Independientemente de si usted es creyente o no, todos estamos de acuerdo en que la Biblia dice que Dios creó a Adán y a Eva, y que los observaba en todo momento hasta el punto de darse cuenta de cuando la serpiente los indujo a comer del fruto del árbol que estaba en medio del huerto.
Tranquilos, este no es un artículo sobre Teología, pero sí les advierto que habla sobre algunos que se sienten semidioses.
En 2015, leímos que un grupo de científicos suecos logró vulnerar el cifrado cuántico que se consideraba el non plus ultra de la criptología, gracias a su protección de datos que no podían ser vulnerados sin que se diera una modificación detectable en los fotones.
También antes de finalizar el año, supimos sobre la nueva ley antiterrorista china, la cual incorpora apartados que obligarían a las empresas tecnológicas que operen allá a entregar las claves de cifrado de sus usuarios, en lo que ellos llaman asistencia técnica y cooperación con las autoridades nacionales.
Entonces, cuando pensábamos que la polémica Patriot Act de los Estados Unidos resultaba ser una pesadilla orwelliana para los defensores de la privacidad, los chinos nos demuestran que siempre serán capaces de sobrepasar a la realidad, porque, como podrán adivinar, ellos no son de limitarse solo a su vasto territorio, sino que gustan de meter sus ojos en todo el orbe.
Si a todo esto le sumamos el informe de Intel Security llamado “La economía de datos ocultos” (The Hidden Data Economy), en el cual se dan ejemplos claros de cómo diferentes tipos de datos extraídos de manera ilegítima están siendo vendidos al mejor postor, nos damos cuenta de que no tenemos que ser pitonisas para saber que este será el año en cual regresaremos al Jardín de Edén.
Estaremos totalmente desnudos ante los ojos de algunos endiosados que ya andan detrás de nuestro pecado original para expulsarnos del Paraíso.