A propósito del Día del Niño... en una celebración como esta deberíamos hacerle un reconocimiento público a todos aquellos políticos de nuestro país que aún no han entendido la seriedad y gravedad de algunos problemas y desafíos, y por lo tanto continúan exhibiendo algunas actitudes propias de los chicos cuando juegan. Las detallo:
Berrinches. "Si los demás no quieren jugar lo que yo quiero, como yo quiero, cuando yo quiero, con las reglas que yo impongo, los tiempos que yo marco, los equipos que yo defino, el escenario que yo escojo, las modificaciones que se me antojen sobre la marcha y las ocurrencias y caprichos que me plazcan, entonces aténganse a que yo no juegue, obstruya el juego o simple y sencillamente me lleve la bola". ¿Le resulta conocida esta actitud?
Pequeñeces. Es el arte de transformar un detalle diminuto e insignificante en una controversia aparentemente enorme con el objetivo de desviar la atención sobre lo que realmente está en juego y evitar así una inminente derrota. Los niños son verdaderos maestros en esta materia, saben cómo complicar lo sencillo, enmarañar lo que está claro, convertir una línea recta en un laberinto cuando así les conviene. ¿Conoce a algún político que posea esta habilidad?
Excusas. "Es que en esta pantalla no se ve bien el videojuego", "es que a mí no me explicaron bien las reglas", "es que estaba distraído", "es que hacía rato no jugaba", "es que me hicieron trampa", "es que yo no sabía", "es que la bola estaba muy dura", "es que ando medio engripado", "es que ustedes la tienen contra mí", "es que...". ¿Típico verdad?
Ganadores. Hay chiquillos que quieren ganar siempre; no son capaces de aceptar un empate, menos una derrota. Están obsesionados con el triunfo. Son adictos a la palabra victoria. Su verbo favorito es arrasar. Su meta no es solo derrotar al adversario, sino aplastarlo y, de ser posible, humillarlo; sí, que le quede bien claro quién es el campeón, el número uno. Son incapaces de reconocer la superioridad del adversario, conceder una victoria, negociar un empate, perder con elegancia y dignidad. Quién no conoce a un infante con baja tolerancia a la derrota. ¿Injusto achacarle este comportamiento a algunos políticos?
Revanchismos. Una actitud muy relacionada con la anterior, pero con algunas diferencias. Es el güila que apunta todos los reveses, lleva un registro de derrotas, una pormenorizada bitácora de pérdidas con el único propósito de cobrárselas todas, vengarse, tomar revancha. ¿Alguna coincidencia con la manera con que algunos juegan en la política?
El fin justifica los medios. Seamos honestos: en todo barrio, barra de amigos o equipo infantil hay al menos un pequeño que se las sabe todas para ganar a cualquier precio. Jugado, pícaro, tramposo. ¿Me excedí?
Resumo lo triste del caso con una pregunta: ¿Adivine quién pierde con estas actitudes infantiles?