Este mes me toca hacerme exámenes médicos. Con frecuencia los pospongo, miro para otro lado. Pero al final, termino haciéndolo.
Tengo, sin embargo, varios amigos y conocidos que ante la idea de un doctor prefieren mirar para otro lado. Empiezan por no ir al dentista nunca, no se hacen exámenes de sangre jamás, simplemente no van al médico, son personas que viven como si el tema de la salud no fuera un tema relevante para ellos; peor aún si además son descuidados – como suele ocurrir- con su auto-cuido (sueño, ejercicio, alimentación, etc.).
Al principio este tipo de personas me daban mucha cólera. Cólera, porque cuando uno quiere a una persona, uno siente que quiere tenerla con uno el mayor tiempo posible. Comportarse como lo describo arriba, es la receta segura para perderlos pronto, pero he aprendido con el tiempo y madurez que uno no puede hacer que los otros se cuiden a sí mismos.
Sobre lo único que sí tenemos control es sobre el auto-cuido y cuando somos padres, el cuido de nuestros niños pequeños.
Pero aún nuestros niños, llegados a cierta edad (adolescencia), deben aprender a cuidarse ellos mismos, aunque aún dependen de nosotros, no podemos tenerlos siempre tan cerca para controlarlos. La alimentación de un adolescente, su ejercicio, sus patrones de sueño, el consumo del licor, (e incluso drogas) dependen de ellos. Podemos influenciarlos, podemos tratar de controlarlos, pero luego de cierta edad es una decisión muy personal.
Conforme gano madurez, he aprendido que la salud que antes no valoraba, se vuelve un tema realmente importante. Cuando uno es niño, en general siempre es sano y en la adolescencia, salvo raras excepciones, nadie piensa en enfermedades, accidentes y hospitales, o lo ve con mucha distancia.
Es hasta que llega a la edad adulta que uno empieza a tener una perspectiva más realista de la fragilidad de la condición humana y la inevitable vulnerabilidad.
Por eso, cada vez que tengo buenas noticias de mis médicos de que estoy sana, que todo está en orden, me alegro mucho. Es como un permiso psicológico de tener tiempo para seguir viviendo tranquila, aunque es en realidad un truco, porque la muerte nos puede sorprender a cualquiera a la vuelta de la esquina.
Conforme pasan los años, la felicidad de recibir buenas noticias de salud me dura más.
Soy muy consciente de que no hay como compensar una mala noticia respecto a un tema de salud. ¿Cómo se compensa eso? ¿Cómo se compra paz luego de una noticia así? Cuando perdemos la salud de forma seria, valoramos lo realmente importante: las personas, las metas por cumplir, los sueños pospuestos, la vida misma toma un sentido diferente.
Cuando uno recibe una muy mala noticia de salud y siente en carne propia que el tiempo que queda es limitado (para todos es así, pero no lo vivimos así), entonces nos conducimos menos por ego o por el qué dirán y más por lo que nuestro interior siente que es lo correcto.
Sentir la muerte cerca, nos da la oportunidad de encontrar un propósito mayor y una mayor satisfacción en el tiempo que nos queda de vida.
¿Será posible vivir más liderados por nuestro interior aún sin sentir nuestro fin cerca?
Tal vez en mi caso, el hecho de no posponer exámenes médicos y visitas al doctor, además del beneficio práctico que tiene, incluye la función de recordar mi mortalidad, mi fragilidad y mi vulnerabilidad.
El ejercicio anual me mantiene con los pies en la tierra, el miedillo de esperar los resultados me mantiene viva, alerta y atenta.
Y para usted ¿Qué significado tienen los chequeos médicos?