Costa Rica ha logrado posicionarse como un destino competitivo en atracción de inversión extranjera directa (IED), pero pensar que esa posición está asegurada es un error.
En un entorno global cambiante y altamente competitivo, la IED no es una conquista garantizada para ningún país, sino un proceso continuo que requiere visión estratégica, decisiones informadas y acción colectiva.
Desde CINDE, en 2024 facilitamos el establecimiento de 21 nuevas empresas en sectores estratégicos y apoyamos la expansión de unas 50 compañías. Esto representó más del 52 % de los proyectos reportados en el país. Y aunque celebramos la cifra, fue un reto significativo.
Aunque otros informes públicos incluyeron inversiones en sectores como logística o franquicias, lo que elevó el total país, si se consideran únicamente los sectores estratégicos, el promedio histórico se mantiene entre 38 y 40 nuevas empresas por año.
No hay espacio para la complacencia. Si bien el país ha mantenido un promedio estable en la atracción de empresas estratégicas, el ritmo de crecimiento ha sido sostenido pero moderado, lo cual debe interpretarse como una señal de alerta. El contexto global se vuelve cada vez más desafiante, con nuevas reglas, actores más agresivos y condiciones que cambian velozmente.
Además, en las últimas semanas hemos sido testigos de cierres de operaciones, ajustes de planilla y caídas en rankings internacionales que influyen directamente en las decisiones de inversión a nivel corporativo.
Atribuir estos movimientos exclusivamente a la naturaleza móvil de la IED sería una simplificación peligrosa. Nos arriesgamos a perder posicionamiento si no cuidamos y fortalecemos los habilitadores claves del clima de inversión. Talento y capacidades alineadas al mercado es el primero de ellos. Hoy nuestra gente siendo nuestro mayor diferenciador, pero requiere inversión, visión compartida y corresponsabilidad. Estado, academia, empresa y aliados técnicos deben actuar como un solo equipo. El entorno no esperará.
Se suman la seguridad jurídica y física, infraestructura y energía, competitividad, y un régimen de incentivos moderno. Asimismo, la necesidad de contar con un sistema articulado de atracción y retención de inversión, que acompañe técnica y ordenadamente a las empresas en todo su ciclo de vida.
La competencia es intensa. No solo enfrentamos a países vecinos, sino a centros globales con incentivos más agresivos o mayor escala en Europa, Asia y Norteamérica. Además, los proyectos están evolucionando: incorporan más tecnología, mayor complejidad operativa, especialización, y mayor valor agregado. Costa Rica debe responder con una propuesta de valor sofisticada y un ecosistema a la altura de estas nuevas demandas.
Costa Rica ya lo ha hecho antes. Supimos transformar nuestro modelo en los años 80 y 90. Hoy nos toca hacerlo de nuevo.

No podemos dar nada por sentado. La reputación que hemos construido no se mantendrá intacta ni eterna, debe ser gestionada activamente. El motor de la IED necesita mantenimiento constante, combustible estratégico y conducción experta.
La tarea es clara: proteger y potenciar lo que hemos construido. Hacerlo exige liderazgo, urgencia y visión de largo plazo.
---
La autora es la directora general de Cinde.