Los diputados evangélicos quieren nombrar un ministro de educación contrario a la supuesta “ideología de género”.
Su pretensión no es de recibo por varias razones.
Tal ideología no es una doctrina coherente y sistematizada, como existieron el marxismo, socialdemocracia y liberalismo. Responde más bien a una invención de movimientos conservadores para justificar posiciones.
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Los diputados que procuran ejercer un derecho de veto al respecto están en abierta confrontación con la Constitución, que otorga amplias potestades al Presidente para el nombramiento de sus ministros, facultades además sustentadas en una vasta legitimidad producto de la segunda ronda electoral.
No son pecado...
Confundir, desde la religión, el respeto a los derechos humanos con una supuesta ideología contraria a la identidad costarricense demuestra una absoluta intolerancia, quedando claro en el debate alrededor de la diversidad. Quienes la adversan, pretenden imponer la hegemonía de valores particulares.
Invalidar legítimas reivindicaciones de las personas diversas, descalificándolas como “ideologías extrañas”, es otro gran desacierto. Catolicismo y protestantismo son creaciones europeas no autóctonas.
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Las ideas del pentecostalismo sureño de Estados Unidos tampoco son ticas. En un sistema mundial cada vez más integrado, las ideas foráneas no son pecado, se analizan y ajustan a partir de libertades individuales y derechos colectivos.
Oponerse bajo el argumento de la pureza de nuestros valores resulta absurdo, somos fruto de mezcla y apertura con el mundo. La obsesión con la pureza, históricamente ha engendrado inquisidores.
En una sociedad diferenciada nadie puede imponer los valores de su nicho social, los mínimos de la convivencia son respeto, tolerancia… libertad de ser y pensar.