En el 2009 nació el Bitcoin, con el objetivo de revolucionar el sistema financiero convencional al eliminar todo tipo de intermediación por parte de gobiernos y bancos. Once años después esa promesa no se ha cristalizado.
La volatilidad del precio de la criptomoneda, la inseguridad, desconocimiento y la reticencia de gobiernos y entes financieros han causado que la madurez de esta tecnología tarde en llegar.
En Costa Rica, los creyentes de las monedas virtuales han desarrollado proyectos que buscan atacar los puntos débiles que afectan a las criptomonedas mundiales. Al hacer un barrido por el escenario local surgen nombres como CR Coin, PUL, Nimiq, Mango, VICU y otras que están en gestación como Borboin.
Mientras los involucrados en estos proyectos confían en que son el futuro de la economía, otras voces llaman la atención sobre la ausencia de un respaldo para el valor que se asocia a estas monedas virtuales en uso a nivel nacional.
Moneda social
Para empezar es necesario conocer la definición de moneda virtual. Según el Banco Central Europeo se trata de un tipo de dinero digital no regulado, el cual es emitido y generalmente controlado por sus desarrolladores, y aceptado entre los miembros de una determinada comunidad virtual.
No todas las criptomonedas tienen el mismo fin. Algunas como Bitcoin tienen como objetivo conservar valor y trasladarlo en línea; otras como PUL, bajo el concepto de monedas sociales, pretenden facilitar el intercambio de productos y servicios dentro de un grupo específico para promover el desarrollo conjunto.
PUL es una criptomoneda costarricense utilizada en una red de 600 pulperos distribuidos en todo el país.
“El dinero es un acuerdo hecho por una comunidad para aceptar un ítem estandarizado que sirve como medio de intercambio”, explican Karla Córdoba y Ronulfo Paiva en su libro Nuevo dinero para la sostenibilidad. Ellos están detrás de Cambiatus, firma creadora de los PULs.
Junto con Fundes –organización internacional que promueve el desarrollo de las mipymes en América Latina– desarrollaron una aplicación en la cual el pulpero gana PULs cada vez que complete uno de los videos o pruebas de e-learning que se ofrecen en la plataforma.
De esta manera, el usuario se capacita y recibe dinero virtual, que puede usar luego para intercambiar productos con otros pulperos.
Las reglas que se acordaron entre la comunidad para aceptar esta criptomoneda son:
- Un PUL equivale a ¢100.
- Los PULs no se intercambian por colones.
- Si un pulpero necesita colones, puede vender sus productos mitad colones, mitad PULs.
- Los PULs se utilizan para comprar productos entre la red de pulperos asociados.
La criptomoneda está basada en el blockchain EOSIO, el cual ofrece un contrato inteligente. Así se controla la cantidad de PULs que se emiten y se genera un registro transparente y auditable. Esto genera confianza en la comunidad, explicó Córdoba.
Otro proyecto de Cambiatus es el desarrollo de una criptomoneda para el mercado Borbón llamada Borboin.
Esta moneda virtual servirá como método de intercambio entre los 132 asociados del mercado en la primera fase de plan piloto.
La finalidad es que los asociados puedan comprar cierto porcentaje de un producto en Borboins y otro en colones para que la comunidad aprenda cómo se utilizan y se genere un respaldo del valor de esta moneda.
Un Borboin equivale a ¢1 y el objetivo del mercado es ofrecerla también a sus clientes en un futuro.
“Las personas ganan Borboins cuando asisten a capacitaciones, ayudan con algún proyecto en el mercado... Las criptomonedas son el futuro y decidimos aplicarlo a un negocio tradicional como lo son los mercados”, indicó José María Zamora, secretario del Comité de Educación de Coopeborbón.
La naturaleza social de estos proyectos no los exime de enfrentar ciertas dudas que encaran las criptomonedas a nivel mundial. Una interrogante importante es quién las respalda y quién asegura su valor en el tiempo, cuestionó Mario Hernández, CEO de Impesa.
En el mercado Borbón responden que “el respaldo como moneda se lo vamos dando nosotros con el uso”, dijo Zamora.
Transacciones comerciales
CR Coin es un medio de pago virtual aceptado en una red de 43 comercios asociados. El valor de esta moneda está ligado a la oferta y demanda del mercado.
La fase de colocación de la moneda o ICO –acrónimo de Initial Coin Offering–, comenzó el lunes 20 de enero a un precio de $0,15.
Con CR Coin no hay intermediarios y el dinero pasa directamente de persona a persona, de comprador a vendedor o entre comerciantes. Esto reduce el costo al enviar dinero al no existir cobros de comisiones por parte de un banco, dicen los creadores.
Esta criptomoneda es calificada como token de utilidad, los cuales permiten el acceso a los productos o servicios que forman parte de esta red. No fueron creados para hacer inversiones.
A diferencia del Bitcoin, esta moneda local no necesita de la minería, sino que ya fueron creadas las 21 millones de divisas virtuales. Es a partir de esta cantidad de monedas, que se comienza a dar el valor para cada una de ellas, según la oferta y demanda.
Los CR Coins se basan en blockchain de Etherium. Además, sus creadores Gabriel Carranza, Dylan Barrantes y Dylan Thomas Shilts, ya disponen de un cajero automático para sus usuarios.
Por su parte VICU (del inglés Virtual Currency), creada por Kenneth Calderón, intenta sacudirse de la especulación usando el modelo de las stablecoin.
En este esquema el valor de la moneda virtual se vincula a otra divisa física. En este caso VICU está anclada uno a uno con el dólar estadounidense, es decir, que por cada VICU, hay un dólar real en una cuenta bancaria.
“La volatilidad de monedas como Bitcoin ha impedido la adopción masiva, porque se vuelve complejo hacer transacciones del día a día como comprar un café. Creemos que hay una forma más eficiente y barata de hacer y recibir pagos, y por eso creamos VICU”, explicó Calderón.
El desarrollo de las criptomonedas todavía enfrenta el gran reto de ganar la confianza de la masa de usuarios.
“Desconozco cuál es el objetivo, ¿por qué quieren usar una criptomoneda cuando pueden usar el colón y que es más fácilmente tranzable?”, acotó Hernández.
El Banco Central de Costa Rica (BCCR) ya se ha pronunciado en este tema y su posición es tajante: no habrá ningún tipo de respaldo para las personas que usen otro tipo de moneda que no sea el colón u alguna otra emitida por un gobierno oficial.
La tecnología no se puede frenar, este tipo de monedas seguirán apareciendo y ahora la duda es ¿tienen que ser reguladas? ¿Se pueden incorporar dentro de un sistema de pago oficial?
De momento el impacto de estas criptomonedas en la economía costarricense no es crucial, debido a que se utilizan en pequeños grupos. Habrá que esperar si este tipo de medios de pago proliferan y adquieren mayor cantidad de usuarios.
“Al final es un tema de riesgo y confianza. Para que una tendencia pueda ser aceptada, primero hay vencer barreras. Hay 'n' cantidad de criptomonedas, y la percepción de la persona a pie es que maduren en el tiempo”, señaló Iván Vergara, director de PwC de Panamá y especialista en tendencias tecnológicas.