"No se preocupe, son los nuestros" los que disparan, dice Natalia, una tendera de la localidad de Siversk, imperturbable detrás de su mostrador mientras la artillería ucraniana bombardea posiciones rusas a unos diez kilómetros de distancia.
Los ucranianos disparan y los rusos no dudan en responder al fuego, especialmente por la noche.
"No hemos dormido", dice Natalia, que no quiere dar su nombre completo, y asegura que abrirá su pequeña tienda en cuanto la situación lo permita, si los bombardeos no están demasiado cerca, porque "la gente lo necesita".
"Está golpeando muy fuerte", dice, "por la mañana salimos de los sótanos y vemos las casas quemadas".
En medio del fuego de artillería que dura desde hace semanas, los ucranianos dicen haber avanzado hacia el este, hacia la región de Lugansk.
El lunes, Serguei Gaidai, el gobernador ucraniano de la región de Lugansk, anunció la toma de la ciudad de Bilogorivka, a unos diez kilómetros en línea recta de Siversk, asegurando que la localidad estaba "despejada y completamente bajo el control del ejército ucraniano".
Pero la noticia aún no ha sido confirmada oficialmente por el ejército y los combates continúan en un estrecho corredor en medio de las posiciones rusas, según varios soldados entrevistados por AFP en Siversk.
La reconquista de esta ciudad, de confirmarse, supondría una primera brecha ucraniana significativa en la provincia de Lugansk, hasta ahora enteramente controlada por las fuerzas rusas.
En Siversk, los agotados artilleros ucranianos descansan sobre sus cañones autopropulsados. Se han refugiado bajo un árbol para tomar un respiro.
"Llevamos toda la noche disparando, vamos a salir a recargar y volveremos después", dice uno de ellos.
El hombre explica haber disparado contra posiciones rusas en dirección a Lisichansk, una ciudad de la provincia de Lugansk tomada por los rusos a principios de julio tras largos combates.
Cerca de Siversk, un grupo de soldados de infantería ucranianos están refugiados en un edificio abandonado. Quieren ser discretos para no informar al enemigo.
"Hemos cumplido nuestros objetivos y hemos hecho lo que se nos pidió", asegura su comandante, que no quiere identificarse.
Por las calles, casi todas desiertas, en medio de casas y edificios dañados por los bombardeos, circulan algunos peatones y ciclistas.
Serguéi Medvedev, un hombre de unos sesenta años, lleva bidones de agua en un carro para llevárselos a cinco abuelas que no pueden moverse. "Me dan comida para agradecerme", dice.
En las afueras de la pequeña ciudad, detrás de las líneas ucranianas, otro grupo de soldados de infantería de las fuerzas de Kiev está acampado en un matorral, alejado de los disparos.
Su líder, que responde al nombre de guerra de "Valdemar", dijo a la AFP: "Los nuestros hicieron retroceder tanto la línea del frente que les hemos obligado a utilizar el fuego de contrabatería", lo que significa que las fuerzas rusas deben concentrar ahora su fuego contra los cañones ucranianos que apoyan el avance de las tropas.
"Según mis informaciones, les hemos obligado a retirarse a la refinería de Lisichansk", añadió, sugiriendo que las fuerzas rusas tendrán que elegir entre rendirse o enfrentarse al ejército ucraniano.
"El ataque continúa y nada nos detiene", dijo el oficial, asegurando que sus hombres "están listos para avanzar".
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