
Fácil, muy fácil, ser un criticón. Difícil, muy difícil, ser un crítico.
Lo primero es vicio; lo segundo, arte.
El criticón emite juicios y conclusiones apresuradas; picazón oral. El crítico analiza y estudia ante de opinar; comezón intelectual.
Lo primero es urgencia; lo segundo, prudencia.
El criticón generaliza, echa mano a frases disfrazadas de verdad. El crítico argumenta, desnuda la mentira.
Lo primero es —parafraseando a Descartes— hablo, luego hablo; lo segundo, pienso, luego expreso.
El criticón es adicto al populismo y la demagogia. El crítico a los datos y los antecedentes.
Lo primero es una pose; lo segundo, una actitud seria.
El criticón se cree dueño absoluto de la verdad. El crítico está abierto a otras perspectivas y a admitir errores.
Lo primero es arrogancia (dogma); lo segundo, humildad (sana crítica).
El criticón disfruta de la burla vulgar y la mofa barata. El crítico saborea la ironía elegante y el sarcasmo inteligente.
Lo primero es bufonada; lo segundo, ingenio.
El criticón empuña el mazo para demoler y desmenuzar. El crítico se aferra al cincel para formar y esculpir.
Lo primero es pasar sin pena ni gloria; lo segundo, trascender.
El criticón se toma muy en serio, se cree el centro del Universo. El crítico es capaz de reírse de sí mismo, tiene los pies bien puestos sobre la tierra.
Lo primero es inseguridad; lo segundo, confianza.
El criticón es experto en señalar errores y problemas. El crítico propone y sugiere posibles soluciones, puntos de acuerdo y alternativas.
Lo primero es mezquindad; lo segundo, generosidad.
El criticón es solapado, gusta de la intriga, la murmuración y hablar a espaldas de... El crítico es valiente, frontal, da la cara.
Lo primero usted sabe cómo se llama; lo segundo, también.
El criticón suele ser adulador. El crítico hiere con la verdad.
Lo primero es teatro; lo segundo, auténtico.
El criticón se conforma con una visión superficial de los hechos. El crítico es un observador agudo.
Lo primero es facilismo y oportunismo; lo segundo, hábito y rigor...
En esto he estado pensando desde el viernes pasado, luego de enterarme de la lamentable muerte de Andrés Sáenz Lara, un intelectual que durante más de 30 años sentó cátedra como crítico de teatro y música del periódico La Nación. En mi opinión, un modelo de buena crítica (no digo que perfecto ni químicamente puro... al fin y al cabo ¿quién lo es?) que vale la pena replicar en diversos campos.
Como escribí en mi muro en Facebook: "En días en que abunda la crítica chabacana, fácil y ofensiva, perdemos a un intelectual de crítica fina, inteligente, ingeniosa y culta.
Fácil, muy fácil, ser un criticón. Difícil, muy difícil, ser un Andrés Sáenz Lara.