Cuando Mustafá al Sawaf denunció en las redes sociales los "millones" que cobran las empresas privadas para evitar a los palestinos transitar por el "camino de la humillación" entre la Franja de Gaza y El Cairo, sembrado de inconvenientes y trampas, su teléfono sonó.
"Apenas una hora después de colgar mi publicación, un miembro del Hamás me llamó para pedirme que borrase todo, que era un tema muy delicado para los egipcios y que podía perjudicar a los palestinos", comenta a la AFP este analista político gazatí.
"Por lo tanto borré la publicación para no afectar a los palestinos, pero durante esa hora ya había tenido casi 80 comentarios de apoyo, porque este asunto está causando mucho dolor", añade.
Mustafa al-Sawaf dijo públicamente algo que muchos apenas susurran en Gaza.
En este enclave minúsculo, los palestinos pagan centenares, a veces miles de dólares, a empresas privadas para poder viajar a Egipto --o regresar desde este país--, única salida de la franja además de Israel.
Un negocio muy jugoso, pero que también se ha convertido en uno de los mayores tabúes actuales.
Desde que los islamistas del Hamás tomaran el control de Gaza en 2007, Israel ha impuesto un férreo bloqueo a este territorio.
El gobierno del Estado judío brinda permisos de trabajo, autorizaciones para ingresar a su territorio a través del paso de Erez en caso de tener que someterse a operaciones, o para poder llegar a Jordania desde este punto ubicado en el norte de la Franja de Gaza. Pero estos trámites pueden ser largos e incluso no concretarse.
Éste es el principal motivo de la importancia del otro paso fronterizo, el de Rafah, situado en el sur del enclave, a un centenar de metros del ahora desaparecido aeropuerto internacional Yaser Arafat de Gaza, inaugurado con gran fanfarria en presencia del presidente estadounidense Bill Clinton, en 1998, pero destruido al comienzo de la segunda Intifada, el levantamiento palestino a comienzos de los años 2000.
Actualmente, nadie puede salir de Gaza por avión, el edificio de la terminal con sus arcadas quedó reducido a escombros; la pista de aterrizaje, cubierta por tierra y hierba, sólo es transitada por cabras. Y, tampoco por barco, puesto que el enclave sólo cuenta con puertos pesqueros.
Además, cuando el paso de Rafah está habilitado, sólo un número limitado de viajeros pueden cruzarlo, sobre todo porque la región vecina a éste, el Sinaí, es escenario frecuente de enfrentamientos entre los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI) y las fuerzas egipcias.
Para poder salir de Gaza, los viajeros tienen que registrarse en una lista con semanas de antelación, de ahí entonces el recurso a las empresas privadas, para beneficiarse de sus vínculos privilegiados en Egipto, para entrar o salir de Gaza, o simplemente no sufrir demasiado durante todo el trámite.
La AFP entrevistó a una decena de habitantes de Gaza que aceptaron hablar siempre y cuando no se mencionaran sus nombres, por temor, dicen, de quedar inscritos en una "lista negra" egipcia, y así no poder salir o regresar a Gaza.
Ahmed (nombre ficticio) regresaba desde El Cairo a comienzos de este año. Por carretera, este viaje dura en teoría unas cinco horas. En este caso, fueron cuatro días.
Tras salir de la capital egipcia a las 04h00 locales de un miércoles, pagó unos 130 dólares (poco más de 115 euros) a un conductor de taxi privado para recorrer los 380 km hasta Rafah.
Todo transcurrió con normalidad hasta llegar a la entrada del Canal de Suez. El paso de Mahdiyya se encontraba cerrado y desbordado de taxis. Entonces pagó un segundo, esta vez compartido con otras seis personas, y pasó la noche durmiendo en el auto, antes de pasar por el control egipcio.
"Los egipcios abrieron y revisaron todos mis bolsos, me confiscaron un perfume, cigarrillos, y además abrieron mis cuentas de Facebook y WhatsApp en mi móvil, y escudriñaron las fotos", confía a la AFP.
Tras pasar tres controles, volvieron a la carretera, franquearon sin problemas el puesto de Maidan, en pleno desierto del Sinaí, y todo volvió a complicarse en Al Arish, a unos 50 km de Rafah. "Llegamos el jueves a eso de las 16h50, y nos dijeron: 'khalas' (expresión árabe muy variada, podría significar cerrado), regresen", continúa Ahmed.
El taxi retornó a la ciudad. Entonces Ahmed arrendó una habitación y, dos días más tarde, recibió un mensaje en el cual le decían que la carretera se reabría. Él y sus compañeros de desgracia se apuraron a llegar al puesto de control que se había reabierto, pero solamente durante una hora...
Desamparado, duerme en la calle, y espera hasta el día siguiente para llegar finalmente a Rafah, puerta de entrada a Gaza.
