La presencia del Estado en diferentes áreas de la acción humana contribuye a la modificación de la conducta de las personas en diferentes ámbitos de su vida personal, empresarial y social. En algunas ocasiones, esta presencia puede llevar a resultados favorables y en otras, más bien, ocasiona perjuicios. Las propuestas económicas de Trump caen dentro de este último apartado.
Lo que promete más daño económico para Estados Unidos y el resto del mundo es el uso de los aranceles como un arma de presión política y diplomática. Los economistas siempre han criticado la disonancia entre el problema económico y el instrumento estatal para “ayudar” a resolverlo y en este caso no hay ningún problema y, por tanto, nada que resolver desde el Estado.

La aplicación de aranceles aumenta el costo de vida para los consumidores del país que los aplica, algo que Trump prometió que disminuiría, destruye empresas y actividades económicas en el país que los enfrenta y podría llevar a esos países a una mayor dependencia de China, lo contrario a lo que desea el presidente estadounidense.
El aspecto más preocupante que ha insinuado Trump es la posibilidad de intervenir directamente en la política de tasas de interés de la Reserva Federal. Tiene la mayoría en ambas Cámaras del Congreso para lograrlo y es probable que no presente a Jerome Powell a la reelección como presidente del banco central.
La tasa de interés es el indicador más relevante de la economía y en manos de un político podría causar turbulencias magnificadas en los mercados financieros, de capitales, monetarios, cambiarios y de liquidez con consecuencias insospechadas en los sectores reales de la economía.
La tasa de interés no es un juguete, es un arma de destrucción masiva que él podría utilizar discrecionalmente siendo un precio que debería estar determinado en los mercados sin intervención. Una disminución forzosa de la tasa de interés puede provocar inflación, distorsionar los tipos de cambio, también los planes de inversión de los empresarios y fomentar burbujas especulativas en los mercados de valores y capitales.
Drill baby drill
La obsesión por la política energética está mal orientada. En la matriz energética hay varias formas de generar energía que, bien encausadas, son complementarias y contingentes: falla una, ahí están las otras. Una de las debilidades de la economía de Estados Unidos es su masiva dependencia del petróleo y hacerla más dependiente de él es sujetarse a los vaivenes de precios internacionales, caprichos de los demás productores de petróleo y alterar el equilibrio de un mercado que es sumamente nervioso. Trump no comprende que la dependencia de un solo producto es un secuestro al que someterá a los consumidores de su país.
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Si Trump quiere contribuir a la disminución del costo de vida, debe seleccionar mejor a quiénes deportará. La mano de obra inmigrante, legal o no, es fundamental para la agricultura de Estados Unidos y para otras actividades menos apetecidas por los estadounidenses.
El crecimiento de una economía no tiene como base exclusiva el binomio de ahorro e inversión, o el avance de la tecnología, sino también el movimiento de personas con destrezas y habilidades avanzadas o artesanales. Deportar a quienes laboran en el campo puede causar un shock de oferta con precios al alza. La mejor política para limitar la inmigración es contribuir con el crecimiento económico de los países que expulsan mano de obra y la política comercial de Trump, como arma diplomática, va en sentido contrario.
El mayor problema que enfrenta el trumpnomics es la confusión. Pretende disminuir el costo de vida con aumentos de aranceles, mayor producción de petróleo, expulsión de inmigrantes y reducción de la tasa de interés, además de que él y sus economistas no saben la diferencia entre el costo de vida y la inflación. A manera de ejemplo, en Costa Rica no hay inflación y el costo de vida es muy elevado.
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El autor, Juan E. Muñoz Giró, es economista y profesor en la Universidad Fidélitas.