
En esto, descubrieron un nuevo molino de viento que hay en aquel campo; y así como don Quijote lo vio, dijo a su escudero:
—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubre un nuevo desaforado gigante, uno que don Miguel de Cervantes no incluyó en la primera parte de su novela cumbre: el déficit fiscal, con quien pienso hacer batalla y reducir su tamaño; que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de las finanzas públicas.
—¿Qué gigante? —dijo Sancho Panza.
—Ese que allí ves —respondió su amo— de proporciones preocupantes, que se encuentra ya en un 6% del PIB.
—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquel que allí se parece no es un gigante, sino un inofensivo crecimiento del gasto en salarios, pensiones y transferencias. y lo que en ellos parecen riesgos son advertencias alarmistas de neoliberales, exageradas llamadas de atención de calificadoras de riesgo, fantasmas que ven los organismos financieros internacionales, demonios que inventan algunos economistas, espejismos que ven algunos diputados, falsas alarmas de la Contralora.
—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de los déficits fiscales, es un gigante, y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración que yo voy a entrar con él en fiera y ardua batalla.
Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba advirtiéndole que, sin duda alguna, era un simple molino de viento, y no un gigante, aquel que iba a acometer. Él iba tan puesto en que era un gigante, que ni oía las voces de su escudero Sancho; antes iba diciendo en voces altas:
—No huyas, cobarde y vil criatura, que un solo caballero es el que os acomete.
Y en diciendo esto embistió al déficit fiscal.
¿Cómo termina la historia? Está por verse; lo que sí es cierto es que el final no depende de Cervantes...