Durmiendo en el desierto, junto a un puesto de control, Fátima (tampoco es su nombre real) siente un sudor frío. Esto fue en 2020, entonces viajaba con un pequeño grupo de mujeres, desde El Cairo hasta Gaza.
En el puesto de control de Maidan, "tuvimos que dormir en el suelo en plena calle, me acosté sobre un cartón e hice una manta con mi abaya (túnica, vestido)", cuenta. "Tenía miedo, estábamos en el medio del desierto, no había agua, tampoco baño, y se escuchaban bombardeos a lo lejos, una de mis acompañantes no cesaba de gritar: '¡Me voy a morir, me voy a morir!'".
A la noche siguiente, el paso de Baluza estaba cerrado, entonces durmió en un autobús, y a la siguiente, en Al Arish, debajo de otro autobús. "Hacía calor, había niños durmiendo con nosotras y no paraban de llorar. Tuve que pedir a las otras mujeres que me rodearan para orinar junto al autobús", recuerda.
En total, tanto Ahmed como Fátima tardaron más de cuatro días en recorrer un trayecto de menos de 400 km, por esa ruta repleta de retenes debido, según Egipto, a la inseguridad fruto de las amenazas de grupos islamistas armados.
"Todo esto, esa ruta, me destruye por dentro (...) Es como si nosotros, los gazatíes, fuéramos considerados terroristas", suspira Ahmed, aún más frustrado tras llegar finalmente a Gaza y enterarse que algunos conocidos habían hecho el mismo viaje en apenas un día.
¿La diferencia? "Utilizaron el servicio VIP. Al final, si cuento los taxis y el hotel espantoso, casi pagué lo mismo que ellos, y el viaje me tomó casi cinco días", se lamenta, acusando a los servicios de seguridad egipcios de hacerle la vida imposible a los viajeros hacia Gaza para obligarlos a recurrir a empresas privadas.
En la Franja de Gaza, empresas locales ofrecen estos servicios VIP (registro, papeles, taxis privados) por unos 1.000 dólares para recorrer menos de 400 km entre Rafah y El Cairo, y 600 para el regreso, una verdadera fortuna para un pueblo empobrecido.
No obstante, estas empresas gazatíes cuentan con "licencias" de la egipcia Abnaa Sinai (Hijos del Sinaí) para vender sus servicios, indicó a la AFP un trabajador del sector --bajo el anonimato--, información que fue confirmada por fuentes oficiales en la Franja de Gaza.
La empresa Abnaa Sinaí no contestó a las preguntas de la AFP al respecto. "Para los palestinos es un verdadero desastre. De hecho, es el gran negocio de la frontera. Estamos hablando de hasta 175.000 dólares por día", dijo un empleado de una empresa en Gaza que ofrece estos servicios VIP.
"En el lado egipcio presionan para complicar el regreso a Gaza y de esta manera obligar a la gente a recurrir al servicio VIP la próxima vez", asevera.
"A causa de este problema fronterizo, no he vuelto a Gaza durante años. Tenía demasiado miedo de hacer este viaje, por la ruta partiendo desde El Cairo", dice Hiba (nombre ficticio), una gazatí residente en el exterior que finalmente decidió volver al enclave este año para reunirse con su familia.
"En los retenes, ellos (los guardias) nos miran con ojos que parecen decir: 'te odiamos'", añade. Aunque Hiba no pagó el servicio VIP para regresar a Gaza, sí está dispuesta a pagar 1.000 dólares para salir y sueña con que llegue el día en que pueda entrar y salir del enclave sin problemas.
En estos últimos meses, funcionarios palestinos han solicitado a Egipto que facilite el tránsito a los gazatíes. El presidente de la Cámara de Comercio de Gaza, Walid al Hosari, trató recientemente este asunto durante reuniones en El Cairo.
"Los egipcios nos informaron que aumentará el número de viajeros desde la Franja de Gaza a Egipto (...) y que también podrán pasar a través de los túneles que hay bajo el Canal de Suez", actualmente prohibidos a los viajeros palestinos, lo que facilitará el viaje, señala a la AFP.
"Prometen, prometen, pero nunca se sabe si algún día cumplirán", duda un alto funcionario del Hamás, quien dijo preferir no hacer comentarios sobre este tema, "muy delicado" para los egipcios.
Para el economista palestino Omar Shaban, quien sigue de cerca los intercambios y dificultades comerciales con el vecino Egipto, esto de hacer a las familias gazatíes pagar una fortuna para poder salir del enclave no puede mantenerse mucho tiempo, sobre todo en momentos en que Egipto ha decidido comprometerse en la reconstrucción de este territorio devastado por las sucesivas guerras.
El "negocio" fronterizo significa "mucho dinero", pero los egipcios no pueden "participar en la reconstrucción de Gaza y al mismo tiempo evitar que la gente de Gaza vaya a Egipto", reflexiona.
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