Son víctimas de una “fatal arrogancia” los planificadores e ingenieros sociales de los partidos políticos que se sienten en posesión del conocimiento suficiente para diseñar, con éxito, elaborados planes de gobierno mientras dan la espalda a los ciudadanos. Ese conocimiento, como explicó Hayek, simplemente no se encuentra disponible para ninguna persona, grupo de trabajo o comisión, sin importar cuán inteligente, notable o capaz sea o se considere.
Para impulsar cambios positivos, los “objetivos sociales”–entendidos como “una coincidencia de objetivos individuales”, los cuales los ciudadanos están dispuestos a apoyar porque ayudan a satisfacer sus deseos– deben coincidir con los planes de gobierno. Si ese no es el caso, la propuesta gubernamental estará destinada al fracaso y servirá para aumentar el descontento social.
Resulta sorprendente que esa realidad tan elemental se continúe ignorando activamente a la hora de discutir políticas públicas. En 1759, Adam Smith ya había capturado la esencia del problema en “La Teoría de los Sentimientos Morales”:
“El hombre del sistema, por el contrario, tiende a ser muy sabio en su propia arrogancia, y, a menudo, está tan enamorado de la supuesta belleza de su propio plan de gobierno ideal, que él no puede aceptar la más mínima desviación de cualquier parte de este. Él va más allá, para establecerlo por completo y en todas sus partes, sin prestar ninguna atención ni a los grandes intereses, ni a los fuertes prejuicios que puedan oponerse a este. Él parece imaginar que puede acomodar a los diferentes miembros de una gran sociedad con la misma facilidad con la que la mano acomoda a las diferentes piezas sobre un tablero de ajedrez. Él no considera que las piezas sobre el tablero de ajedrez no tienen otro principio de movimiento distinto al que la mano imprime sobre ellos, pero que, en el gran tablero de ajedrez de la sociedad humana, cada una de las piezas tiene un principio de movimiento propio, totalmente diferente del que el legislador podría elegir inculcarle. Si esos dos principios coinciden y actúan en la misma dirección, el juego de la sociedad humana se desarrollará fácilmente y en armonía. Si ellos son opuestos o diferentes, el juego se desarrollará miserablemente y la sociedad debe estar en el más alto grado de desorden”.
Por lo anterior, con base en las promesas de campaña y lo que aparece consignado en el programa de gobierno del PAC, confieso que soy poco optimista con respecto a cómo se desarrollará la partida de ajedrez costarricense durante el próximo gobierno. Soy, sin embargo, muy optimista con respecto a la capacidad de los ticos para identificar claramente los objetivos sociales y de organizarse para explicar a los representantes del nuevo gobierno qué quieren y cómo lo quieren.
Queda por verse si los representantes del nuevo gobierno, después de escuchar a los ciudadanos, estarán dispuestos a replantear sus propuestas para alinearlas y articularlas, de manera efectiva, con los objetivos sociales de los costarricenses.