En 2024, el principal relleno sanitario del país, Uruka, reportó una vida útil de pocos meses. Por ende, el Parque de Tecnología Ambiental Aczarrí (el segundo en importancia), también redujo su proyección a solo 3,5 años. La alerta es clara: Costa Rica se está quedando sin sitios de disposición final para sus residuos ordinarios.
Como profesional en la gestión de residuos y, sobre todo, como padre, me preocupa ver como se termina de configurar esta crisis inminente sin que se planteen verdaderas soluciones al respecto. Conflictos, culpas y reproches van y vienen entre los distintos actores.
Aunque incomode, debemos aceptar una realidad inevitable: se necesitan nuevos rellenos sanitarios con enfoque regionalizado, y con urgencia. Ello sin ahondar por supuesto en otros tipos de tecnologías de valorización aún más sofisticadas. Hoy en día, hay cantones como Coto Brus deben enviar sus residuos hasta el Parque Ambiental de Miramar, recorriendo más de 300 kilómetros en total por cada viaje de disposición. Este traslado no solo dispara los costos operativos de los gobiernos locales, sino que además agrava el impacto ambiental debido a las emisiones asociadas al transporte. Es imprescindible avanzar hacia soluciones territorialmente distribuidas, que acorten los trayectos y fortalezcan la capacidad de valorización a nivel local.
Pero el problema va más allá de dónde disponemos los residuos: también tenemos que preguntarnos por qué seguimos generando tanto y separando tan poco.
Las empresas deben asumir una responsabilidad extendida del productor que sea real, operativa y verificable.
No basta con cumplir formalidades: se requiere un enfoque integral que considere el ciclo completo del producto, desde su diseño hasta su disposición final. En Chile, por ejemplo, la Ley REP obliga a los productores de envases y embalajes, como botellas, cajas, latas, envoltorios, a organizar y financiar sistemas de recolección y reciclaje. Esta normativa, que comenzó a aplicarse plenamente en 2023, establece metas progresivas de valorización y ha impulsado la instalación de puntos limpios, alianzas logísticas y campañas ciudadanas para recuperar esos materiales.
Si bien la normativa es reciente y su implementación está en proceso, Chile ya sentó las bases de un modelo que responsabiliza al generador del residuo, mientras que, en Costa Rica, en cambio, aún ingresan al mercado toneladas de envases de un solo uso sin que quienes los producen se hagan cargo de su recuperación o al menos, de financiarla. Ciertamente, mientras el que produce no se responsabilice, todo el sistema seguirá atrapado en un ciclo insostenible.
Pero también nos corresponde, como personas consumidoras, hacer lo propio. El Ministerio de Salud estima que más del 80 % de los residuos que hoy llegan a los rellenos podrían valorizarse: son materiales reciclables, reutilizables u orgánicos que, con una mejor separación y gestión, no tendrían por qué terminar enterrados. ¿Cómo es posible que, en pleno 2025, sigamos enterrando materiales que podrían generar empleo, reducir emisiones y alargar la vida útil de los rellenos sanitarios?
Por más que duela, debemos entender lo imperioso que es adoptar modelos como el suizo en el que cada ciudadano debe pagar por lo que genera de residuos: sus habitantes pagan menos conforme realicen mejores esfuerzos de segregación para reciclar; cada bolsa de residuos no separados es carísima ¿Sabe usted con exactitud cuántos kilos genera por mes o bien cuánto paga anualmente por el tratamiento de su “basura” ordinaria?
En todo este contexto, es fundamental reconocer también el rol esencial que desempeñan los recicladores de base. Gracias a su trabajo silencioso pero vital, se logra recuperar parte de los materiales que de otro modo saturarían aún más los rellenos sanitarios. En el marco del Día Mundial del Reciclaje, que se celebra este 17 de mayo, es oportuno recordar que fortalecer los sistemas de recuperación y dignificar el trabajo de quienes los impulsan no es solo una cuestión social, sino también una estrategia ambiental crítica. Apostar por el reciclaje es apostar por alargar la vida útil de los rellenos, reducir costos municipales y emisiones de contaminantes al ambiente, así como también el construir de la gestión de residuos un sector boyante y sostenible.
El Estado, el sector privado, los gobiernos locales y la ciudadanía tenemos que construir soluciones de forma conjunta y articulada. Somos un país relativamente pequeño como para que no nos hayamos puesto de acuerdo en estos temas. Ya no hay espacio para culpas individuales ni excusas colectivas. Lo que hagamos, o dejemos de hacer hoy, definirá el país que heredarán nuestros hijos e hijas mañana. Como padre, y como profesional en este campo, lo digo con claridad: no podemos seguir aplazando las transformaciones que el país necesita. El tiempo se nos acaba.
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El autor es vicepresidente Cámara de Gestores Ambientales.