Durante una visita este viernes a un mercado de Narbona (sur), la ultraderechista Marine Le Pen estrecha manos y se toma fotos como candidata de la "Francia tranquila" ante el "agresivo" Emmanuel Macron, a dos días de la primera vuelta de la elección presidencial.
Vestida con un abrigo gris, una sonriente Le Pen recorre los puestos del mercado cubierto de la ciudad mediterránea, donde saluda a los comerciantes y defiende un país en el que "la gente honesta que trabaja pueda vivir de su trabajo, tener una jubilación digna".
Si resulta elegida, la candidata de Agrupación Nacional (RN), de 53 años, asegura que su proyecto será el de "una Francia tranquila", jugando con el lema de la "fuerza tranquila" que llevó al socialista François Miterrand al poder en 1981.
Proyectándose ya en la segunda vuelta del 24 de abril en un eventual duelo contra Macron, la diputada carga contra la "violencia" de las declaraciones del presidente saliente, que ve "muy agresivo desde que entró en campaña" y con "cierta forma de febrilidad".
Macron, de 44 años y candidato de La República en Marcha (LREM), expresó este viernes su voluntad de "salir al ataque", criticando duramente a su rival ultraderechista y su programa que calificó de "racista".
"Una competición electoral es una confrontación de ideas", "no es una pelea", le responde Le Pen, que reduce la ventaja del centrista en los sondeos, con una imagen menos radical y un discurso menos centrado en criticar a los migrantes y los musulmanes.
La heredera del Frente Nacional (FN) de su padre Jean-Marie Le Pen reta a Macron "a encontrar una sola medida en [su] proyecto que se base en la discriminación por razón de origen, color de piel, religión".
La candidata propone inscribir la "prioridad nacional" en la Constitución, rompiendo así con el principio constitucional de igualdad. "Dar una ventaja a los franceses en Francia es perfectamente legítimo", asegura.
"Estoy harto de lo que he vivido hasta ahora, ¿por qué no probamos con Marine Le Pen? No es tan mala", dice una emocionada vendedora de frutas y verduras, que no quiere dar su nombre, tras estrechar la mano a la candidata.
Sin embargo, no cree que la ultraderechista ganará, ya que "todo el mundo se levantará contra ella".
La víspera, en un mitin en Perpiñán (sur), la ciudad más grande gobernada por su partido, había llamado a sus simpatizantes a "ir a votar", máxime cuando las clases trabajadoras y los jóvenes, núcleo de su electorado, no acudieron a las urnas en las regionales.
En el mercado de Narbona, Philppe Jorand, vendedor de olivas, interroga a la presidenciable sobre el poder adquisitivo, porque la inflación actual "se come los márgenes" de beneficios.
"Aguanten, ya llegamos", le responde Marine Le Pen, que durante la campaña prometió bajar el IVA del combustible, la electricidad y el gas del 20% al 5,5%.
Jorand dudaba entre ella y su rival de extrema derecha Éric Zemmour, que atrajo a parte de los votantes y militantes de RN, pero ahora estima que ella "forma parte de las personas que pueden cambiar Francia".
Su victoria "será complicada ante Macron", lamenta el comerciante, que expresa sus ganas de ver el debate del 20 de abril entre los finalistas de la presidencial. "Espero que lo hará mejor que la última vez".
Marine Le Pen asegura que no le da "vértigo" una eventual victoria, pero recuerda, mientras bebe una copa de rosado, que "las alcachofas se comen hoja a hoja. Primero la primera vuelta, después la segunda".
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