LONDRES, PROJECT SYNDICATE – Según muchos indicadores, el mundo enfrenta niveles récord de agitación, tanto en la economía global como en el panorama geopolítico. Este nuevo desorden mundial refleja una amplia variedad de factores, lo que deja a inversionistas y líderes empresariales preguntándose cuál es la mejor forma de protegerse frente a tanta incertidumbre.
Diversos factores están contribuyendo al deterioro de las previsiones del PIB y al aumento de la volatilidad, entre ellos la desglobalización, ahora exacerbada por los aranceles, los mayores riesgos inflacionarios y la competencia tecnológica entre Estados Unidos y China. Al mismo tiempo, la incertidumbre geopolítica crece a causa del ensanchamiento de las fisuras regionales, la reconfiguración de bloques comerciales de mercados emergentes como el grupo BRICS+ de economías emergentes importantes, y guerras activas en curso. Y la incertidumbre social –provocada por niveles récord de migración y desplazamiento– está alimentando el populismo y la desconfianza hacia los gobiernos en muchas economías avanzadas.
Hasta hace poco, la volatilidad en los mercados financieros era alta en comparación con estándares históricos, aunque no tan elevada como cabría esperar, lo que implicaba cierto grado de complacencia del mercado. Por ejemplo, el VIX –una medida de volatilidad– se había mantenido entre 15 y 20 puntos en las primeras semanas de 2025, frente a los 12-14 del mismo período del año anterior. De forma similar, el MOVE (Estimación de Volatilidad de Opciones de Merrill Lynch) –una medida de la volatilidad de las tasas de interés– se había mantenido elevado en torno a los 100 puntos desde febrero de 2022, frente a los 50-80 de los años anteriores. Sin embargo, tras los aranceles del “Día de la Liberación” impuestos por Donald Trump, el VIX superó los 40 puntos y el MOVE los 130.
Ante tal incertidumbre, hay tres formas de pensar en coberturas. La primera, la “cobertura de nivel uno”, comprende los métodos convencionales que utilizan los inversionistas cuando los mercados financieros funcionan normalmente y cuando no hay dudas sobre el Estado de Derecho. Estas opciones presuponen una relación estable (la “base”) entre los mercados financieros y los activos reales. Los contratos financieros se liquidan de manera confiable, y las coberturas protegen a los inversionistas como se espera.
Por ejemplo, comprar opciones put sobre el S&P 500 o protección CDX (índice de swaps de incumplimiento crediticio) protege la renta variable y fija de un inversionista, respectivamente, dado que estos contratos seguirán pagando incluso después de una crisis. En estos casos, la riqueza está cubierta porque los mercados financieros funcionan correctamente y el estado de derecho garantiza suficiente liquidez y transparencia.
Luego está la cobertura de nivel dos, que se emplea cuando los mercados financieros no logran liquidar contratos, dejando expuestos a los inversionistas a pesar de poseer un contrato financiero. Este escenario asume un sistema cerrado en el que el fallo de las coberturas financieras de nivel uno no es aislado ni localizado, sino universal. Tales situaciones son poco comunes en un mundo globalizado, porque incluso si falla una bolsa nacional, los contratos financieros sobre activos negociados globalmente, como el oro o el petróleo, podrían liquidarse en otro lugar.
Consideremos la crisis financiera global de 2008, cuando los gobiernos intervinieron para asegurar la liquidación de contratos –asegurando de hecho la economía y el sistema financiero al defender el estado de derecho–. Aunque la relación entre activos financieros y reales se rompió inicialmente, la intervención gubernamental fue suficiente para estabilizar los mercados. Mientras el estado de derecho se mantenga, los derechos de propiedad, los contratos, los acuerdos entre contrapartes y los pagos de facturas y alquileres siguen siendo exigibles. En estos casos, el gobierno puede crear un cortafuegos para ganar tiempo y permitir que el sistema se reconstruya, de modo que las coberturas de nivel uno puedan volver a funcionar adecuadamente. La acción gubernamental destinada a proteger a la sociedad del riesgo sistémico es en sí misma una cobertura.
Finalmente, con las coberturas de nivel tres, no solo colapsan los mercados financieros, sino que también se rompe el estado de derecho, dejando a los inversionistas completamente expuestos y sin cobertura (ya que las coberturas de nivel uno y dos han perdido efectividad). En estos escenarios, los contratos financieros no pueden liquidarse y el gobierno se muestra incapaz o poco dispuesto a intervenir. Esto es más común en mercados emergentes relativamente poco desarrollados con sistemas financieros y legales débiles.
Aquí, la única cobertura es poseer activos reales, físicos y portátiles –como monedas de oro, estampillas o arte– o controlar recursos como tierra, agua o energía. Si falla el Estado de Derecho, la posesión física de un activo puede tener más peso que el título legal, lo que implica que los propietarios deben tomar medidas adicionales para proteger sus activos.
La mayor debilidad de cualquier sistema es la infraestructura institucional que lo sostiene, porque si eso desaparece, todo lo demás también. En el mundo actual, los inversionistas no pueden confiar únicamente en las coberturas de nivel uno. Deben considerar qué nivel de protección necesitan para escenarios de nivel dos y tres. Cuando la relación entre lo financiero y lo físico resulta ser menos estable de lo que se asumía, es fundamental conocer las alternativas.
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Dambisa Moyo, economista internacional, es autora de cuatro libros superventas del New York Times, incluido Edge of Chaos: Why Democracy Is Failing to Deliver Economic Growth – and How to Fix It (Basic Books, 2018).