NUEVA YORK, PROJECT SYNDICATE – En diciembre pasado, sostuve que si bien algunas de las políticas del presidente estadounidense, Donald Trump, serían estanflacionarias (al reducir el crecimiento y hacer subir la inflación), esos efectos se verían mitigados en última instancia por cuatro factores: la disciplina del mercado, una Reserva Federal estadounidense independiente, los propios asesores del presidente y las escasas mayorías de los republicanos en el Congreso.
El guion se ha desarrollado según lo previsto. La reacción de los mercados de acciones, bonos, crédito y divisas obligó a Trump no solo a recular con sus aranceles “recíprocos” contra la mayoría de los socios comerciales de Estados Unidos, sino también a rogarle a China que se sentara a negociar. En el juego de la gallina entre Trump y el presidente chino, Xi Jinping, Trump perdió. Los operadores del mercado se impusieron a los aranceles, y los vigilantes de los bonos demostraron ser más poderosos incluso que el presidente estadounidense -tal y como observó, hace un cuarto de siglo, el estratega político James Carville.
Luego vino el juego de la gallina con el presidente de la Fed, Jerome Powell. Una vez más, Trump fue el primero en parpadear -al menos por ahora-. Los mercados se desplomaron cuando sugirió que despediría a Powell, y pronto dio marcha atrás, declarando que no tiene “ninguna intención” de hacerlo. Mientras tanto, Powell ha dejado claro que el presidente no tiene autoridad legal para destituirlo.
Del mismo modo, aunque lunáticos como Peter Navarro, el principal asesor comercial de Trump, inicialmente tomaron la delantera apelando a la imagen que Trump tenía de sí mismo como “el hombre de los aranceles”, esto no duró. Una vez que los mercados se tambalearon, parecieron prevalecer quienes abogan por una estrategia arancelaria de “escalar para desescalar”, como el secretario del Tesoro, Scott Bessent, y Stephen Miran, presidente del Consejo de Asesores Económicos (un excolega mío).
Por último, algunos congresistas republicanos han apoyado leyes que limitan la autoridad del presidente para imponer aranceles, y muchos otros actores políticos -desde gobernadores estatales y fiscales generales hasta grupos empresariales- están demandando a la administración por lo que califican de extralimitación ilegal.
Más allá de estas cuatro barreras, está el factor tecnológico. El crecimiento potencial de la economía estadounidense se acercará al 4% para 2030, muy por encima de las estimaciones recientes del Fondo Monetario Internacional del 1,8%. La razón es obvia: Estados Unidos es líder mundial en diez de las 12 industrias que definirán el futuro, y China solo es líder en vehículos eléctricos y otras tecnologías verdes. El crecimiento de Estados Unidos promedió un 2,8% en 2023-24, y el crecimiento de la productividad ha promediado un 1,9% desde 2019, a pesar de la caída de la era pandémica.
Desde el lanzamiento de ChatGPT a finales de 2022 -algo que predije en mi libro de 2022, Megathreats-, las inversiones relacionadas con la IA han impulsado un auge de los gastos de capital en Estados Unidos. Incluso los aranceles y la incertidumbre resultante no han cambiado fundamentalmente la orientación de la mayoría de las grandes empresas tecnológicas, los hiperescaladores de IA y otros. Muchas incluso están redoblando sus inversiones en IA.
Si el crecimiento pasa del 2% al 4% gracias a la tecnología, eso supone un impulso de 200 puntos básicos en el crecimiento potencial. Sin embargo, incluso las protecciones comerciales y las restricciones migratorias draconianas reducirían el crecimiento potencial en tan solo 50 puntos básicos como máximo. Es una proporción de cuatro a uno entre factores positivos y negativos; la tecnología prevalecería sobre los aranceles a mediano plazo.
Como he argumentado recientemente en otro lugar, incluso si el ratón Mickey fuera presidente, Estados Unidos seguiría encaminado hacia un crecimiento del 4%, porque la innovación del sector privado estadounidense promete compensar las malas políticas y la formulación errática de políticas.
El auge de la inversión impulsado por la inteligencia artificial también implica que, con o sin aranceles elevados, el déficit de cuenta corriente de Estados Unidos seguirá siendo alto y se mantendrá en una trayectoria ascendente (lo que refleja la diferencia entre un ahorro lento y una inversión floreciente). Sin embargo, dado que el excepcional crecimiento de Estados Unidos sobrevivirá a Trump, las entradas de capital continuarán a pesar del ruido sobre la política comercial. Si bien es posible que los inversores en renta fija se retiren de los activos estadounidenses y del dólar, los inversores en renta variable mantendrán una sobreponderación en activos estadounidenses, quizás incluso duplicando su apuesta. Cualquier debilitamiento sustancial del dólar será gradual, y la moneda estadounidense no perderá repentinamente su papel como moneda de reserva global.
Con el tiempo, el mayor crecimiento, combinado con las actuales políticas de redistribución, debilitará las fuerzas populistas en Estados Unidos. Mientras tanto, Europa seguirá enfrentándose a los vientos en contra del envejecimiento demográfico, la dependencia energética, la excesiva dependencia de los mercados chinos, la escasa innovación nacional y un crecimiento estancado en torno al 1%. La brecha de innovación de 50 años entre Estados Unidos y Europa no hará más que aumentar a medida que el crecimiento impulsado por la IA pase de logarítmico a exponencial.
En este contexto, es muy posible que los partidos populistas de extrema derecha se apoderen de la mayor parte de Europa, como ya lo han hecho en algunos países. Ante la aparente deriva de Estados Unidos hacia el antiliberalismo, Europa podría parecer actualmente el último bastión mundial de la democracia liberal; pero esta narrativa podría invertirse a mediano plazo.
Tal inversión se vuelve más probable si los europeos siguen ignorando las recomendaciones de los ex primeros ministros italianos Enrico Letta y Mario Draghi. En su informe del año pasado sobre la competitividad europea, Draghi señaló que los aranceles intercomunitarios sobre bienes y servicios son mucho más elevados que los que Trump ha amenazado con imponer. Un aspecto positivo de la intimidación de Trump es que podría obligar a Europa a despertar.
Sin duda, la inflación estadounidense se disparará por encima del 4% este año. Los acuerdos comerciales con la mayoría de los países limitarán la tasa arancelaria a un nivel indeseable pero manejable del 10-15%, y una probable desescalada con China dejará esa tasa en torno al 60%, en promedio, impulsando un desacoplamiento gradual de las dos economías. El consiguiente impacto en los ingresos reales disponibles (ajustados por inflación) paralizará el crecimiento en el cuarto trimestre de este año, lo que podría provocar una recesión poco profunda en Estados Unidos que durará un par de trimestres.
Pero una Reserva Federal que mantenga un compromiso creíble con el anclaje de las expectativas de inflación podrá recortar las tasas una vez que el crecimiento se estanque, y un aumento modesto de la tasa de desempleo debilitará la inflación. A mediados de 2026, el crecimiento estadounidense experimentará una fuerte recuperación, pero Trump se habrá visto perjudicado políticamente, lo que augura una derrota de su partido en las elecciones de mitad de mandato. Los temores de que Estados Unidos caiga en la autocracia se verán aliviados. La democracia estadounidense sobrevivirá a la sacudida de Trump y, tras un período inicial de dolor, la economía estadounidense prosperará.
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Nouriel Roubini, asesor principal de Hudson Bay Capital Management LP y profesor emérito de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, es autor, más recientemente, de Megathreats: Ten Dangerous Trends That Imperil Our Future, and How to Survive Them (Little, Brown and Company, 2022).