nuestra capacidad de reacción ante lo que sucede.
Es un hecho, que no podemos controlar lo que pasa a nuestro alrededor; como ciudadanos, miembros de equipo de una organización y líderes de organizaciones; no podemos determinar las circunstancias sociales y económicas del país o del mundo. Lo único sobre lo que con seguridad podemos actuar y dónde debemos enfocar nuestra fuerza, nuestras energías y empeño, es nuestra actitud.
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Definitivamente la actitud determina todo lo que hacemos, desde el ánimo al despertar al amanecer, hasta el manejo de una crisis o un cambio en nuestra vida. Según el autor John C. Maxwell, “la suma de todos tus pensamientos constituye tu actitud completa. Nuestra actitud matiza todos los aspectos de la vida. Es como la brocha de la mente”. Es esa “brocha” de la actitud la que se encarga de pintar nuestra vida de determinados colores. Depende de nuestra actitud que valoremos una situación como un problema o como un reto.
Actualmente, personas y empresas, se han reinventado y transformado frente a la nueva dinámica comercial; han adaptado sus productos y servicios a las nuevas necesidades que se han presentado; encontrado oportunidades para reenfocar y posicionar su negocio. Esta adaptabilidad les ha permitido seguir adelante en el mercado, diversificarse e incluso aumentar sus ventas; demostrando que una actitud positiva ante los cambios es de gran valor.
La asunción de una actitud positiva ha posibilitado que la fortaleza del ser humano brille sobre las situaciones difíciles, ha demostrado que las circunstancias adversas no nos determinan sino nuestras decisiones frente a las mismas, pues como dice Stephen Covey, “yo no soy producto de mis circunstancias, soy producto de mis decisiones”. Son los equipos y empresas con actitudes positivas y “fortaleza psicológica” las que ven retos y oportunidades de crecimiento, se levantan cada mañana comprometidos a seguir adelante, a inyectar una buena dosis de optimismo en su quehacer; a actuar y responder de manera proactiva; escuchando a los clientes y encontrando maneras vanguardistas para satisfacer sus necesidades.
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Para que se despliegue esta actitud positiva a toda la organización, es fundamental que los líderes lo vivan y lo inspiren a los equipos de trabajo. Cuando un líder se muestra abierto y optimista ante los cambios; los colaboradores interiorizan dicha actitud, y también la viven en su trabajo cotidiano, culturalizándose en lo profundo de la organización.
Claves
Esta actitud frente a los retos es lo que permite encontrar un propósito y lograr una mayor trascendencia. Pero, cómo podemos promover una actitud positiva en nuestro equipo:
- Identifique cuáles son los paradigmas y creencias que tienen como equipo de trabajo: ¿Dichos paradigmas contribuyen en la edificación de una actitud positiva de equipo? Lo anterior se determina haciéndonos algunas preguntas, por ejemplo ¿tenemos oportunidades de crecimiento?, ¿hacia dónde nos dirigimos?, ¿tenemos una visión común?, ¿para nosotros las situaciones difíciles significan un problema o un reto?, ¿qué nos une como equipo?, ¿cuáles son nuestros valores y fortalezas? y ¿cómo nos ayudan a salir adelante?
- Si los paradigmas contribuyen positivamente al desarrollo del equipo es importante seguirlos promoviendo y reforzando: Si encontramos respuestas menos propositivas, es sustancial actuar y suscitar iniciativas que incentiven la motivación, el logro, la proactividad y concientización de las fortalezas que se tienen como equipo y robustecer la seguridad. Además, se debe modificar el vocabulario utilizando términos positivos. Sustituir frases como “no podemos”, “no es lo mío”, “no me toca”, “estamos en crisis”, por otras palabras como “sí podemos”, “es lo nuestro”, “es un trabajo de todos”, “estamos en una oportunidad de cambio y crecimiento”. Lo anterior se puede trabajar a través de charlas, capacitaciones y formaciones con expertos, pero sobre todo a lo interno, cultivando un lenguaje positivo en la cotidianidad.
- Incentivar principios y valores como la valentía, la honestidad, la proactividad, la comunicación, la solidaridad, la creatividad e innovación, que dirijan las decisiones y comportamientos a nivel corporativo: Los equipos de trabajo y las organizaciones basadas en principios y valores, son más resistentes y optimistas ante los cambios, son más unidos y con mayor “fortaleza psicológica”, es decir, tienen mayores recursos a nivel mental y emocional para hacer frente a sus retos laborales. También el trabajo basado en principios y valores permite solventar situaciones difíciles, promueve la escucha activa, la resolución de conflictos, la promoción de la empatía y la efectividad.
- Fortalecer la importancia de enfocarse en lo que podemos influir: nuestra actitud. Podemos enfocarnos en nuestro círculo de preocupación (las circunstancias), como por ejemplo los cambios en el comercio y la economía global, o bien, podemos enfocarnos en nuestro círculo de influencia (nuestra actitud y elecciones), decidiendo cómo adaptarnos a la nueva dinámica social, económica y comercial, potencializando al máximo los recursos, competencias y talentos.
Las obras más bellas nacen a lo interno del ser humano. El arte impregnado en una actitud positiva, permite sacar lo mejor de nosotros mismos, como personas, como equipos, como empresas y como sociedad; ser innovadores, creativos, pensantes y trascender a través de ideas inspiradoras. Que esta actitud integradora, positiva y propositiva, sea la que nos haga distintivos en momentos históricos como los que vivimos.