Asqueada por la corrupción, los políticos ávidos de poder y la falta de futuro, Nebojsa Kalamanda solo tiene un deseo: dejar su país, Bosnia, con un sistema político quebrado y una economía descarriada.
El estudiante de 21 años vive en Banja Luka, el cuartel general de la República Srpska (RS), la entidad serbia de un país fracturado por motivos étnicos, pero desea ir a Suiza una vez termine sus estudios de informática.
También confía escapar a una situación política cada vez más volátil. "La inseguridad es la razón principal", explica a AFP. "No confío en los políticos. Todas sus promesas son mentiras", protesta.
Hace meses que las tensiones se inflaman, especialmente por las amenazas separatistas del líder político de los serbios de Bosnia, Milorad Dodik, un antiguo protegido de los países occidentales convertido al ultranacionalismo que hace temer un regreso a los años negros de la guerra.
Su intención es retirar la RS de las instituciones centrales de Bosnia, como la justicia, el ejército o el fisco, a riesgo de minar los acuerdos de paz de Dayton que en 1995 pusieron fin al conflicto causante de 100.000 muertes.
Desde entonces, el país está dividido entre la RS y una federación croata-musulmana. Pero, independientemente de su nacionalidad, muchos bosnios acusan a las respectivas élites de apropiarse de los recursos y ven en el exilio su única salvación.
Los opositores acusan a Dodik de atizar las brasas del nacionalismo con fines electoralistas de cara a los comicios generales previstos en octubre, una estratagema habitual en periodos electorales para desviar la atención de los problemas cotidianos.
Milorad Dodik, que no respondió a los pedidos de entrevista de AFP, ha sido blanco de nuevas sanciones de Estados Unidos por sus "actividades corruptas desestabilizadoras".
Para muchos, no es tanto el fantasma de la guerra que les priva del sueño, sino la desesperación ante la pobreza de un país donde el desempleo es elevado y el salario medio de 560 dólares.
Según un reciente estudio del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), 200.000 bosnios dejaron en diez años el país de 3,5 millones de habitantes. Los jóvenes justifican su marcha por "la inseguridad social y política, el desempleo, la mala educación".
Otros estudios sugieren que el número de exiliados es dos veces superior.
"Desgraciadamente, creo que no volverán jamás", dice Stefan Blagic, miembro de una oenegé anticorrupción en Banja Luka.
Según él, la emigración masiva de los jóvenes más formados sirve a los intereses de las élites nacionalistas de Bosnia, puesto que muchos de quienes se quedan dependen de los partidos en el poder para sobrevivir.
"No hay oposición cuando la oposición se va", declara a AFP.
Más al sur, en la capital Sarajevo, la desesperanza lucha con la nostalgia de la sociedad cosmopolita de antes de la guerra.
"Claro que tenemos miedo de un nuevo conflicto", dice Jasminka Kurilic, doctora jubilada de 66 años, una bosnia casada con otro doctor de una familia serbo-croata.
La médica explica que su hija, fiscal, tuvo problemas para encontrar un trabajo porque no tenía "sangre pura". "Deberíamos poder vivir en todos lados en este país independientemente de nuestro nombre", lamenta.
La "Cocina del Pueblo" de Sarajevo, un comedor popular abierto durante la guerra que no ha podido cerrar desde entonces, acoge cada día a cientos de personas.
"Antes, no había jóvenes aquí", dice Adala Hasovic, trabajadora de 32 años de esta asociación. "Las cosas no son fáciles en Bosnia".
Lo confirma Fahrudin, un hombre de 76 años que vivía en Alemania pero volvió a Bosnia antes del conflicto en el que abastecía las líneas del frente. Ahora cobra menos de 200 euros como muchos pensionistas.
"Volví al país para contribuir a construir un Estado libre y mira qué obtengo a cambio", dice el anciano que no quiere revelar su apellido mientras acepta su sopa de col.
Aquellos que pueden prefieren probar lo desconocido en el extranjero que sufrir el ya conocido estancamiento en su país.
Sejo, de 35 años, que tampoco quiere dar su apellido, acaba de solicitar un visado de trabajo en la embajada de Austria.
"Han pasado tantos años desde la guerra y no ha habido ningún progreso. No nos garantizan el trabajo, el futuro y no tenemos ninguna seguridad", deplora.
Milorad Dodik repite incesantemente que no quiere un conflicto y que la situación es estable. "Nadie habla de la guerra ni de otras tonterías en Bosnia", dijo en un discurso el lunes.
Ivana Korajlic, miembro de Transparencia Internacional en Banja Luka, no está de acuerdo.
"No podemos evitar tener miedo de lo que está ocurriendo", señala. "No nos tomamos algunas cosas seriamente en los años 1990 y esto llevó a la guerra y a un baño de sangre", advierte.
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