La encuesta sobre inversión en actividades de ciencia y tecnología, realizada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Telecomunicaciones (Micitt) con el apoyo del INEC, en 100 organizaciones del sector público y organismos independientes y 444 empresas del sector manufactura, energía y telecomunicaciones (57% pequeñas, 30% medianas y 13% grandes) revela lo poco que se invierte en investigación y desarrollo.
El monto invertido en 2013 en estas actividades –que comprenden: la enseñanza y formación científica y tecnológica (labor educativa tradicional), servicios científicos y tecnológicos, e investigación y desarrollo experimental (I+D)– fue de $989 millones, siendo el sector académico el del mayor aporte con $632 millones, el sector gubernamental aportando $256 millones, el empresarial $87 millones y los organismos independientes $14 millones.
Del total invertido por la academia, el 6,5% corresponde a ingeniería, el 28% a ciencias sociales, 23% a ciencias naturales, 23% a ciencias agrícolas, 10,5% a ciencias médicas y 9% a otros campos profesionales.
Toda la inversión en ciencia y tecnología representa un 2,01% del PIB, del cual la mitad está invertida en la enseñanza y formación de talento y una quinta parte invertida en I+D, lo que está muy por debajo de lo recomendado por la OCDE.
El financiamiento de esta inversión en el sector empresarial proviene mayormente de las utilidades generadas. Los recursos de la banca representan solo el 17% del sector, siendo la escasez de recursos humanos y financieros el mayor obstáculo para innovar.
La cooperación de la academia y centros públicos de investigación con las empresas es muy débil, acentuando la escasez de recursos.
¿Qué hacer?Pues la realidad exige fortalecer la colaboración entre academia e industria, especialmente investigación y desarrollo experimental, para generar innovación en ambos campos.